Colección
Monumento a Echegaray
- 1925
- Mármol y bronce
- 478 x 160 x 160 cm
- Cat. E_27
- Encargo al autor en 1924
En las primeras décadas del siglo XX, los trabajadores del Banco de España encargaron varias obras de arte para demostrar su agradecimiento bien a la institución, bien a sus distintos responsables o como homenaje a un compañero. El escultor que llevó a cabo dichas piezas fue Lorenzo Coullaut Valera. Desde 1910 hasta 1924 se fechan cinco piezas de este autor, dos a modo de escultura monumental, un busto y dos placas relivarias. Salvo pequeños detalles, todas estas obras se enmarcan dentro de un discurso formal propio de la Academia, sirviéndose de los elementos alegóricos que eran comunes en la tradición.
En cuanto a la que quizá se considera la pieza más importante que se le encargó a Coullaut, un grupo escultórico que realizó en 1924, se trata de un monumento de grandes dimensiones dedicado al escritor José Echegaray. Echegaray, que obtuvo el Premio Nobel en 1904, fue también ministro de Hacienda, concediendo al Banco de España en 1874 el monopolio de la emisión de billetes. El monumento, sobre una base de mármol verde con molduras, tiene como centro un pilar de mármol ocre y dos figuras en mármol blanco representando a la Ciencia y a Talía, mientras que la base cuenta con dos relieves con las cabezas de Mercurio y una alegoría del Teatro. Remata el conjunto un busto del escritor.
La mayoría de las semblanzas que se han realizado sobre Echegaray lo califican de polifacético, siendo probablemente este el concepto que mejor lo define. Fue ingeniero de caminos, físico, matemático, divulgador científico, dramaturgo, economista, político y se implicó en todos esos campos de la actividad y del saber de modo brillante, alcanzando ya en su tiempo un renombre extraordinario.
José Echegaray Eizaguirre, nacido en Madrid en 1832, era hijo de José Echegaray Lacosta, médico aragonés, y de Manuela Eizaguirre Chale, navarra. Vivió en Madrid hasta los cinco años, cuando su padre se trasladó a Murcia como profesor de instituto. Ingresó en la Escuela de Caminos de Madrid en 1848, obteniendo el título de Ingeniero de Caminos en 1853 con el número uno de su promoción. Tras una breve estancia en Almería como ingeniero, regresó a Madrid en 1854, al iniciarse el Bienio Progresista. A partir de entonces se vinculó con la Escuela de Caminos como profesor y fijó su residencia en Madrid. Contrajo matrimonio con Ana Estrada, con quien tuvo dos hijos.
En aquellos años se interesó vivamente por una nueva disciplina, la economía política, y participó intensamente en las discusiones del Madrid de mediados de siglo. Se convirtió en un gran defensor de las ideas librecambistas, esgrimiendo las ventajas de la apertura exterior de los mercados. Participó de modo activo en asociaciones que defendían el librecambio, como la Sociedad Libre de Economía Política o la Asociación para la Reforma de los Aranceles —que creó junto con otros conocidos librecambistas—. Para difundir sus ideas fundó El Economista junto a otro ingeniero y profesor de la Escuela de Caminos, Gabriel Rodríguez. Paralelamente, argumentó incansablemente a favor de los derechos individuales y de la legitimidad de las diferencias sociales basadas en el talento y en el esfuerzo personal.
Al mismo tiempo publicó numerosos estudios de matemáticas —«su primera afición, la más intensa, la más perdurable»— y de física. Según él mismo recoge en sus Recuerdos, «las matemáticas fueron, y son, una de las grandes preocupaciones de mi vida; si yo hubiera podido ser rico o lo fuera hoy, si no tuviera que ganar el pan de cada día con el trabajo diario, probablemente me hubiera marchado a una casa de campo muy alegre y confortable y me hubiera dedicado exclusivamente al cultivo de las ciencias matemáticas [...]». No obstante, supo hacer compatible el estudio de las matemáticas con el ejercicio de su profesión y con el resto de las actividades que emprendió, como la literatura, el periodismo y la política. Ingresó en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1865. Su discurso de ingreso, «La historia de las matemáticas puras en nuestra España», en el que sostenía la inexistente aportación de España a las matemáticas y atribuía su causa a la intolerancia religiosa y política, dio origen a una encendida polémica en la prensa.
La Revolución de 1868 supuso la entrada de Echegaray en la política activa. Fue nombrado director general de Obras Públicas, Agricultura, Industria y Comercio en el ministerio de Fomento, dirigido entonces por Ruiz Zorrilla, constituyendo tal Dirección General casi un ministerio por la amplitud de competencias que abarcaba. Su éxito en el cargo sirvió de catapulta para su candidatura al Congreso en las Cortes constituyentes de 1869.
Durante los años del Sexenio obtuvo el acta de diputado en casi todas las elecciones e intervino en los debates parlamentarios con vehemencia, defendiendo un punto de vista contrario al proteccionismo en el orden económico y la supremacía de las libertades y derechos individuales frente a la Ley. En sus discursos y argumentaciones se vislumbraba a un gran orador con una gran habilidad dialéctica, utilizando con frecuencia metáforas tomadas de la geología o de la física.
Echegaray fue ministro de Fomento entre julio de 1869 y enero de 1871, en los dos gobiernos sucesivos presididos por Prim. En julio de 1872, bajo la presidencia de Ruiz Zorrilla, se ocupó de la cartera de Fomento por tercera vez, hasta septiembre del mismo año. Su mayor aportación en Fomento fue la Ley sobre libertad de creación de bancos y sociedades anónimas y las leyes de construcción de ferrocarriles. Su apoyo a la intervención del Estado para extender la red ferroviaria lo apartó de las ideas librecambistas, lo que le valió severas críticas de la oposición. También se preocupó de la mejora de la enseñanza, de la instrucción de la mujer y de las retribuciones del profesorado.
Cuando Ruiz Zorrilla ocupó la presidencia del Gobierno en junio de 1872, Echegaray fue nombrado de nuevo ministro de Fomento (de junio a diciembre 1872) y más tarde de Hacienda (de diciembre de 1872 a febrero de 1873). En enero de 1874, tras el golpe de Pavía, fue nombrado de nuevo ministro de Hacienda, en el Gobierno presidido por el general Serrano. Su decisión política más transcendental fue el Decreto de 19 de marzo de 1874, por el que se otorgaba al Banco de España el monopolio de emisión de billetes para toda la nación, estableciéndose la circulación fiduciaria única en sustitución de la pluralidad de emisión realizada por varios de los bancos emisores existentes en provincias, además del Banco de España. Como compensación a las facultades otorgadas, el Banco de España concedió al Gobierno un crédito de 125 millones de pesetas. La decisión, tomada en una situación de extrema gravedad de la Hacienda española, era contraria, nuevamente, a los principios librecambistas de Echegaray.
El teatro fue, desde su juventud, su gran afición y aquello por lo que, pasado el tiempo, ha sido más recordado. Publicó su primer drama, El libro talonario, en febrero de 1874, estrenando a lo largo de los siguientes treinta años al menos dos obras al año y ocupando con éxito ininterrumpido los escenarios madrileños. En 1904 la Academia sueca le concedió el premio Nobel de Literatura, compartido con Frédéric Mistral, organizándose en marzo de 1905 un gran homenaje en su honor.
La divulgación científica fue otra de las tareas a las que se dedicó con más afán y para la que estaba particularmente dotado. Hasta edad muy avanzada, Echegaray publicó en revistas científicas y en la prensa diaria artículos divulgativos sobre modernos descubrimientos científicos.
Volvió a ocupar la cartera de Hacienda en 1905, en el Gobierno de Montero Ríos. Echegaray fue miembro fundador de la Institución Libre de Enseñanza, presidente del Ateneo de Madrid, académico de la Real Academia de la Lengua, de la Sociedad Española de Física y Química, de la Sociedad Matemática Española, catedrático de Física Matemática en la Universidad Central, senador vitalicio, director gerente (1908-1913) y luego presidente (1913-1916) de la Compañía Arrendataria de Tabacos y Caballero del Toisón de Oro, entre otros. Tuvo la fortuna de conservar la lucidez hasta el final de sus días.
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