Colección
La producción escultórica e instalativa de Miquel Navarro es fácilmente reconocible: se genera a partir de pequeñas construcciones que presentan claras analogías con la estructura de una ciudad. Cabota (1990), sin embargo, es una escultura de bulto redondo, uno de los tantos tótems que Navarro ha producido. Su forma erecta, fálica, no guarda referencias con la sexualidad, según declaraciones del artista —las citas homosexuales en su obra se encuentran de forma más evidente en su obra fotográfica, e incluso en sus primeros trabajos de pequeño formato—.
Estas estructuras totémicas suelen venir acompañadas de otros elementos, iguales entre sí, que las rodean y enfatizan la confrontación entre un poder vertical y otro horizontal, al tiempo que metaforizan la idea de sumisión. Sin embargo, en el caso de Cabota estos objetos se ven sustituidos por los observadores que rodean la pieza y que deben mirar hacia arriba para verla. Se presenta por tanto como una estructura vertical de poder que guarda concomitancias con la obra pública monumental del valenciano.
Cabota emerge desde el suelo y lo remata a modo de cabeza. Su título, de hecho, en catalán, significa «cabezona», y no solo en el sentido de una testa de gran tamaño, sino también en el de «tozudez».
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