Colección
María Cristina de Habsburgo-Lorena con Alfonso XIII
- 1887
- Óleo sobre lienzo
- 251 x 161 cm
- Cat. P_125
- Encargo al autor en 1887
El 25 de noviembre de 1885 murió, prematuramente, el rey Alfonso XII. Unos meses después nació su único hijo, Alfonso XIII, que no empezó a gobernar hasta 1902. Hasta entonces asumió la regencia su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929), de origen austriaco, que tuvo que gobernar en una época muy delicada de la historia de España, en la que se perdieron las últimas colonias americanas y se produjo una profunda crisis de la conciencia nacional. En lo que se refiere al Banco de España, en ese tiempo se culminaron las obras de su sede principal, que se habían iniciado en 1884.
El retrato de Manuel Yus está firmado poco después de que María Cristina asumiera la regencia y debe su origen a la necesidad que secularmente ha tenido la institución de poseer retratos de los sucesivos jefes de Estado, que jugarían un importante papel representativo en la decoración de sus dependencias más importantes. Se trata de una obra muy correcta de ejecución, que recoge fórmulas de moda en el retrato áulico internacional, y que presenta un contenido interesante: vemos en primer término a la reina regente, vestida de negro en atención al luto que por entonces llevaba, sosteniendo entre sus brazos al rey niño, que viste de blanco y lleva en la mano derecha una rama de olivo. El olivo secularmente ha sido utilizado para aludir a la paz y a la prosperidad, y se trata de una referencia oportuna si tenemos en cuenta que hacía solo once años que habían finalizado las cruentas guerras carlistas.
El niño está de pie sobre una mesa de piedras duras en la que aparece un cojín encarnado sobre el cual descansan el cetro y la corona, que aluden a su condición real. La base de la mesa son los famosos leones que llegaron por mediación de Velázquez y que están revestidos también de un simbolismo relacionado con la monarquía hispánica. Cubre el suelo de la sala una rica alfombra y al fondo se ve un gran espejo sobre una chimenea.
A cualquiera interesado por la historia de la pintura española, el cuadro le evocará imágenes creadas dos siglos antes y vinculadas también a una reina regente y a su hijo menor de edad. Se trata de los retratos de Mariana de Austria y Carlos II, pintados por Carreño, de los que se conservan varios ejemplares distintos. A diferencia de este, en ellos no aparecen madre e hijo, sino que se conciben de manera independiente. Pero comparten tantas cosas en común que se hace difícil pensar en la posibilidad de que Yus no los hubiera tenido en cuenta a la hora de plantear su composición. Entre esas similitudes, aparte de que sus modelos sean respectivamente reina regente y rey en minoría de edad, figura el espacio. Carreño situó a sus personajes en el Salón de los Espejos del Alcázar, llamado así por los grandes espejos que contenía, que le sirvieron para reflejar en ellos el espacio de la sala y crear un efecto de profundidad. Lo mismo hace Yus con el espejo del fondo, a través del cual atisbamos la articulación del techo del salón o la forma de la araña que lo ilumina. Otra coincidencia todavía más significativa es la mesa de piedras duras con el león, que es muy similar al que sostiene la consola que aparece en el cuadro de Carreño. Con ello, Yus creó una fórmula que le permitía enlazar directamente con la tradición del retrato cortesano español.
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