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Extracto de la obra del pintor  Miguel Ángel Campano: El Naúfrago de 1984.

Miguel Ángel Campano: 'El Naufragio', 1984 [detalle} 

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FLORES (Y FRUTOS) DE OTROS MUNDOS. Por Carmen Ripollés

«Qué vanidad la de la pintura, que atrae la admiración por su semejanza con cosas cuyos originales no son admirados». Blaise Pascal, "Pensées" (1660)

Esta paradoja ha desconcertado a generaciones de creadores, espectadores y críticos de arte a través de la historia del arte occidental. Muchas de las obras expuestas (y algunas más de los fondos del Banco de España) invitan a similares consideraciones. Desde períodos y geografías distintas, creadores y creadoras que trabajan en una inmensa variedad de medios —desde la pintura tradicional invocada por Pascal hasta instalaciones multimedia— transforman el tema aparentemente insignificante e inocuo de las flores y los frutos en objeto de admiración, de placer sensorial y de reflexión profunda. Así, nos revelan flores y frutos de otros mundos, unos mundos que, aun cuando se asemejan a la realidad, la trascienden, y que a veces son literalmente «otros» cuando en ellos se erigen flores y frutos imaginados, inventados o distantes.

Este itinerario comienza en el interior de un palacete de Madrid en el siglo XVII, posiblemente el de Jean de Croÿ, segundo conde de Solre (1588-1638), uno de los nobles flamencos más influyentes de la corte de Felipe IV. Presidiendo una de las galerías del palacio, imaginamos el magnífico cuadro Pomona y Vertumno, de Juan van der Hamen y León, que sirve de hilo conductor de este recorrido. Esta pintura mitológica es un canto a la abundancia y a la generosidad de la tierra y la naturaleza que ofrece sus frutos sin pedir nada a cambio, obviando la dura realidad que conllevan las labores del campo bajo la tutela de las clases dominantes.

Además de Pomona y Vertumno, los visitantes del palacio de Solre recibirían tales mensajes a través de objetos similares al reloj de sobremesa de bronce dorado que representa la Alegoría del verano y del otoño (c. 1875), bodegones como el Bodegón de frutas y dulces del mismo Van der Hamen, tapices flamencos como el dedicado a Marzo y Abril del tapicero Gerard Peemans, y floreros como los de Juan de Arellano. Los dos últimos introducen el motivo de las flores y, con ellas, la noción de la naturaleza como arte. Durante el Barroco, uno de los principales atractivos de las flores era su posición entre lo natural y lo artificial, con sus colores fantásticos y formas complejas. Las flores (como las conchas marinas, los corales o las plumas multicolores) fascinaban por su extraño parecido a objetos manufacturados por la invención humana.

Esta cualidad de las flores de generar reflexiones sobre los límites de lo real y lo artificial aparece de forma elocuente en Busan02, de la serie Paraísos Artificiales, las fotografías de la serie Art Forms in Mechanism, de Linarejos Moreno, y Loto rosa, de Felicidad Moreno. Dos de estas obras contemporáneas son fotografías, un medio que aporta otra vuelta de tuerca más a aquellas reflexiones, al erigirse como medio supuestamente objetivo e inocente. Por su parte, Felicidad Moreno abraza el carácter ornamental de las flores en Loto rosa, una cualidad también presente en el Retrato de la señora Cañas, de Olga Scharoff.

«Artificio», «engaño», «ficciones visuales» son términos asociados con la génesis y el concepto mismo de obras centradas en la representación de flores y frutos, y más aún con el género de la naturaleza muerta, que así se erige en uno de los primeros géneros sobre la pintura misma. Liberados del yugo de la historia moralizante y heroica del Renacimiento, los pintores de naturalezas muertas invitaban al espectador a descubrir el ingenio y la pericia técnica del pintor per se. Ni siquiera los pintores de historia podían resistirse al atractivo de adornar sus pinturas con objetos cotidianos que, a menudo, terminaban por acaparar toda la atención.

Una de las pinturas de la Colección Banco de España —Virgen del lirio, de Cornelis van Cleve (c. 1550)— es un maravilloso ejemplo de la «prehistoria» de la naturaleza muerta, al incluir un trompe l’oeil de un lirio que se posa magistralmente en el borde de un escalón. El lirio tiene además una dimensión simbólica, al aludir a la pasión de Cristo, y este significado nos recuerda que otro tema inevitable en representaciones de flores y frutos es el del paso del tiempo, la decadencia y desintegración que ello conlleva: la muerte. En el cuadro Pomona y Vertumno algunas hojas ya empiezan a secarse y a ensortijarse, y en los floreros de Arellano las flores de la parte inferior del ramo ya empiezan a doblarse, quizá a punto de perder algunos de sus pétalos. Este amplio tema, conocido en la historia del arte como vanitas, también forma parte de la razón de ser de la naturaleza muerta: el engaño inicial se transforma en desengaño, como la vida misma.

Estas reflexiones sobre la naturaleza del arte y de la vida han seguido seduciendo a artistas y a espectadores a través de los siglos, como puede verse, desde premisas muy distintas, en la Naturaleza muerta con as de trébol de Pancho Cossío (1955), la Comida quemada de Miquel Barceló (1985), las Uvas de Xavier Toubes (1992), el Armario de bronce I de Carmen Laffón (1995) y Sin título de Mireya Masó (2001).

Volvamos por última vez a Pomona y Vertumno. Entre las frutas y verduras representadas, hallamos especies americanas que expanden el tema de la abundancia, al incluir los frutos (literales y figurados) de la conquista y la colonización. Antes de que se convirtieran en algo cotidiano, estos frutos fueron escrutinados, clasificados y representados en tratados de botánica que los extirparon del saber, color y contexto nativos, homogeneizándolos para su apropiación en Europa. Los trabajos de Sheroanawe Hakihiiwe y Fritzia Irízar recurren a algunas de las convenciones visuales y semánticas de esos tratados con una mirada intensamente crítica que invita a la reflexión. Peter Hutchinson, por otro lado, crea una imagen idealizada de una selva abocada a la desaparición.

Volvemos al punto de partida. Pomona y Vertumno abarca muchos de los temas tratados en este itinerario. En una pequeña esquina del cuadro, el pintor nos engaña de nuevo, haciéndonos admirar algo tan insignificante como un trozo de papel, aunque, en un alarde de virtuosismo, el papel lleva su firma.

Carmen Ripollés - Profesora del Departamento de Arte de la Portland State University

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MÁS INFORMACIÓN

  • Flores (y frutos) de otros mundos. Por Carmen Ripollés
Juan van der Hamen y León, Pomona y Vertumno (1627)
Alegoría del verano y del otoño (c. 1875), reloj de sobremesa de bronce dorado
Juan van der Hamen y León, Bodegón de frutas y dulces (c. 1621)
Gerard Peemans, Los meses de marzo y abril (c. 1679), tapiz flamenco
Juan de Arellano, Florero (c. 1668), óleo sobre lienzo
Paula Anta, Busan02, de la serie Paraísos Artificiales (2008)
Linarejos Moreno, Art Forms Mechanism XXVI (2016-2022)
Felicidad Moreno, Loto rosa (2001)
Olga Sacharoff, Retrato de la señora Cañas (1950)
Cornelis van Cleve, Virgen del lirio (c. 1550)
Pancho Cossío, Naturaleza muerta con as de trébol (1955)
Miquel Barceló, Comida quemada (1985)
Xavier Toubes, Uvas (1992)
Carmen Laffón, Armario de bronce I (1995)
Mireya Masó, Sin título (2001)
Sheroanawe Hakihiiwe, Wakari (Fruto dulce de la selva) (2019)
Fritzia Irízar, Sin título (Plantas selva yucateca en peligro de extinción) (2020-2021)
Peter Hutchinson, Brazilian Rain Forest (2008)

Pomona y Vertumno

Juan van der Hamen y León

En esta obra mitológica, el pintor utiliza el encuentro entre la diosa de los huertos y de las frutas y el dios de las estaciones para representar la fertilidad de la tierra. Las frutas y las verduras apiladas en primer plano, además, evocan temas de ilusionismo pictórico, “vanitas” y clasificación científica.

Reloj de sobremesa. Alegoría del verano y del otoño

Anónimo

El tema de la abundancia aparece aquí a través de dos "putti": uno de ellos recolectando uvas mientras sujeta una copa y el otro sosteniendo una hoz mientras recoge espigas de trigo. Como producto de la ingeniosidad humana, el reloj también es un símbolo de dominación cultural sobre lo natural.

Bodegón de frutas y dulces

Juan van der Hamen y León

Aunque Van der Hamen se basó en modelos de Juan Sánchez Cotán, sus bodegones se centran en productos que reflejan el mundo refinado de la corte madrileña. Tanto los pasteles y los dulces confeccionados con azúcar y especias como los tres tomates americanos sugieren ese contexto aristocrático de artificio y clasificación.

Los meses de mayo y junio

Gerard Peemans

Este tapiz introduce el tema de las flores a través de una guirnalda sembrada de rosas, claveles, lirios y, sobre todo, tulipanes, una flor que el mundo barroco comparaba con la creación artística. La pericia técnica del tapiz compite aquí con la pericia natural de las flores.

Florero

Juan de Arellano

Este florero representa dos temas esenciales en la tradición de la pintura de flores: potencia las cualidades artificiales de las flores, al presentar variedades (entre ellas, el «artificioso» tulipán) que florecen en diferentes épocas del año, y recuerda su fugacidad (“vanitas”), al representar algunas de ellas dobladas.

Busan02 de la serie Paraísos Artificiales

Paula Anta

Las flores retratadas en esta fotografía de una tienda surcoreana son artificiales, pero la cuidada composición —el suelo de baldosas que retrocede, el recorte del encuadre y la planta que cuelga del techo— transmite un mensaje de exuberancia natural, aunque meticulosamente ordenada e imposiblemente perfecta.

Art Forms Mechanism XX

Linarejos Moreno

En estas fotografías de modelos clásticos decimonónicos para la enseñanza de la botánica, y con un lenguaje visual que imita de forma crítica el de Karl Blossfeldt, Linarejos Moreno nos fuerza a ver lo que permanecía invisible: las bisagras metálicas, cortes y soldaduras que evidencian su manufactura industrial y mecánica.

Loto rosa

Felicidad Moreno

En este acrílico sobre terciopelo estampado, la pintora toledana reivindica la conexión de lo floral con lo ornamental y lo femenino desde premisas feministas recientes, resaltando lo que estos elementos tienen de liberadores y de placenteros en un mundo artístico que frecuentemente se presenta como racional, austero y excesivamente serio.

Retrato de la señora Cañas

Olga Sacharoff

A lo largo de la historia del retrato occidental, ramos de flores han sido atributos de la feminidad. En este retrato, la creadora rusa recupera este motivo tradicional, pero con un tono enérgico que celebraba lo decorativo-floral-femenino.

Virgen del lirio

Cornelis van Cleve

Esta pintura religiosa constituye un magnífico precedente de la naturaleza muerta como género independiente, al representar un lirio en "trompe l’oeil" en el primer plano del cuadro. El pintor parece invocar las legendarias uvas pintadas por Zeuxis en la antigüedad, un tema de gran importancia para el desarrollo del género.

Naturaleza muerta con as de trébol

Pancho Cossío

Este ejemplo de cubismo tardío aúna el tema de la experimentación pictórica y el de la "vanitas", ambos tradicionales en el género. La composición descentrada y angular denota un momento de tensión que delata la presencia (y consiguiente ausencia) humana, y su pincelada refuerza el tema de la evanescencia de la vida.

Comida quemada

Miquel Barceló

En este óleo, cercano al neoexpresionismo, Miquel Barceló utiliza la perecedera y manipulable naturaleza de la comida alterada por procesos químicos (hirviendo, friendo…) como punto de partida para una reflexión más extensa sobre la transformación de la materia orgánica, que también incluye la pintura misma.

Uvas

Xavier Toubes

Estas abstractas uvas cerámicas, a medio camino entre la pintura y la escultura, traen a la mente las famosas uvas de Zeuxis. Además, el azar es parte de su proceso de creación, entroncando con nociones de "vanitas".

Armario de bronce I

Carmen Laffón

En esta escultura de bronce, Laffón evoca el paso del tiempo y su monotonía a través de la poesía silenciosa de lo cotidiano. Al mismo tiempo, al usar bronce Laffón conecta su obra con una larga tradición artística de escultura monumental, que así adquiere una dimensión casi atemporal.

Sin título

Mireya Masó

Parte del proyecto "It’s not just a Question of Artificial Light or Daylight" (2000-2001), esta fotografía presenta una hoja seca sobre un fondo de hojas verdes. Esta sencilla reflexión entronca con una de las tradiciones ("vanitas") más persistentes en la representación de flores y frutos.

Wakari (Fruto dulce de la selva)

Sheroanawe Hakihiiwe

En esta pintura, Hakihiiwe recupera materiales, formas de representación y significados que entroncan con su cultura yanomami, en la Amazonia venezolana. Creada desde el conocimiento, el respeto y la integración en lo local, esta imagen constituye un revulsivo contra el desarraigo promovido por la tradición europea de la historia natural.

Sin título (Plantas selva yucateca en peligro de extinción)

Fritzia Irízar

En apariencia, este dibujo de un arbusto autóctono de la selva yucateca remite a tratados botánicos europeos, pero la creadora introduce disonancias (tinta de cenizas de dólar y palabras en lengua maya) que evidencian lo que aquellos tuvieron de construcción cultural ligada a la historia colonial y a sus secuelas.

Brazilian Rain Forest

Peter Hutchinson

En este "foto-collage", el artista construye una visión idealizada de la selva amazónica a través de imágenes de paisajes reales alteradas mediante técnicas pictóricas. El resultado es un paisaje imaginario que, en su abundancia y fertilidad, nos insta a recapacitar sobre la fragilidad de una naturaleza abocada a la desaparición.

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