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Miguel Ángel Campano: 'El Naufragio', 1984 [detalle]

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AMPUTACIONES, TENTACIONES, ABSTRACCIONES, MUSAS, TRABAJO, PODER. Por Marta Sanz

Un itinerario que aspira a encontrar, en la pluralidad de esta colección, la idea de cuerpo. El cuerpo en el caleidoscopio de la Historia en general y de la Historia del Arte en particular.

Hace un tiempo leí un maravilloso libro de la escritora francesa Brigitte Giraud. Se titula Tener un cuerpo (Contraseña, 2018). En él, la autora caligrafiaba su vida, hacía un recorrido por su biografía, se “encarnizaba” en su texto —el verbo “encarnizarse” asociado a la escritura se lo debemos a la gran Marguerite Duras—… Relataba su evolución como mujer a través de la acumulación de sus cuerpos sucesivos en un instante reconocible -Francia, siglo XX- del flujo espacio-tiempo: el cuerpo de la niña que se rebela contra su feminidad; el cuerpo de la adolescente que teme quedarse embarazada; el cuerpo de la trabajadora que cumple de pie con sus tareas y se duele de la hinchazón de las piernas y de las varices; el cuerpo de la mujer que ama a un hombre; el cuerpo de la embarazada; el cuerpo que experimenta la ausencia del compañero muerto… Distintos cuerpos, con estados diferentes de deseo o ansiedad, de miedo o satisfacción, que, sin embargo, convergen en la misma identidad y, a fin de cuentas, son una misma estructuración de huesos, oquedades y órganos. Me sentí identificada con Giraud porque yo también creo que mi vida y yo misma somos sucesión de cuerpos mutantes, que se quejan o gozan, sufren distintas modalidades del hambre y la sed, se estiran y se encogen, construyen su silueta y definen sus perfiles contra y desde todo lo que les rodea… Pienso que el cuerpo es un texto que va evolucionando —la piel se tatúa con las arrugas, la columna se encorva con las cargas del trabajo, el pecho avanza hacia delante gracias al peso específico de la madurez o se oculta en la conciencia de la vulnerabilidad— y, del mismo modo, a menudo escribo e interpreto los textos de la literatura y del arte como anatomías que podrían ser diseccionadas no sé si por Rembrandt o por el doctor Tulp. Las obras de arte tienen piel y se vivifican con el corazón que bombea por detrás de ellas. Bajo la epidermis, está el latido y la necesidad de la interpretación demorada y espeleológica.

Más allá de la hipótesis de que la obra de arte comparta con los cuerpos físicos la armonía, la posibilidad de enfermar, de atraer o repeler al ojo que mira, a veces sobre la incógnita —no sé si infinita— del lienzo representamos cuerpos que nos llevan a intuir informaciones —no periodísticamente verificables— sobre artistas, épocas, ideas sobre lo representado… La imaginación técnica, de la que hablaba Francis Bacon, ese estilo o esa aproximación a una forma que significa en sí misma y define los contornos de lo expresado, es la que a veces transforma en un eufemismo la violencia contra las mujeres o engrandece a los hombres poderosos. El modo de definir distintos cuerpos a partir de las opciones estilísticas no solo refleja realidad, sino que además la construye. Porque nosotras y nosotros —y no me olvido de la metáfora física ni por un instante— metabolizamos los libros que leemos, los cuadros que contemplamos, las canciones que tarareamos casi sin darnos cuenta… Se han quedado ahí, en alguna parte, y las reproducimos casi sin sentir. En el gesto de mi mano se esconde la pose de una actriz en una película romántica, o en mi gusto por las sandías abiertas hay un recuerdo rojo de ciertos bodegones. Metabolismo. Cuerpo. Transfusiones. Nutrición.

He querido ir dejando mis miguitas de pan para trazar un sendero en el bosque. Pulgarcita, o sea yo, marca un itinerario que aspira a encontrar, en la pluralidad de esta excelente colección, la idea de cuerpo. Pulgarcita, juguetona, une con una línea imaginaria ciertos puntos y aparece el cuerpo, reflejado en distintas facetas del prisma, el cuerpo en el caleidoscopio de la Historia en general y de la Historia del Arte en particular. Les invito a detenerse en metáforas del cuerpo que nos hablan de amputaciones, tentaciones, inspiraciones, abstracciones… Desde una tabla pintada en torno a 1500 al Retrato de Luis Ángel Rojo, obra de Carmen Laffón, les propongo un recorrido por el cuerpo del arte, el cuerpo de las mujeres vestidas y semidesnudas, el vapuleado cuerpo de las musas, el cuerpo andrógino, el cuerpo ambiguo, el cuerpo amputado, el cuerpo casto y el cuerpo tentador, el cuerpo regio de la mujer que manda, el cuerpo de los hombres que trabajan de noche, el cuerpo reducido a cabeza y el autorretrato, los cuerpos que se ocultan como pentimento bajo el arte no figurativo, el cuerpo masculino y trajeado del poder… Las artistas y los artistas en quienes les propongo que se interesen son anónimos, pertenecen a un taller, o nombres relevantes: Soledad Sevilla, Antonio Saura, Gutiérrez Solana, Federico de Madrazo. Otros son copistas de obras tan valoradas como “Judith con la cabeza de Holofernes” de Cristofano Allori. Vivimos en la tensión entre lo vivo y lo pintado; el original y la copia. La relación de los cuadros entre sí dibuja una figura y, a su vez, cada obra en particular forma parte de una genealogía que se mueve en círculos por el tiempo; en el caso de la copia de Allori, no he podido evitar acordarme del mismo tema pintado por Caravaggio o por Artemisia Gentileschi, cuya vida, singularidad e intrepidez fue tan bien retratada por Anna Banti, escritora contemporánea especialista en Arte, que nos dejó un libro, violento y bellísimo, Artemisia, rescatado por la editorial Periférica. Literatura, cine, pintura, música, danza, Dafne detenida en el momento mismo de metamorfosearse en laurel, todo son vasos comunicantes… En este viaje, les propongo que se detengan y se deleiten, imaginen, se metan dentro de una de las joyas de esta colección: “Huyendo de la crítica” de Borrell del Caso. Introduzcan su propio cuerpo en el lienzo mientras el niño que lo protagoniza intenta salir de él. No se golpeen al cruzarse, pero sepan que de esa experiencia de contemplación no saldrán indemnes… Quizás ahí está la gracia. Atrévanse.

Por Marta Sanz - Escritora. Premio Herralde de novela (2015)

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Dos figuras femeninas

Pedro Berruguete

La tabla es un fragmento de un cuerpo más complejo. De un retablo. También los textos son cuerpos que se diseccionan. Dentro del cuerpo, dos cuerpos de mujeres llevan a cabo la acción noble de la conversación. Las manos gesticulan. También hablan. Propiedad transitiva: el fragmento habla. El cuerpo del arte es comunicativo

Figura alegórica

Autor desconocido flamenco, nórdico o francés

Júpiter, transmutado en águila. Cuerpo de matrona con rica vestimenta. El espejo reduce la mirada a reflejo y nos mete en el cuadro. Alguien secciona la tabla y, con ella, brazo y mano. Se amputa lo que sobresale. No hay confusión entre lo vivo y lo pintado, pero acaso sí el alegórico castigo de una casquivana.

David con la cabeza de Goliat

Autor desconocido italiano

Los labios y el hombro de David son sensuales y, en esta actualidad 'queer' que aborrece lo binario, reconocemos antiguos paradigmas: el cuerpo indefinido del efebo, la belleza andrógina y el terciopelo trenzado de una caballera que nada tiene que ver con cabezas de toro colgadas en paredes. No hay taxidermia.

Degollación de san Juan Bautista

Giovanni Baglione

Juan aún conserva su cabeza de animalito. Pero el ojo que mira conoce esta historia. Temblor. El brazo del verdugo es poderoso: hay que tener fuerza para acometer una degollación. Cuerpo del que mata por orden real. Un cuerpo somete al otro: la mano mantiene gacha la cabeza del que va a morir.

Judith con la cabeza de Holofernes

Cristofano Allori

Historia dentro de la historia: Allori es Holofernes; su amante, Mazzafirra, Judith; su suegra, la anciana. Más allá de la hipotética profecía sentimental, ¿se fijan en qué hermosura de composición, qué colores, con qué fuerza aprieta Judith los puños para sujetar la espada y, por los pelos, la reducción del hombre a su cabeza?

José y la mujer de Putifar

Antoni Viladomat i Manalt

Cuerpo casto y cuerpo tentador. Él tiene cara de estar harto “Señor, qué cruz” y ella no quiere dejar escapar su pollo vivo. Él es casto, y ella una viborilla. Esta escena bíblica me divierte mucho porque, sinestésicamente, no dejo de oír: "¡Ay, Ba, Ay, Ba, Ay, Babilonio que marea…!”

Isabel II

Federico de Madrazo y Kuntz

El cuerpo femenino del poder tiene veinte años. La redondez de la blanca carne revela los grasos alimentos. Es un cuerpo vestido: una reina no es alegoría que se pueda presentar desnuda. El cuerpo y lo que lo arropa -brillante vestido azul, joyas, metales de la diadema- son de excelente calidad. Todo es como debe ser. Complace.

Huyendo de la crítica (Una cosa que no puede ser o Muchacho saliendo del cuadro)

Pere Borrell del Caso

“… llama la atención el contraste entre la tensión de la clavícula, la delgadez de un pechito escueto, y la redondez de unas manos, incluso de un tobillo, que aún son infantiles. Luego me fijo (…) en la vestimenta del muchacho y tengo que insistir en que no es de buena familia.”

Figura femenina reclinada

Josep de Togores

La anónima mujer muestra la curva del hombro y las ubres ubérrimas, pese a la decantación de la geometría. Lleva el pelo suelto: las mujeres que pueden pintarse y reducirse a polígono -ni etéreo ni industrial, pero sí metal pesado- han de lucir una cabellera atractiva. En 1925 aún no existían las musas calvas

Los asfaltadores de la Puerta del Sol

José Gutiérrez Solana

El cuerpo del trabajo es carnavalesco, nocturno y se intoxica con las emanaciones del asfalto. El cuerpo, en composición circular y de complexión goyesca, son muchos y es uno en el esfuerzo. Cuerpo colectivo de sombras y luces que apenas iluminan. Un hombre protege su ropa con un delantal. Un pantalón nuevo sería un derroche.

Cabeza

Antonio Saura

Esta parte del cuerpo, separada del resto de la anatomía, podría ser un autorretrato. La cabeza funciona como metonimia y amputación simultánea de un pintor. Además, veo gestualidad, convulsión, la tragedia de Darth Vader y un metalizado insecto de otra galaxia. Terror psicológico y daño autoinfligido. Búsqueda y recreación en el dolor.

Sandra

Antonio Saura

Para salvarse de la destrucción, Saura pinta un arquetipo femenino. En ese salvamento, yo —dama que mira a esta otra dama que se esconde y fractura— atisbo culturales residuos de arañas y religiones oscuras. Me consuelo pensando que el pintor tampoco se ahorra esa negra crueldad en la decapitación de su propio autorretrato.

Las Meninas V

Soledad Sevilla

Bajo la urdimbre y el cálido efecto de la luz, bajo la atmósfera manta, se arropan y descubren, imaginativamente, las figuras de un antiguo arte: rey y reina, reflejos, pintor, perros, infanta, meninas… Cuerpos y multitudes están dentro de mis ojos. O son fantasmagorías. La dama se esconde bajo el cendal y el tejido.

Retrato de Luis Ángel Rojo

Carmen Laffón

El cuerpo masculino del poder no se pinta con indumentaria festiva ni con el doméstico batín. Se pinta con el decoroso realismo-realidad de un traje de buen corte. Terno gris casi confundido con el fondo en mímesis funcionarial del hombre eficiente que no necesita hacer alardes. Es casi imprescindible posar serio y llevar gafas.

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