
Catorce obras de nuestra Colección cedidas para exposiciones organizadas por diferentes entidades artísticas y museísticas españolas
El Banco de España tiene el firme compromiso de acercar su patrimonio a la ciudadanía, tanto a través de diferentes proyectos impulsados por la propia institución como del préstamo de obras pertenecientes a su Colección a exposiciones de otros museos y espacios artísticos. A este respecto, durante el presente verano catorce obras que forman parte de nuestro fondo patrimonial se pueden ver en las muestras Vistiendo un jardín, de San Telmo Museoa de Donostia-San Sebastián; Sorolla a través de la luz. De la tradición a la modernidad
, de CIUDEN. Fundación Ciudad de la Energía (Sala Condensadores de La Térmica Cultural de Ponferrada); Soledad Sevilla. Ritmos, tramas, variables
, de IVAM – Institut Valencià d'Art Modern; José Guerrero. A propósito del paisaje
, de la Fundación Mapfre Madrid; Pintura liberada. Joven figuración española de los 80
, del Museo Carmen Thyssen Málaga; y En el aire conmovido... Imagen, emoción, utopía
, del CCCB: Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.
La primera de las exposiciones citadas, Vistiendo un jardín, que puede visitarse en San Telmo Museoa
hasta el 28 de septiembre, «aborda la evolución de los motivos florales que surgieron entre el Barroco y la Ilustración», poniendo de relieve como la transformación de estas representaciones refleja los «profundos cambios que se produjeron en este periodo en las relaciones del ser humano con el mundo natural, así como la efervescencia de nuevas ideas artísticas, científicas y filosóficas». Para esta muestra, comisariada por Gema Batanero López, el Banco de España ha cedido tres obras: una pareja de lienzos de floreros de Gabriel de la Corte y una fotografía de Paula Anta perteneciente a su serie Paraísos artificiales.
Gabriel de la Corte: Florero (c. 1687) | Florero (c. 1687). Colección Banco de España
Fechados a finales del siglo XVII, los lienzos de Gabriel de la Corte constituyen ejemplos paradigmáticos del quehacer de este pintor de origen flamenco especializado en el subgénero floral y sobre el que hasta recientemente ha habido un gran desconocimiento, lo que propició ciertas dudas sobre su atribución. Como nos explica Ángel Aterido, el primero de ellos destaca por su voluminoso pie labrado y la «morbidez dinámica y colorista» del conjunto, muy del gusto del público de la época; mientras el segundo recuerda en sus formas a uno de los modelos más utilizados por Juan de Arellano. «Ambas composiciones», añade Aterido, «fueron concebidas como un todo complementario, de claro sentido decorativo, como objetos en los que la naturaleza era traída y aislada al medio urbano».
Paula Anta: Busan02 (serie Paraísos Artificiales), 2008. Colección Banco de España
Por su parte, Busan02 (2008) es una de las tres fotografías de la serie Paraísos artificiales de Paula Anta que adquirió el Banco de España en 2022. Una serie en la que a través de imágenes que muestran tiendas de plantas y flores artificiales surcoreanas, la artista reflexiona en torno a cuestiones como el progresivo alejamiento de la naturaleza en las sociedades industrializadas o la particular relación que ciertas culturas asiáticas tienen con la práctica de la copia.
En la exposición Sorolla a través de la luz. De la tradición a la modernidad, que acoge hasta el 13 de octubre la Sala Condensadores de La Térmica Cultural
de Ponferrada, espacio ligado a la Fundación Ciudad de la Energía (CIUDEN)
, puede verse, En la tasca. Zarauz, uno de los trabajos de este artista valenciano que conservamos en nuestra colección. A través de una selección de 40 obras de diferentes momentos de su carrera, esta muestra propone un recorrido panorámico por la trayectoria de Joaquín Sorolla y Bastida, remarcado cómo en su trabajo confluyen la tradición española, «vinculada a la idiosincrasia particular de sus especificidades como pueblo», con la utilización de hallazgos y recursos claves de las vanguardias pictóricas de su época.
Joaquín Sorolla: En la tasca. Zarauz (1910). Colección Banco de España
Vista de sala de la exposición Sorolla a través de la luz. De la tradición a la modernidad con la obra En la tasca. Zarauz (Joaquín Sorolla, 1910)
Realizado en 1910, En la tasca. Zarauz fue uno de los numerosos lienzos que Sorolla pintó durante sus estancias veraniegas en la costa guipuzcoana, donde alterna la producción de obras en las que plasma el veraneo de la alta sociedad, experimentando con una luminosidad muy distinta a la de su Valencia natal, con cuadros en los que retrata a personajes humildes y sus actividades cotidianas. Con su sencilla composición frontal de reminiscencias fotográficas, En la tasca. Zarauz pertenecería a este segundo grupo. Constituye, además, como nos explica Mónica Rodríguez Subirana, un destacado ejemplo del interés que Sorolla siempre mostró por la representación de tipos populares en momentos de ocio y de descanso, esto es, en escenas íntimas que funcionan «casi como retratos no solo físicos, sino también de costumbres».
De otra artista valenciana, Soledad Sevilla, galardonada en el año 2020 con el Premio Velázquez de Artes Plásticas, hemos prestado cuatro obras para Ritmos, tramas, variables, la retrospectiva que le ha dedicado el Museo Reina Sofía y que ahora puede verse en el IVAM - Institut Valencià d'Art Modern
. Comisariada por Isabel Tejeda, esta muestra repasa cronológicamente sus seis décadas de trayectoria, incluyendo más de un centenar de obras, desde piezas ligadas a sus primeros pasos en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid hasta producciones actuales, algunas realizadas específicamente para la exposición.
Soledad Sevilla: Las Meninas IV (1982). Colección Banco de España
Vista de sala de la exposición Ritmos, tramas, variables con la obra Meninas IV (Soledad Sevilla, 1982)
Las piezas de Sevilla que hemos cedido para esta muestra —Meninas IV, Belmont VI, Belmont VII y Belmont VIII— corresponden a un momento clave en su carrera: principios de la década de 1980. En esos años, coincidiendo con su estancia en Estados Unidos tras obtener una Beca de investigación del Comité Conjunto Hispano-Norteamericano de la Universidad de Harvard, la artista da un giro a la investigación en torno a las tramas geométricas que venía desarrollando desde finales de los años sesenta. Un trabajo fundamental a este respecto es la serie que dedica al cuadro de Las Meninas de Velázquez que, como nos indica Yolanda Romero, no solo da cuenta de su creciente interés por la representación del espacio a través de los elementos inmateriales que lo componen, sino que también anticipa la centralidad que lo poético y lo emocional adquirirá en su obra posterior. Ambas tendencias también están ya latentes en su serie Belmont, cuyo título alude al barrio de Boston en el que residía.
Soledad Sevilla: Belmont VII (1982) | Belmont VIII (1982). Colección Banco de España
Otra exposición a la que hemos prestado obras de nuestra colección es José Guerrero. A propósito del paisaje que la Fundación Mapfre
inauguró el pasado mes de febrero en el Centro de Fotografía KBr de Barcelona y ahora presenta en su sede madrileña del Paseo Recoletos. Comisariada por Marta Gili, la muestra abarca el conjunto de la trayectoria de este fotógrafo granadino, dando cuenta de cómo, al igual que otros artistas de su generación, concibe el paisaje como una «entidad viva», de modo que, al fotografiarlo, busca ir «mucho más allá de la mera representación» para tratar de desvelar las memorias y tensiones que contiene.
José Guerrero: Carrara #3 (2016). Colección Banco de España
En el caso de la serie a la que pertenecen las dos fotografías —Carrara #3 y Carrara #5— cedidas por el Banco para la muestra, José Guerrero, fotógrafo de formación arquitectónica, se confronta a un paisaje cargado de historia y connotaciones simbólicas: las canteras de Carrara, en el norte de la Toscana. Cabe recordar que desde la Antigüedad el mármol de Carrara ha estado asociado a la arquitectura del poder y a una cierta cultura del lujo. Según Carlos Martín, en su acercamiento al lugar del que se extrae este material, con una serie fotográfica que nos muestra los huecos dejados por la extracción de la roca —formas de «arquitectura inintencionada de un extraordinario poder visual»—, Guerrero ahonda en su trabajo de experimentación entre la fotografía documental y la abstracta, al tiempo que incide en su reflexión en torno a cuestiones como la «capacidades sugestivas de las construcciones del pasado» o los efectos sobre el territorio de la explotación masiva de los recursos naturales.
José Guerrero: Carrara #5 (2016). Colección Banco de España
El trabajo en torno al paisaje, concebido como vía de acceso para indagar sobre la memoria, también juega un papel fundamental en la obra de Juan Fernández Lacomba, de quien hemos prestado el cuadro Torre, figuras y pájaros (1985) para la exposición Pintura liberada. Joven figuración española de los 80, del Museo Carmen Thyssen Málaga
. La muestra, que puede visitarse hasta el 14 de septiembre, reúne una treintena de obras pictóricas de la década de 1980, cuando tras la hegemonía del informalismo y las experiencias conceptuales colectivas en las dos décadas precedentes, emerge una nueva pintura figurativa, caracterizada por una preeminencia expresionista de la forma y del color, que refleja «el inusitado y anhelado clima de libertad» de la España de los primeros años de la democracia.
Juan Fernández Lacomba: Torre, figuras y pájaros (1985). Colección Banco de España
Visita virtual
a la exposición Pintura liberada. Joven figuración española de los 80, donde se puede ver la obra Torre, figuras y pájaros (Juan Fernández Lacomba, 1985)
Con un paleta en la que predominan los tonos terrosos, Torre, figuras y pájaros es un ejemplo del singular lenguaje plástico de Fernández Lacomba, marcado por su propensión hacia la gestualidad de la materia pictórica, las transparencias y las formas que se acercan a lo orgánico. Con «una pincelada brusca, definida por la expresividad de un trazo que apela a la emoción», señala Frederic Montornés, en este cuadro el artista «delinea la senda de un paisaje por el que pasean tres personajes ante una desbandada de pájaros y una torre, al fondo, que recuerda a la Giralda de Sevilla». Su título descriptivo, agrega Montornés, «deja entrever el modo en que se puede llegar a sintetizar lo que para él significa la posabstracción a través del paisaje».
Francisco de Goya: Disparate de toritos / Lluvia de toros (serie Disparates, 1815-1824). Colección Banco de España
Por último, en la muestra En el aire conmovido... Imagen, emoción, utopía, una exposición comisariada por el pensador e historiador del arte Georges Didi-Huberman que contiene alrededor de trescientas obras de épocas, formatos y procedencia muy diversas, hemos cedido tres grabados de Francisco de Goya, uno perteneciente a su serie de los Disparates y otros dos a la de Desastres de la guerra. Organizada conjuntamente por el Museo Reina Sofía
, donde pudo verse
del 6 de noviembre de 2024 al 17 de marzo de 2025, y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)
, en el que estará hasta el 28 de septiembre, esta muestra nos ofrece un relato polifónico en torno a cómo se ha representado y expresado la emoción en el arte, indagando en su capacidad de desbordarse y desbordarnos, de transformarse en «conmoción» y adquirir una dimensión política.
Francisco de Goya: Qué valor! (serie Desastres de la guerra, 1810-1814) | Enterrar y callar (serie Desastres de la guerra, 1810-1814). Colección Banco de España
De datación imprecisa, aunque se sabe con seguridad que se inició antes de 1816, la serie de los Disparates llama la atención por la expresiva deformación de las figuras, constituyendo un ejemplo paradigmático del Goya que anticipa la Modernidad y su ruptura con la lógica mimética del clasicismo para poner en el centro la imaginación y la subjetividad del artista. De esta serie conservamos cuatro estampas, una de las cuales, la titulada Lluvia de toros [Disparate de toritos], se ha prestado a la exposición de En el aire conmovido... Imagen, emoción, utopía. A ella también hemos cedido los grabados Qué valor y Enterrar y callar de Desastres de la guerra, conjunto de 80 laminas que el pintor aragonés llevó a cabo entre 1810 y 1814 y con el que, como nos explica José Manuel Mantilla, logra crear un imaginario iconográfico universal —y atemporal— sobre el «tema de la violencia». Más de dos siglos después de su realización, las imágenes de esta serie siguen interpelándonos y conmoviéndonos. «Su mera contemplación», subraya Mantilla, «es como un puñetazo a nuestra conciencia».