Colección
Wakari (Fruto dulce de la selva)
- 2019
- Acrílico sobre papel de caña estucado
- 50 x 70 cm
- Cat. D_419
- Adquirida en 2021
La obra del artista Sheroanawe Hakihiiwe remite a la cosmogonía de su cultura de origen, la de los pueblos yanomami del Alto Oricono, en la Amazonia venezolana. En estas pinturas, se pueden observar tres especies de plantas pintadas sobre papel de fibra vegetal, concretamente, papel de algodón Lanquarelle, de morera y de caña estucado. El conocimiento del soporte es significativo, dado que la carrera del artista arrancó, de la mano de la mexicana Laura Anderson Barbata, con el aprendizaje de la confección de papel con fibras vegetales nativas de la selva amazónica. Sheroanawe pinta sobre esos soportes vegetales las figuras de varias plantas: la de un árbol de ceiba, la de un ejemplar de prukunama y la de tres frutos dulces de la selva, o wakari. Los títulos originales están en una de las lenguas de los yanomamis. Como es usual en su obra, utiliza una paleta muy restringida, de colores planos, y que a menudo se limita a rojos y negros —los tonos que los yanomamis aplican a la ornamentación corporal que se usa con motivo de celebraciones comunitarias—, en combinación con el color natural del papel. El soporte tiene en los tres casos un valor equivalente a lo representado, pues en todos ellos la superficie que el artista deja sin pintar ocupa un amplio espacio, lo que permite que el papel se haga partícipe de la composición y exhiba sus propias cualidades de origen natural. Los trazos de Sheroanawe Hakihiiwe son firmes y claros, otorgan elegancia y delicadeza a sus pinturas. Sus composiciones son figurativas, pero ajenas al naturalismo occidental; su voluntad de síntesis concede a sus imágenes un aspecto esquemático, cercano a la abstracción. Por ejemplo, el perfil de la ceiba, en negro, es una síntesis muy lograda de algunos de los rasgos más característicos de este árbol: como las espinas del tronco, su copa horizontal o sus gruesas raíces tabulares.
La obra de Sheroanawe Hakihiiwe siempre es fruto de un trabajo localizado en su entorno, el de las comunidades yanomamis de la selva amazónica, sus tradiciones, cultura y formas de vida; atento, especialmente, a sus modos de relación con la naturaleza. Se inspira en los símbolos, los motivos ornamentales y las especies que esta cultura utiliza en su vida cotidiana: las plantas a las que dan usos medicinales, mágicos, alimentarios y rituales, o con las que construyen sus viviendas y elaboran perfumes; los signos gráficos que se utilizan en las pinturas corporales y en la decoración de la cestería, consistentes en líneas rectas, curvas, puntos o telas de araña; o los fenómenos naturales y sobrenaturales presentes en su mitología cotidiana.
Estas tres piezas pertenecen a su trabajo Urihi theri que significa «El lugar de la selva». Consta de composiciones construidas a partir del análisis y el conocimiento de las prácticas yanomamis de la caza, la pesca, la siembra, la cosecha, inseparables de sus formas de espiritualidad y de sus relatos mitológicos.
Como el resto de su producción artística, también aquí el pintor se inspira y se centra en el acervo yanomami, con el propósito de mantener la memoria y elaborar un registro de los valores y saberes acumulados colectivamente, en un medio ambiente tan valioso como amenazado por explotaciones de tipo extractivo, la deforestación, la minería, epidemias y desastres naturales. El artista lograr transmitir así el frágil equilibrio y el profundo respeto por un ecosistema y unas formas de vida alternativas a las impuestas por el orden económico de la globalización. La vegetación de este territorio del Amazonas se traduce en las obras de Sheroanawe a su versión más esencial y menos exótica, convertida en una serie de signos gráficos elaborados con contornos firmes y colores puros que remiten a un ritmo atemporal, ajeno a la presión del tiempo lineal impuesto por el orden occidental. La propuesta de Sheroanawe es tanto una interpretación personal y una reivindicación de la tradición e identidad de su cultura natal como un intento de mutuo entendimiento entre las comunidades amazónicas y «los otros».
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