Comida quemada

Comida quemada

  • 1985
  • Óleo sobre lienzo
  • 300 x 292 cm
  • Cat. P_443
  • Adquirida en 1990
Por:
Frederic Montornés

Artista de inagotable energía creativa desde el punto de vista formal, conceptual, material y reflexivo, Barceló es el paradigma de creador llamado a hacer lo que esté en su mano para recuperar la pintura frente al exceso de obras de arte de contenido político-conceptual. En sus inicios, sus trabajos recibieron la influencia de la obra de Paul Klee, Jean Dubuffet y el art brut y, posteriormente, la de los expresionistas abstractos americanos, pero también dejaron su huella Lucio Fontana, Diego Velázquez, el arte povera, el arte conceptual y las lecturas que cayeron en sus manos —que el artista devoró como si el mundo se terminara—. Barceló no tardó en dirigir sus pasos hacia un lenguaje próximo al neoexpresionismo y hacia el uso indiscriminado de técnicas y materiales aplicados al proceso de concepción de una obra que poco a poco se fue caracterizando por su más que palpable condición orgánica. De inspiración a menudo clásica y de temáticas centradas en la exploración de paisajes, interiores urbanos o naturalezas muertas, el artista se dirige hacia un proceso de investigación y creación basado en una absoluta libertad de movimientos sobre la superficie de telas de grandes dimensiones. De este modo, además de pintar, lo que también lleva a cabo Barceló es lo que hoy se definiría como un «ejercicio performático».

Estas tres obras de Barceló, de gran formato, fueron realizadas a mediados de la gloriosa década de 1980, coincidiendo con su primera exposición individual en la galería de Leo Castelli de Nueva York, en un momento en que el artista empezó a experimentar directamente sobre elementos arquitectónicos, y también cuando en su producción comenzaron a asomar veladuras, superposiciones y la abundancia de unos materiales con los que consiguió un sorprendente aspecto de transparencia. En ellas se refleja el interés del artista en dar a entender que, por encima del tema que desarrolla en cada una de sus telas, lo que realmente le interesa es que su pintura sea entendida como la expresión máxima de sí misma.

Se trata de unas obras que, sobre la base de la deriva del artista hacia la figuración, su experimentación con la técnica del collage de papel y cartón o el deseo de observar lo que sería su entorno más inmediato —quizá de ahí nace el uso de títulos tan descriptivos—, no solo reflejan la enjundia del espacio interior y cotidiano por el que se mueve el artista; también evidencian el calado de una reflexión en torno a una práctica pictórica que, en comparación con la explosividad de su etapa inmediatamente anterior, resulta más sosegada, sutilmente menos expresiva y a pesar de todo ello, igualmente establecida entre los márgenes de la abstracción y la expresividad, junto a referentes figurativos tan sorprendentemente esbozados como precisos en su simplicidad, franqueza y factura técnica.

Tal como apunta Pilar Parcerisas en un texto sobre Miquel Barceló, entre los temas que más frecuenta el artista en esta época se encuentran «la figura del pintor en el taller, como una reflexión narcisista, las marinas y las barcas, las naturalezas muertas, como una alegoría de lo orgánico, la insistencia en el libro y las bibliotecas, como una propuesta de conocimiento, las arquitecturas de las grandes galerías del Louvre, como una penetración en el arte de todos los tiempos, y las cocinas y los fogones como un laboratorio alquímico que se erige en metáfora de una pintura que puede someter la materia a un proceso de metamorfosis capaz de transformar la mierda en oro».

Frederic Montornés

 
Por:
Roberto Díaz
Miquel Barceló
Felanitx (Illes Balears) 1957

Artista polifacético, es una de las figuras más relevantes y con mayor proyección internacional del arte español desde los años ochenta del siglo XX. Inició su formación artística en la Escola d’Arts i Oficis de Palma (1972-1973), que continuó en 1974 en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, para poco después abandonar sus estudios. Pasó a vincularse al grupo Taller Llunàtic, de carácter conceptual y provocador, y en 1976, bajo el título «Cadaverina 15» expuso en el Museo de Mallorca una serie de cajas con amalgamas de pigmento y materiales en descomposición, explotando desde entonces las posibilidades metafóricas de la materia. Con el resurgir pictórico a finales de los setenta y partiendo de un amplio conjunto de referencias, desde el art brut, el action painting norteamericano y el nuevo expresionismo alemán hasta la transvanguardia italiana, Barceló se perfila, junto a otros artistas como José María Sicilia, como uno de los representantes más significativos de la práctica de la pintura desde una sensibilidad matérica. De esta etapa inicial son sus cuadros de gran formato de temática animalística que en 1982-1983 dan paso a una pintura entroncada con la tradición, con motivos recurrentes como las naturalezas muertas, las bibliotecas, los museos y los cines, que traslada a través de perspectivas forzadas, densos empastes y un tratamiento lumínico basado en el claroscuro.

Su frecuente nomadismo y, sobre todo, el descubrimiento de África en 1988 con una estancia de varios meses en Mali, hacen que en su trayectoria posterior haya una continua reflexión sobre la naturaleza, el paso del tiempo y las formas de vida primigenias, en una pintura que se va despojando del exceso en un constante estudio de los efectos de la luz sobre los motivos. A lo largo de su trayectoria ha trabajado también en el campo del dibujo, la escultura, la cerámica y la obra gráfica. En las últimas décadas hay que destacar los encargos institucionales que ha realizado, como la reforma de la capilla del Santísimo en la catedral de Palma (2004-2007) o la cúpula de la Sala de los Derechos Humanos y Alianza de las Civilizaciones del Palacio de Naciones Unidas en Ginebra (2008).

Barceló tiene una de las trayectorias artísticas más destacadas del panorama internacional, desde su participación en la Bienal de São Paulo (1981) y principalmente con su selección para participar en la Documenta 7 (Kassel, Alemania, 1982) y en la sección «Aperto» de la Bienal de Venecia (1984). A partir de entonces comenzó una constante actividad expositiva en los más destacados centros internacionales, como el CAPC - Musée d'art contemporain de Bordeaux (Burdeos, 1985); su primera retrospectiva en la Whitechapel Art Gallery y el Institut Valencià d’Art Modern (Londres y València, 1994); el Centre Georges Pompidou y la Galerie national du Jeu de Paume (París, 1996); el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (1998); el Museo Reina Sofía (Madrid, 1999); la Pinacoteca do Estado de São Paulo (2003); el Musée du Louvre (París, 2004); el Irish Museum of Modern Art y el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (Dublín y Málaga, 2008), que culminó con su selección como representante de España en la Bienal de Venecia (2009). En 2016 realizó una doble exposición en el Musée Picasso y la Biblioteca Nacional de París. Además, su obra ha sido reconocida con el Premio Nacional de Artes Plásticas de España (1986), el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2003), y fue investido doctor honoris causa por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (2012).

Roberto Díaz

 
«20 pintores españoles contemporáneos en la colección del Banco de España», Sala de Exposiciones de la Estación Marítima Xunta de Galicia (A Coruña, 1990). «20 pintores españoles contemporáneos en la colección del Banco de España», Palacio del Almudí (Murcia, 1990). «20 pintores españoles contemporáneos en la colección del Banco de España», Sala Amós Salvador (Logroño, 1990). «20 pintores españoles contemporáneos en la colección del Banco de España», Museo de Navarra (Pamplona/Iruña, 1990-1991).
VV. AA. 20 pintores españoles contemporáneos en la colección del Banco de España, Madrid, Banco de España, 1990. VV. AA. Colección Banco de España. Catálogo razonado, Madrid, Banco de España, 2019, vol. 2.