Colección
Sin título (de la serie Contemporáneos)
- 2000
- Copia cromógena montada entre metacrilatos (Díptico)
- 162,5 x 234,6 cm
- Edición 3/3
- Cat. F_25
- Adquirida en 2002
El libro, para Alicia Martín, es un elemento sumamente familiar. Dice la artista que la casa de sus padres estaba llena de libros. De modo que, más que un objeto encontrado, se podría decir que fue el libro quien eligió a la artista. Y de una manera absolutamente intuitiva. La artista madrileña ha consagrado su carrera desde principios de la década de 1990 a hacer del objeto- libro (o contenedor del saber) la materia prima de una producción que, desde la intervención específica tanto en el espacio interior como en el exterior hasta el dibujo, la fotografía, la escultura o la animación, nos remite a la trascendencia y a la transmisión de la cultura al margen de la fragilidad del soporte. Alicia Martín es una artista que consigue que sus obras sean tan reconocibles como poco repetitivas. Fascinada por el carácter universal del libro — afirma que «cualquier persona sin diferencia de edad, cultura e idioma ve un libro y sabe lo que es»— y su esencia antropológica y ergonómica, Martín admira la capacidad de almacenamiento del libro, su versatilidad y su idoneidad para hablar de la evolución del hombre en la medida en que es un reflejo de sus preocupaciones sociales y personales.
Este díptico fue realizado en el 2000, el mismo año en que la artista lleva a cabo la suite fotográfica titulada Contemporáneos. Muestra, junto a una imponente instalación en la extinta Galería Oliva Arauna de Madrid, unos libros que ocupan un espacio donde coexisten todos los contenidos a la vez, invaden el lugar reservado al espectador, empujan y destruyen los muros y mantienen en tensión una pared que sostiene su caída inminente. De inquietante dinamismo, este díptico fotográfico fue realizado a partir de una acumulación de libros que caen o se derrumban de forma continua e incesante, y bien podría remitir tanto a la necesidad vital de liberar espacio para poder seguir cubriéndolo de un saber que nunca reposa como al estado de permanente vigilia en el que se prolonga la falta de una conclusión cuando el tiempo se representa «atascado». Se trata también de un modo muy sutil de hablar de la práctica escultórica desde su naturaleza conceptual, además de cuestionar la existencia de un único método archivístico debido a la celeridad con que evolucionan los significados que lo justifican.
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