Sandra
- 1959
- Óleo sobre lienzo
- 130 x 97 cm
- Cat. P_445
- Adquirida en 1990
- Observaciones: El artista tiene otras variaciones de esta obra con el mismo título.
Consciente de la omnipresencia de la figura humana en la pintura española, y de las connotaciones de la imagen arquetípica de la mujer para la pintura religiosa y el retrato, Saura emprende en la década de 1950 el trabajo de las Damas. Ante esta macroserie, la historiografía se debate sobre si excluir o encuadrar en ellas sus figuras femeninas de cuerpo entero tituladas con nombre de pila, como es el caso de Sandra (1959). El pintor explica en estos términos su recurrencia al cuerpo femenino: «Para no caer en un caos absoluto, para no llegar al suicidio, para no perder pie y no alejarme de una realidad tremenda, he escogido sin percatarme la única estructura que podía convenirme [...]. El cuerpo de la mujer presente en todos mis cuadros desde fines de 1955, reducido a su más elemental presencia, casi un esperpento, sometido a toda clase de tratamientos cósmicos y telúricos puede parecer una prueba de la constante presencia del ser humano en el arte español, pero es sobre todo un apoyo estructural para la acción, para la protesta, para no perderme». Sandra (1959) muestra ya la pintura de Saura deslizándose de manera decidida hacia un arte gestual atento a la evolución de la abstracción internacional y visiblemente deudor tanto de la corporeidad monstruosa de las mujeres de Willem de Kooning como del dripping de Jackson Pollock, ante cuyo «pincel eyaculador» Saura se declaró rendido. Para él, «la pintura está íntimamente ligada a la sexualidad [...] tal vez más que ninguna otra forma de expresión. Aunque solo sea porque crea algo [...]. El pintor participa de la corriente vital del universo». En Sandra y otras obras contemporáneas, se une a la dedicación al cuerpo femenino una noción de «fertilización» o «fecundación» del cuadro a través de la pintura. Ese principio masculino, presente en las interpretaciones de Pollock o de Picasso de parte de la crítica, refleja lo femenino como opuesto a formas dictatoriales de «orden fálico», como la España de los años cincuenta. Estas mujeres con nombre propio acaban configurando un arquetipo de la mujer que funciona en el inconsciente colectivo, desde la Virgen exaltada hasta la viuda enlutada de la posguerra española, pasando por lo erótico como amenaza o por el arquetipo materno de las venus prehistóricas.
La obra muestra un momento en el que Saura trata de contener la figura centrada en el lienzo con un buen aporte de reserva en blanco. Un modo similar de composición se halla en obras del mismo período, como Lola o Dama (1956, Museo Reina Sofía, Madrid) o María (1956, colección particular) y devendrá en espacio claustrofóbico con el avance de su carrera. No obstante, la única obra que por el momento se ha identificado con idéntico título, Sandra (1956), muestra una composición diferente: en un lienzo de tamaño algo mayor (160 x 130 cm), la figura informe de la mujer asoma por el costado izquierdo, dejando la reserva a la derecha. Esta primera Sandra, sin duda vinculada a la que posee el Banco de España, fue documentada en 1994 por Gérard de Cortanze como perteneciente a la colección del artista y en la actualidad forma parte de una colección particular de Madrid.
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