Estos dos cuadros fueron adquiridos por el Banco de España bajo la atribución a Gabriel de la Corte (1648-1694), casi desconocido pintor madrileño cuya actividad se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVII. No se puede afirmar con rotundidad que sean suyos, pues casi nada sabemos de su actividad cierta, y las escasas obras firmadas que conocemos (como el conjunto de bodegones de flores que conserva el Museo del Prado, procedentes del convento de San Felipe el Real de Madrid), aunque similares, presentan matices de carácter, técnica y colorido que mantienen abierto el debate sobre la autoría de los primeros. Los dos lienzos, de calidad discreta y maltratados por restauraciones de dudoso criterio, parecen desde luego obra española y madrileña en la estela de Juan de Arellano. Su relativa dureza de ejecución y lo oscuro de su color son sin duda lo que llevó a pensar en Gabriel de la Corte, pero sería más prudente considerarlos sencillamente como anónimos españoles, más concretamente madrileños o activos en la Villa en ese momento —entre 1660 y 1690—, cuando la influencia italiana fue muy fuerte. Esto explicaría ciertas coincidencias con el arte del romano Mario Nuzzi —llamado Mario dei Fiori, maestro de todos los «floristas», que debe su seudónimo a su carácter pionero en la dedicación al tema— y con la producción del napolitano Andrea Belvedere, cuyas obras comenzaban a llegar a la corte española en cierta abundancia.
Comentario actualizado por Carlos Martín
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