Los asfaltadores de la Puerta del Sol
- 1930
- Óleo sobre lienzo
- 140 x 115 cm
- Cat. P_604
- Adquirida en 1997
- Observaciones: El Nagasaki Prefectural Art Museum de Japón conserva una versión de menores dimensiones de esta obra.
En un momento trascendental de la carrera de Gutiérrez Solana, tras la exposición retrospectiva de 1929 en el Museo de Arte Moderno de Madrid, realizó Los asfaltadores de la Puerta del Sol (1930) como colofón de la época más fecunda del autor, identificado con la década de 1920. En el grupo de trabajadores en acción de esta pieza se subraya el esfuerzo físico, la humanidad descarnada y la reciedumbre como habituales motivos solanescos, pero tratados de un modo entre caricaturesco y sórdido, que acaba asociando una escena de aparente carácter documental a sus célebres corros de máscaras carnavalescas, algo especialmente visible en el único rostro frontal de la escena. Su tendencia a la composición circular de personajes aparece en otras obras destacadas como La vuelta del indiano (1924, Colección Banco Santander), La tertulia del café de Pombo (1920) o La murga gaditana (c. 1938), ambas del Museo Reina Sofía, y se ha definido como uno de sus gestos de evidente impronta goyesca, con los personajes en este caso en torno a la gran caldera en la que se funde el asfalto. Según Manuela Mena, Los asfaltadores de la Puerta del Sol pudo encontrar inspiración en La fragua de Francisco de Goya (1815-1820, Frick Collection, Nueva York), una hipótesis que convierte la obra del Banco de España en confirmación de la intermitente recurrencia a citas literales del maestro aragonés, en especial en lo referente a composición y tipos humanos, aquí aplicado a un motivo costumbrista: el de una actividad urbana realizada durante la noche, lo que permite a Solana añadir tenebrismo a una escena protagonizada por rostros sombríos enmascarados por el humo.
En cuanto al motivo elegido, la bibliografía tiende a buscar un antecedente directo en la estampa al aguafuerte homónima grabada en 1900 por Ricardo Baroja, hermano de Pío Baroja, de la que la Biblioteca Nacional conserva una copia.
Si resultó en algún sentido inspiradora para la pintura de Solana, tal influencia quedaría limitada a la elección del tema. En cualquier caso, Los asfaltadores de la Puerta del Sol antecede en varios años la línea de representación de oficios que aparece en obras posteriores de Solana como Pellejeros (c. 1939, colección particular), lo que incorpora avant la lettre a estos trabajadores a la pléyade solanesca de pescadores, carniceros y otros personajes masculinos esforzados que conforman un fresco de representación cruda y fatalista de la clase obrera, aplicada al entorno de la metrópoli. Pero a tal discurso socializante y pesimista de Solana se ha de añadir, si imaginamos a este grupo en la penumbra moviendo mecánicamente las palas para remover el fluido caliente, el gusto de Solana por maniquíes, muñecos articulados y autómatas que Eugenio Carmona ha resumido en el término freudiano de «lo siniestro» o «lo inquietante» (Unheimliche).
Esta versión de Los asfaltadores de la Puerta del Sol estuvo presente en el Pabellón de España de la XVI Bienal de Venecia de 1930 con el título Lastricatori, así como en otras presentaciones fuera y dentro de España. Y es precisamente el periplo de la obra lo que ha provocado que diversos estudios hayan tendido a confundirla con otra versión del cuadro, prácticamente idéntica en su composición, conservada hoy en el Nagasaki Prefectural Art Museum. Aquel lienzo, de menor tamaño (100 x 73 cm), inauguró la extraordinaria colección de arte español del ministro plenipotenciario japonés Yakichiro Suma, quien lo adquirió a su llegada a España 1941, apenas horas antes de su entrega de credenciales ante el ministro Serrano Suñer. En esos años, la obra de mayores dimensiones que nos ocupa pertenecía ya a una colección privada de Barcelona, de donde pasó a la Colección Banco de España en 1998.
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