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Extracto de la obra del pintor  Miguel Ángel Campano: El Naúfrago de 1984.

Miguel Ángel Campano: 'El Naufragio', 1984 [detalle} 

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«HACIA Y DESDE EL PAISAJE». Por Anatxu Zabalbeascoa

A través de una selección de lienzos, acuarelas, collage y fotografía, con este recorrido por los paisajes de la Colección Banco de España se quiere poner de relieve que al retratar un lugar, uno se queda parcialmente en él.

Del segundo plano, al protagonismo. Del relleno del lienzo, a su esencia. El viaje del lugar pintado, dibujado o fotografiado que atraviesa algunos de los muchos y muy diversos paisajes de la Colección Banco de España es el que vivió el género en la historia del arte hasta transformarse en la emoción intangible que retrata el color field.

Con la abstracción, el paisaje ya no representa el fondo, queda en primer plano. Tan cercano, no habla de otra cosa que del estado de ánimo y de lo que observa, obsesivamente entonces, el propio artista. Es un paisaje convertido en mirada interior. El vacío, el color, el lugar y la atmósfera se transforman en un trasunto de quien los ve, los siente y se decide a retratarlos.

Lo que esta selección de lienzos, acuarelas, collage y fotografía trata de explicar con imágenes es que, al retratar un lugar, uno se queda parcialmente en él. Como si no fuera posible acercarse a pintarlo sin retratarse o sin quedar retratado.

Vacíos de nosotros, muchos parajes nos contienen. Eso se da en la última parte de este itinerario, donde es el artista quien nos indica que un color es un lugar, quien nos corrige mostrándonos que un paisaje son tres maderas o quien nos explica cómo ha visto el mar amarillo. Como espectadores, asistimos a ese encuentro.

El paisaje deja de acompañar cuando un artista decide buscar. Puede suceder como recompensa al estudio, a la paciencia y a la observación. Puede llegar con la madurez, como les ocurre a varios de los pintores de este itinerario. También sucede tras una enfermedad, como le ocurrió a Velázquez en la Villa Medici romana. Y puede, también, llegar como una escapatoria. Fue lo que le pasó a Jacques-Louis David cuando, en los seis meses que permaneció encarcelado por revolucionario en el Palacio de Luxemburgo, pintó un retrato de sí mismo, que nunca terminó. Y una vista del jardín, lo que veía desde donde estaba arrestado. Pintó lo que no se cansaba de mirar, pintó el lugar donde él quería estar.

Mirar la nada es mirar el paisaje, de ahí su capacidad para retratar la introversión alcanzando el primer plano. Pero mirar el paisaje también es evocar lo que sucedió en él. Eso le ocurre a Santiago Rusiñol en  Gérona, tal vez a Carmen Calvo en Valencia y a Carmen Laffón en Sevilla. Mirar un paisaje también es pensar en lo que sucederá, como el que asalta a Ramón Casas. O el que se desvanece invadiéndolo todo en los últimos lienzos de Hernández Mompó. El paisaje como reencuentro con uno mismo es el caso del oscense de adopción José Beulas, pero también serviría para hablar del victoriano George Elgar Hicks.

Mirar el paisaje puede ser temer por él, como demuestra Ramón Casas, o sentirse feliz ante él, como hace pensar el de Carmen Pinart. Entender que no se puede detener la transformación de un lugar es comprender los conflictos de la vida, la advertencia de su fugacidad y la reivindicación de vivir el momento. El último de los trabajos de este recorrido es una fotografía. Y aunque el arte ha conseguido desligar la imagen fotográfica de la realidad, esta obra de Montserrat Soto se llama Huella. En ella aparece lo que podría ser una ruina. No es la vegetación —que la invade— lo que la arruina; ese paisaje creciente es más bien lo que la recupera. Simbólicamente, cierra el recorrido el recuerdo de lo que todos sabemos: la naturaleza permanece. Como parte de esa naturaleza, nosotros nos transformamos. Y ella cambia para seguir siendo.

Anatxu Zabalbeascoa - Periodista e historiadora del arte

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MÁS INFORMACIÓN

  • «Hacia y desde el paisaje / El paisaje convertido en mirada interior». Por Anatxu Zabalbeascoa
Tríptico de la Adoración de los Reyes Magos - Joos van Cleve  (c. 1540)
Paisaje con Cristo y los fariseos - Pierre Patel (El Viejo) (segunda mitad del s. XVII)
Perspectiva con pórtico y jardín -  Vicente Giner (c. 1660)
Paisaje con carretas en un vado - Anónimo holandés (c. 1700)
Paisaje Montañoso - George Elgar Hicks (c. 1850)
Paisaje de Gerona - Santiago Rusiñol (c. 1884)
Paisaje (Camí antic de Vilanova) - Ramón Casas (1890
Vista de Madrid - Ignacio Zuloaga y Zabaleta (c. 1900)
Paisaje con árboles - Julio González (1900-1906)
París - Alfonso de Olivares (1917)
Nubes sobre Castilla - Joaquín Vaquero Palacios (1960)
Sevilla - Carmen Laffón (1962)
Escena con barcos - Pancho Cossío  (1964)
Olivos y encinas - Godofredo Ortega Muñoz (1964)
Poniente (Paisaje) - Benjamín Palencia (1972)
Paisaje - Juan Manuel Díaz-Caneja (1979)
Mar groc - Albert Ràfols-Casamada (1979)
Participando en la naturaleza - Manuel Hernández Mompó (1980)
Tres fustes -  Perejaume (1981)
Tierz (Huesca) -  José Beulas (1985)
Quelques herbes - Miquel Barceló (1986)
Turia - Carmen Calvo (1987)
Paisaje - Carmen Pinart (1992)
Sin título. Huella 12 - Montserrat Soto (2004)

Tríptico de la Adoración de los Reyes Magos

Joos van Cleve

A finales del siglo XV, el pintor flamenco Joachim Patinir ya ha dejado claras las reglas para pintar paisaje. Los tonos, desde el marrón hasta llegar al azul que marcará la lejanía, se cuelan entre los arcos de este arruinado portal de Belén, donde la Virgen y San José reciben a los Reyes Magos, que llegan a adorar al niño Jesús.

Paisaje con Cristo y los fariseos

Pierre Patel (El Viejo)

Junto a ruinas arquitectónicas, un trigal, en primer plano, concentra la historia de los discípulos de Cristo comiendo espigas y la de los fariseos reprochándoles hacerlo en sábado. Es decir, poniendo por delante, al contrario que Cristo, el sacrificio a la misericordia, esto es, al amor. El paisaje, frondoso e infinito, gana aquí cualquier batalla dialéctica. La perspectiva, que atraviesa el lienzo, es un camino/paisaje de esperanza.

Perspectiva con pórtico y jardín

Vicente Giner

El clérigo castellonense afincado en Italia pintó dos de los lienzos de la Colección Banco de España. En ambos, una arquitectura majestuosa, en ambición, y ruinosa, en estado de conservación, enmarca el paisaje. Esos caprichos arquitectónicos son un sello italiano que revela la vida del artista. También la estructura de un paisaje que explica la ciudad. Una vegetación asoma, promete y ordena el pensamiento: en primer plano, los quehaceres que nos ocupan y ciegan. En perspectiva, la inmensidad. Y el abismo.

Paisaje con carretas en un vado

Anónimo holandés

Por primera vez en este recorrido, el paisaje es protagonista absoluto: marca la atmósfera, convierte la anécdota en el espacio central. Esa manera de envolver es un recurso realista, que pone la naturaleza, el mundo, por delante de cualquier ambición humana. El traslado cambiará la vida de los que viajan, pero, al modo del paisajista Meindert Hobbema, todo está puesto en su relativa escala de importancia. La vida cotidiana es el centro y las ambiciones del hombre un punto en la inmensidad de la naturaleza.

Paisaje montañoso

George Elgar Hicks

En pleno Romanticismo, la montaña no es paisaje, es dificultad. El victoriano George Elgar Hicks fue más un retratista que un paisajista. Por eso, en esta escena de montaña trasciende la verdad de una búsqueda ardua entre las ruinas, que retrata el alma del pintor con más precisión que cualquier retrato burgués.

Paisaje de Gerona

Santiago Rusiñol

Más el aspecto húmedo y tierno de un lugar que el lugar en sí, el pintor observa un paisaje y retrata su impresión "au plen air", y la fuerza con la que le conmueve el verdor. En la luz brilla la amenaza de tormenta. No hay retrato. No hay narración. Rusiñol se centra en sus impresiones, se sumerge en el macromundo de la naturaleza y apunta a la abstracción que ya desdibuja los paisajes en París.

Paisaje (Camí antic de Vilanova)

Ramón Casas i Carbó

Esto es el retrato de una transformación. No quiere ser amable, es certero. En un mismo paisaje naturalista se juntan, sin cruzarse, el pasado polvoriento y el futuro construido con esfuerzo y hierro. Se ve lo que no está: el tren y las carretas. Hay naturaleza, polvo y un monte cortado para dejar paso al progreso. Ramón Casas pintaba lo que veía, y en la vida burguesa y muchas veces solitaria que retrataba en las ciudades encontraba más dudas que alegrías.

Vista de Madrid

Ignacio Zuloaga y Zabaleta

Este es un paisaje desdibujado, abocetado, borrado por el propio paisaje. Es, por lo tanto, un retrato certero, vivo y cambiante, como son los lugares. Regresado de Roma y París, Zuloaga está dejando atrás la vida vibrante de los gitanos en Sevilla y se encuentra con una austeridad que es más tierra y futuro que ciudad. El pintor expresionista parece serenarse en el paisaje.

Paisaje con árboles

Julio González

Esta acuarela es un intento. Centrada en el tallo, dirige la mirada hacia un detalle del paisaje y acompaña al artista en su búsqueda. Deja intuir el camino que convertirá a Julio González en escultor. Fue apuntando, dibujando al carboncillo y pintando con acuarela, casi parece que con savia, como salto de las dos a las tres dimensiones, donde trabajó la escurridiza libertad.

París

Alfonso de Olivares

Rápida, gráfica, rotunda es la estampa cosmopolita de este paisaje urbano. No habla tanto de su autor como de su manera ligera, celebrativa de descubrir el mundo. Diplomático y coleccionista, De Olivares se convierte en pintor por contagio con sus amigos, como él mismo parisinos de adopción. Y resume lo que ve en los trazos que, más que un lugar, describen el espíritu moderno de una época.

Nubes sobre Castilla

Joaquín Vaquero Palacios

Este paisaje nos desborda. Puede ser un fragmento o un todo. Se palpa y, sin embargo, solo está construido con color. Vaquero Palacios fue un arquitecto de grandes proyectos que no abandonaba la grandeza pintando. Aquí está Castilla y está Roma, donde vivió 15 años. Las líneas horizontales construyen un horizonte infinito y eterno.

Sevilla

Carmen Laffón

La ciudad vista desde la protección de una casa. Sevilla tiene en este paisaje más el tono del jazmín de las macetas que el de las calles cuando las pisas. En la obra de Laffón son tan importantes el bodegón y el retrato como el lugar. Este lienzo lo reúne todo. La distancia calla la ciudad y la desdibuja. La luz la arropa. El punto de vista la domestica.

Escena con barcos

Pancho Cossío

Esta es una escena de barcos que parece más pintada con arena que con gouache. Los barcos hay que buscarlos. Sus quillas están concentradas en dos pinceladas que el entorno, supuestamente marino pero de un gris amarronado, rompe. Hacia el final de su carrera, Cossío molía y cocinaba sus tierras como los pintores del s. XVII. Enterraba su trabajo bajo esas areniscas.

Olivos y encinas

Godofredo Ortega Muñoz

La rotunda austeridad del paisaje más seco es lo contrario a la resignación. Es una oda a la esencia. Ortega Muñoz es el artista de lo escueto. Retrata la noble sobriedad de una naturaleza que trabaja con lo que tiene, y con ese poco florece. Orden, calma, silencio, tranquilidad y, sin embargo, vida cotidiana de un lugar que retrata una manera de estar en el mundo.

Poniente (Paisaje)

Benjamín Palencia

Este es el paisaje de un artista que se está reinventando. Un creador que tanteó y arriesgó en el surrealismo y que busca ahora el sosiego sin renunciar al asombro. Es, por lo tanto, el retrato doble de un redescubrimiento: el de un lugar (Castilla) y el de uno mismo (el propio Benjamín Palencia al final de su vida).

Paisaje

Juan Manuel Díaz Caneja

El campo de Castilla es amarillo, pajizo, indefinido, abstracto, y a veces muy geométrico. Los paisajes de Díaz-Caneja parecen realistas en el tono e imaginativos en la forma. La antigua visión de la austeridad castellana es aquí posibilidad. Al final de su vida, Díaz-Caneja pinta este paisaje, que podría ser aéreo. También un muro pétreo. Como a Federico García Lorca, le interesaba el paisaje español. En él veía horizonte, futuro.

Mar groc

Albert Ràfols-Casamada

Este paisaje es un color. Está apenas pintado. Es tan tenue que parece una acuarela. Podría ser una pintura color field, una abstracción. Y lo es. Pero sabemos que es un mar, no una playa arenosa, porque confiamos en lo que nos dice el pintor. Y eso es un atributo de la modernidad: no lo que vemos, lo que nos indican. O lo que acertamos a pensar. En su diario, Ràfols-Casamada anotó que el color habla cuando calla la materia. El color es lo primero que habla siempre. Y aquí, además, es la materia.

Participando en la naturaleza

Manuel Hernández Mompó

Habla de la naturaleza usando el blanco, la luz del Levante español y casi nada más. El mundo borrado por lo que de verdad importa. Las personas y las cosas desvanecidas, convertidas en grafismos bajo la mirada cegadora de la belleza. Pinceladas que son signos y el lienzo transformado en paisaje, abriendo los límites de un lugar. Y de uno mismo. Convirtiéndose en naturaleza. Una mirada expansiva para un resultado espiritual que obsesionó a los pintores matéricos y que convierte este en un cuadro-testamento.

Tres fustes

Perejaume

Tres maderas dibujan este lienzo sin dibujo. Aquí habla el material, y el paisaje no es imaginado; es un micropaisaje encerrado en un material, la madera. La yuxtaposición de vetas lo construye. No se trata ya de ver el paisaje que nos indica el artista. Dándole otra vuelta de tuerca, Perejaume nos descubre el juego: son tres maderas. Están superpuestas. Pero vemos un paisaje. Y el paisaje está. Escala 1/1. Encerrado en la materia.

Tierz (Huesca)

José Beulas

De observar la naturaleza, a reinventarla. El silencio de los paisajes oscenses define la obra de este pintor, acerca su mirada y comunica su evolución. Fijarse en la austeridad, habiendo nacido en un lugar frondoso, es un mensaje que Beulas terminó concluyendo con su propia vida cuando se trasladó a vivir donde pintaba. Beulas necesitó habitar sus paisajes. La Colección Banco de España recoge ese viaje hacia la reducción, culminando casi en abstracción, que acaso sea su última impresión del mundo.

Quelques herbes

Miquel Barceló

Barceló es el gran pintor español desde la segunda mitad del s. XX. Pinta energía. Construye pintura con lo que tiene a mano: tierra, semillas, aire. Su pintura se palpa. Sensual, sensible, “brut” e informal, Barceló cuenta acumulando, superponiendo, velando o dibujando la gran historia desde el retrato de la pequeña. En una hoja, en un naufragio, en la savia de un tallo o en un caldero, vemos el mundo. Lo vemos a él y, sobre todo, vemos la construcción matérica, la metamorfosis que es toda pintura.

Turia

Carmen Calvo

Este es un paisaje de memoria. El río de su ciudad pintado desde la distancia física —desde París—. El color es el del recuerdo, el del barro maleable. Se diría que está haciendo con las escenas lo que hace con la arqueología de materiales con los que va construyendo sus cuadros. El río aquí es cuerda y tierra, y los puentes son tallos secos. El “collage” anticipa el pop, pero más realista de lo que parece, habla de un cauce convertido en tierra cuando el río fue desviado después de inundar Valencia.

Paisaje

Carmen Pinart

El amarillo del mar de Ràfols-Casamada se ha vuelto dorado en el paisaje de Carmen Pinart. También la creemos a ella para verlo. Figurativa y orgánica, Pinart entra en el bodegón, hace un zoom en el pan de oro de la historia, la naturaleza y el arte oriental, y nos deslumbra. Ella, la pintora del crujido de una piel de cebolla, nos acerca a un paisaje que se escapa y nos ciega a la vez.

Sin título. Huella 12

Montserrat Soto

Esta es una ruina contemporánea devorada por la naturaleza, es decir, por el paso del tiempo. Se podría entender como un paisaje reivindicativo, pero no hay venganza, hay lógica natural y observación. La arquitectura ha cedido espacio a lo que llegó antes. Ahora vegetación y edificio vacío se acompañan.

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