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Miguel Ángel Campano: 'El Naufragio', 1984 [detalle]

Itinerarios

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L.Q.N.H. Por Rogelio López Cuenca y Elo Vega

A través de una selección de obras de la Colección del Banco de España, este itinerario da cuenta de distintas inflexiones del modo en que aparece –o deja de hacerlo– la mujer en el arte, poniendo de relieve que dichas inflexiones no pueden desligarse de la representación de lo «Otro» que se define por un entrecruzamiento atravesado por vectores de género, pero también raza y de clase.

Mayo de 1871, Rimbaud escribe dos cartas enfebrecidas y visionarias. De hecho, se
conocen como las Cartas del vidente. En una de ellas imagina como “extrañas,
insondables, repulsivas, deliciosas” las revelaciones que las mujeres nos descubrirán
cuando “también ella sea poeta”, esto es, cuando su “infinita servidumbre” desaparezca,
cuando “el hombre, hasta ahora abominable, le haya devuelto lo que le pertenece”.

Eran tiempos revolucionarios. El año de la Comuna. Sin embargo, esa “restitución” no
sucedió, no ha sucedido a la manera en que la Historia gusta de abreviar su relato,
mediante un estallido, una explosión que lo transforma todo, absolutamente y de un día
para otro. El reintegro de “lo que les pertenece a las mujeres” está teniendo lugar en
medio de muy fuertes resistencias, lentamente y en un proceso plagado de interrupciones
y retrocesos.

Podríamos proponernos rastrear esa evolución en esta esplendida colección, que cuenta
con ejemplos muy pertinentes de las distintas inflexiones del modo en que aparecen –o
dejan de hacerlo– y en qué condiciones las mujeres en estas obras de arte –sea como tema, como objetos, o ya como sujetos, como autoras.

Podríamos empezar por ver a qué momento se remontan las primeras compras de obras
realizadas por mujeres y hasta qué punto difieren de los estándares hegemónicos o los
ponen en cuestión.

Esto implicará hablar de lo que no hay, que no está presente hasta muy recientemente;
hablar de esos vacíos, de esos huecos, de las lagunas, de los intervalos entre los hitos,
entre los héroes y sus hazañas.

Héroes y hazañas… parece que habláramos de monumentos.

El arte más oficial comparte con los monumentos públicos la intención de sacralizar, de ennoblecer los temas o personajes a los que se dedican. Se aspira a trascender, pasar a la
posteridad; una expresión muy del gusto decimonónico, al que pertenece gran parte de la galería de retratos de esta colección.

Pero por más que busquen lo imperecedero, nunca pueden evitar verse condicionados y
reflejar las tendencias estéticas de moda en su momento, acatar las normas del gusto de
su tiempo.

Tampoco nosotras estamos al margen del contexto cultural de nuestra época. Es más, es
lo que nos permite ensayar una lectura de estas obras, utilizando la metáfora
benjaminiana, a contrapelo, intentando interpretar su significado en relación a lo que se
omite, más que a lo que explícitamente se menciona; acercarnos a lo que se muestra, a lo
que se ve, como una especie de, buscada o involuntaria, manera de esconder o de excluir.

Lo Otro que no está, los Otros, el Otro cultural se define por un entrecruzamiento
atravesado por vectores de género, pero también de raza y de clase. En la sección
histórica de la colección, dejando aparte a las alegorías y personajes mitológicos, las
únicas mujeres reales, valga la polisemia, son las reinas.

Por lo que atañe a la escasez de autoras en la colección histórica no hay más que remitirse
al seminal ensayo de Linda Nochlin “¿Por qué no han existido grandes mujeres artistas?”.
Las mantenía firmemente a raya, fuera de juego, una tupida red de obstáculos que las
excluía tanto de los centros de formación académica como de los círculos de decisión
respecto a los encargos oficiales –ámbitos drásticamente homosociales.

Por no hablar de las insuperables dificultades para compatibilizar el desarrollo de una
carrera profesional con el mandato social del matrimonio, la maternidad y los cuidados
de la familia.

Una ilustración idónea de esto la tenemos precisamente en la obra más antigua firmada
por una mujer que hay en la colección. Adquirido en 1981, el precioso Cuaderno de
aves para el príncipe Baltasar Carlos
, de María Eugenia de Beer, data de alrededor de
1637. La autora desarrolló su trabajo en el taller familiar y bajo la tutela del padre,
cesando su producción, parece, tras su matrimonio. De hecho, produjo muy poco.

O firmó muy poco. Parafraseando a Virginia Wolf, lo más probable es que la artista más
antigua, también en esta colección, no sea otra que “Anónima”.

La incorporación de obras de mujeres artistas no se va a empezar a producir de manera
regular sino a partir de los años 80, incrementándose significativamente a lo largo de las décadas siguientes.

Es interesante constatar la existencia de numerosas mujeres artistas que en su trabajo
no contemplan la inclusión de imágenes femeninas. Con muy contadas excepciones, no
las hay ni pintadas, ni esculpidas, ni fotografiadas… o, todo lo más, lo son de modo
fragmentario. Como si existiese, si no en todos los casos una clara conciencia, sí la
intuición, la sospecha del carácter artificial e interesado de las imágenes que ilustran
la categoría “mujer” como instrumento de dominio.

Da la sensación de que evitaran esas representaciones que les resultan ajenas y extrañas, inevitablemente cargadas, cultural e ideológicamente, y dibujasen más bien su contorno, alrededor, sus bordes, subrayando su condición de “vaciado”, y trabajaran más bien en lo que queda afuera, en las sombras, en las huellas, en su ausencia.

Es cierto que no es una actitud privativa de la obra de mujeres artistas ni común a todas
–pues no existe, está claro, una única “mirada de mujer”–, pero hay una cierta
voluntad de no ser explícitas, directas… burlando las dicotomías tradicionales y los
antagonismos más previsibles ligados al binarismo de la lógica heteropatriarcal. Se
trata de producir una iconografía nueva: esas revelaciones de la mujer–poeta que
anunciaba Rimbaud.

Rogelio López Cuenca y Elo Vega, artistas

MÁS INFORMACIÓN

  • L.Q.N.H. Por Rogelio López Cuenca y Elo Vega
MARÍA EUGENIA DE BEER. Cuaderno de aves para el príncipe Baltasar Carlos
ISABEL QUINTANILLA. José Ramón Álvarez-Rendueles
FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES. José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca
CARMEN LAFFÓN. Luis María Linde
ALICIA MARTÍN. Sin título (de la serie Contemporáneos)
SARA RAM. Contrato
EVA LOOTZ. Copa
MANUEL YUS Y COLÁS. María Cristina de Habsburgo-Lorena con Alfonso XIII niño
CORNELIUS VAN CLEVE. Virgen del lirio
JOAQUIM SUNYER. La tierra
DANIEL VÁZQUEZ DÍAZ. El mar
ANA PRADA. Un toque femenino (servilleta, silicona y palito de algodón)
LORENZO COULLAUT VALERA. Monumento a Echegaray
JOSÉ MARÍA SERT. América o Cuba
MARIA LOBODA. The Ngombo
JOSÉ VILLEGAS Y CORDERO. Baile andaluz con emparrado
MONTERRAT SOTO. Invasión Sucesión 20
GABRIEL MORCILLO. Dios de la fruta
HELENA	ALMEIDA. Seduzir

Cuaderno de aves para el príncipe Baltasar Carlos

María Eugenia de Beer

La autora desarrolló su trabajo en el taller familiar y bajo la tutela del padre, cesando su producción tras su matrimonio. Produjo muy poco. O firmó muy poco. Parafraseando a Virginia Wolf, lo más probable es que la artista más antigua, también en esta colección, no sea otra que “Anónima”.

José Ramón Álvarez-Rendueles

Isabel Quintanilla

La incorporación de obra de mujeres artistas a la colección solo empieza a hacerse regular a partir de los años 80, incrementándose a lo largo de las décadas siguientes. La primera en realizar el retrato de un gobernador del Banco fue Isabel Quintanilla en 1985: el de José Ramón Álvarez-Rendueles.

José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca

Francisco de Goya y Lucientes

De la galería de retratos de gobernadores, directores y otras personalidades vinculadas al Banco, ni falta hace precisar que son todos varones. Suman unos 80, desde el conde de Floridablanca a Luis María Linde. Han pasado 237 años entre un retrato y otro. Ambos miran de frente al espectador.

Retrato de Luis María Linde

Carmen Laffón

De la galería de retratos de gobernadores, directores y otras personalidades vinculadas al Banco, ni falta hace precisar que son todos varones. Suman unos 80, desde el conde de Floridablanca a Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Han pasado 220 años entre un retrato y otro. Ambos miran de frente al espectador.

Sin título (de la serie Contemporáneos)

Alicia Martín

Los libros, normalmente una especie de complemento de prestigio, de autoridad, en la obra de Alicia Martín aparecen en el instante en que se desmoronan en cascada, en una especie de alegoría del derrumbamiento del edificio de las pretenciosas certezas de la modernidad eurocéntrica.

Contrato

Sara Ramo

Esos papeles recortados pueden parecer también el resultado de haberle dado a un niño, para que juegue, un periódico atrasado, es decir, ya inútil: una metáfora también de la obsolescencia de las prioridades y jerarquías de esa modernidad occidental.

Copa

Eva Lootz

La obra de Eva Lootz no puede ser más europea: en ella no hay rastro de exotismo alguno. Sin embargo, se distingue por desbordar los límites de la excluyente racionalidad característica del pensamiento occidental. Todo su trabajo es una reivindicación de la materialidad, de la dimensión corpórea de los signos.

María Cristina de Habsburgo-Lorena con Alfonso XIII

Manuel Yus y Colas

Entre los retratos de las reinas, quizá el de María Cristina de Habsburgo-Lorena con Alfonso XIII niño sea el que mejor ilustre el papel del cuerpo femenino en el interior de la maquinaria social del patriarcado: un resorte intermedio destinado a la reproducción de legitimad.

Virgen del lirio

Cornelis van Cleve

La apología de la paciente aceptación del sacrificio, la abnegada entrega de la esposa y madre en aras de los verdaderos protagonistas –masculinos, por norma– de la historia se recoge aquí, como en toda representación de la «Virgen con el niño», emblema del feliz sometimiento a un mandato superior.

La tierra

Joaquim Sunyer

A caballo entre la autarquía franquista y el desarrollismo, una cristalina lección sobre la idealización de la maternidad como estrategia de alienación. También sobre la división sexual del trabajo: reconocido y remunerado, uno; desvalorizado el otro hasta la invisibilización. Reproducción y cuidados naturalizados como “sus labores”.

El mar

Daniel Vázquez Díaz

A caballo entre la autarquía franquista y el desarrollismo, una cristalina lección sobre la idealización de la maternidad como estrategia de alienación. También sobre la división sexual del trabajo: reconocido y remunerado, uno; desvalorizado el otro hasta la invisibilización. Reproducción y cuidados naturalizados como “sus labores”.

Un toque femenino (servilleta, silicona y palito de algodón)

Ana Prada

También a esas “labores propias de su sexo” parece aludir el trabajo de Ana Prada: en el propio titulo de «Un toque femenino» se evidencia el sesgo irónico con que se alude a los mitos patriarcales del “eterno femenino” o el “ángel del hogar”.

Monumento a Echegaray

Lorenzo Coullaut Valera

Esta proliferación de dóciles ninfas en los monumentos públicos coincidió con la progresiva incorporación de las mujeres a la esfera pública, al mundo del trabajo; con la posibilidad de acceder a la universidad, y hasta con transformaciones radicales de la moda femenina en el vestir y las primeras organizaciones feministas.

Conjunto para el salón de baile del príncipe Alexis Mdivani

Josep María Sert i Badía

Durante el largo proceso de abolición de la esclavitud en Cuba –en las décadas de 1870 a 1890–, los intentos de ascenso social por parte de los recién libertos fueron sistemáticamente contestados con caricaturas que ridiculizaban las aspiraciones de los negros de emular a sus antiguos amos.

The Ngombo (Serie)

Maria Loboda

Hay un poema de Alfonsina Storni (un antisoneto lo llama ella) que, tras una típica enumeración caótica –“entre pañuelo, cartas / resecas flores, tubos colorantes, billetes, papeletas y turrones”– concluye, en un inesperado giro, con el verso : “iba mi bolso con su bomba adentro”.

Baile andaluz con emparrado

José Villegas y Cordero

La modernización de las sociedades, el “progreso” y sus consecuencias va a provocar un interés inédito por lo popular, por los regionalismos. El gusto por la tradición y su idealización –cuando no directamente su invención– surgen precisamente cuando esos procesos de modernización la están conduciendo directamente a una irremediable extinción.

Invasión Sucesión 20

Montserrat Soto

El rastro silenciado del proceso de extracción de capital ejecutado sobre colectivos históricamente excluidos: una distante pulcritud evoca en sí la invisibilización del saqueo, del sacrificio sistemático en el altar del progreso, entre otros “recursos naturales”, de la carne y la sangre y los cuerpos de vidas consideradas prescindibles, desechables.

Dios de la fruta

Gabriel Morcillo Raya

El juego de transgresiones y travestismo no puede ocultar su naturaleza jerárquica, su mecánica de dominio, de quién tiene derecho de utilizar al otro e instrumentalizar su imagen: se trate de la guardia mora de Franco, de la chilaba del general Valera o del «soft porn» de Morcillo.

Seduzir

Helena Almeida

En esta perturbadora fotografía, la imagen fragmentada del propio cuerpo de la artista, –como en toda su obra de madurez– es protagonista principal, prácticamente exclusivo, no solo como campo de trabajo e investigación, sino de sujeto activo, en las antípodas del retrato convencional.

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