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Las esculturas de la sede de Alcalá 522 del Banco de España
La segunda sede madrileña del Banco de España, obra de los arquitectos José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, aloja una nutrida selección de piezas de la Colección, la mayoría de ellas incorporadas en las últimas décadas, cuando la institución ha dado un importante impulso a su política de adquisiciones. En esta ocasión nos vamos a centrar en las esculturas que hay en su vestíbulo de acceso y el zaguán que lo precede, dejando para una próxima nota las obras que albergan otros espacios, como el salón de actos o el comedor.
Presidiendo el hall o vestíbulo de acceso de esta sede, inaugurada en 1992, se encuentra una de las piezas escultóricas más emblemáticas de nuestro fondo patrimonial, Elogio del descontento (1991), de Jorge Oteiza. Se trata de la última escultura que realizó y que, además, está concebida de manera específica para este espacio, siendo junto a Esfera roja, de Jesús Rafael Soto y Sin título, de José María Cruz Novillo, una de las primeras obras site-specific que el Banco de España encargó. El interés mostrado por los arquitectos, así como por el que en aquel momento era el subgobernador de la institución, Ángel Rojo, fue crucial para que Oteiza, que durante esos años ya estaba dedicado principalmente a la escritura, aceptara el encargo.
El origen de esta imponente obra, realizada en acero corten y de tres metros de altura, fueron unas maquetas que el artista había diseñado a principios de la década de 1970 en el marco del Laboratorio de Tizas y vinculadas también a un proyecto de escultura pública en el paseo de la Castellana de Madrid que, finalmente, no se materializó. El descontento al que alude su título hace, de algún modo, referencia a esa experiencia fallida.Francisco López Hernández: La higuera (1984) | Pablo Palazuelo: Días de junio IV (1990)
Además de la obra de Oteiza, la sede de Alcalá 522 acoge un variado conjunto de piezas escultóricas, todas ellas realizadas entre mediados de la década de 1980 y los inicios del presente siglo. La más antigua es La higuera (1984), un bajorrelieve en bronce de Francisco López Hernández que originariamente estuvo instalado en la sucursal del Banco de España en Cádiz. Una pieza de fuerte carga metafórica y simbólica que, como nos explica Isabel Tejada, recuerda la pintura pompeyana, de la que este artista madrileño era un gran conocedor. Esta escultura está en la entrada de la sede, al igual que Días de junio IV (1990), de Pablo Palazuelo, una obra que pone de manifiesto el papel clave que juega la naturaleza —y la emoción que la vida latente en ella produce— en su investigación en torno a la abstracción.
Entre las que hay dentro del vestíbulo, la pieza cronológicamente más antigua es Fontana nº 1 (1985), de Susana Solano, trabajo preñado de sugerencias poéticas donde la artista catalana emplea un material, el hierro, muy vinculado a la tradición de la escultura vanguardista y que hasta entonces había sido utilizado casi exclusivamente en nuestro país por escultores varones. De hierro y acero son las dos piezas que, siguiendo un orden cronológico, irían a continuación de la de Solano: Stratford 3 (1989-1990), de Txomin Badiola, donde el artista bilbaíno trata de romper con la rigidez conservadora del formalismo de la escultura vasca en la que se había formado; y Cabota (1990), de Miquel Navarro en la que el creador valenciano recurre a una de sus habituales estructuras totémicas para incidir en su reflexión crítica en torno al poder.
Dos fotografías del vestíbulo de acceso de la sede de Alcalá 522, donde se pueden apreciar las esculturas de Xavier Toubes, Pello Irazu, Miquel Navarro, Florentino Díaz y Jorge Oteiza
De 1992, el año en el que se inauguró la sede, son las obras escultóricas de Pello Irazu, Francisco Leiro y Xavier Toubes que se encuentran en el vestíbulo. A este último pertenecen dos de ellas, Aguas-amarillo y Uvas, piezas cerámicas a caballo entre la escultura y la pintura que, como nos dice Beatriz Espejo, funcionan como metáforas del cuerpo y de lo erótico, y en cuya elaboración lo procesual y azaroso desempeñaron un papel fundamental. La referencia a lo corporal es más explícita en Estatua, escultura que Francisco Leiro realizó a partir del ensamblaje de diversas piezas de madera combinadas con materiales sintéticos como poliéster y bombillas, constituyendo, en gran medida, una vuelta a sus orígenes surrealistas. De índole más conceptual es la escultura de Pello Irazu, Nobody Told Me You Were Here, ejemplo muy representativo de su heterodoxo acercamiento al minimalismo y a la figura de Oteiza. Un acercamiento que, en palabras de Isabel Tejada, le ha llevado a crear obras "de una gran densidad material que producen una discontinuidad espacial allí donde se insertan".
La pieza escultórica más reciente que hay en la sede de Alcalá 522 —un volumen arquitectónico de gran sobriedad que destaca, sobre todo, por el protagonismo que adquiere la horizontalidad en su composición— es LCDF XV (2001), de Florentino Díaz. Construida con acero inoxidable, pintura y caucho, en esta escultura el artista cacereño ahonda en su reflexión crítica en torno a la condición líquida, usando la noción de Zygmunt Bauman, del mundo contemporáneo, uno de los ejes sobre los que ha girado su prolífica producción.