
Al ritmo de las horas... Y de las estaciones
La representación alegórica de las estaciones del año ha sido una constante en la historia de la creación estética y, de manera muy especial, en el ámbito de las llamadas artes suntuarias o decorativas. En el caso de los relojes, objetos donde se dan la mano el arte y la técnica, esa representación adquiere connotaciones específicas, pues enlaza con la funcionalidad de atrapar y medir el tiempo que es su principal razón de ser. Una funcionalidad indesligable del afán del ser humano por tratar de comprender y explicar mejor el mundo en el que vive y las reglas que lo gobiernan.
El reloj forma parte de la historia del Banco de España desde sus orígenes. De hecho, los ejemplares más antiguos que la entidad conserva —un reloj de sobremesa bracket firmado en la esfera por Thomas Windmills y un reloj de caja alta del relojero británico Diego Evans— fueron adquiridos para decorar la primera sede del Banco Nacional de San Carlos, considerado como su primer antecesor. Desde entonces, la institución ha ido conformando una extraordinaria colección de relojes sobre la que recientemente hemos publicado un catálogo razonado que está disponible en pdf bajo libre descarga en la sección de Publicaciones de este portal web. De dicha colección, fijamos nuestra atención en dos ejemplares que, justamente, tienen como principal motivo iconográfico la representación metafórica de las estaciones del año, encarnadas en ambos casos por personajes infantiles que portan elementos que hacen referencias a ellas. Además, nos detenemos en un tercer ejemplar donde también está presente la alusión a las estaciones, aunque no como tema decorativo central.
Reloj de sobremesa con guarnición. Las cuatro estaciones del año. c. 1780. Colección Banco de España
El más antiguo es un reloj de sobremesa con guarnición que data de la década de 1780 y que se fabricó en Turingia, Alemania, una región que ocupó un lugar muy relevante en la industria de la porcelana europea durante la segunda mitad del siglo XVIII y el siglo XIX. Policromada en suaves colores, en la caja de este reloj encontramos cuatro figuras de niños, de bulto redondo, cada una de las cuales representa una estación del año: la de la primavera, lleva una diadema de flores en la cabeza y una guirnalda en la mano; la del verano, sostiene un haz de espigas y se cubre los ojos con su mano derecha, como si estuviera oteando el horizonte; la del otoño está engalanada con un racimo de uvas en la cabeza; y la del invierno, se halla parcialmente cubierta con un manto y buscando el calor de una pequeña hoguera.
El centro de la caja está ocupado por la esfera —cuyo marco se encuentra decorado con ovas cinceladas y ligeramente relevadas— y la máquina del reloj. Esta, explica Amelia Aranda Huete, doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y conservadora de relojes y autómatas de Patrimonio Nacional
, es de tipo París, con tren de movimiento que lo mantiene en marcha durante ocho días, escape de áncora y sistema regulador por péndulo. Las cifras horarias se representan en números romanos, mientras que la de los minutos están en números árabes. Las agujas, aún se conservan las originales, son de bronce dorado.
El reloj se complementa con dos candelabros, también fabricados en porcelana y decorados con figuras alegóricas de las estaciones, en este caso distribuidas en parejas: primavera y verano, en uno de ellos, y otoño e invierno, en el otro. Dichas figuras se disponen en la base de los candelabros, cuyo cuerpo de luces está compuesto por cuatro brazos, adornados con hojas y flores, y rematados en una arandela en forma de hoja y un mechero.
Reloj de sobremesa. Alegoría del verano y del otoño. c. 1875. Colección Banco de España
A las estaciones del año también se alude alegóricamente en un reloj de sobremesa fabricado en torno a un siglo después que conservamos en nuestra colección. Elaborado con bronce dorado, en este ejemplar el cubo que aloja la esfera y la máquina del reloj está flanqueado por las figuras de dos niños en bulto redondo que representan el verano y el otoño. El primero de ellos sujeta con una mano una hoz y con la otra un haz de espigas, apoyando su rodilla derecha, doblada, sobre otro haz de espigas. El segundo porta una copa y agarra un racimo de uvas que cuelga de la rama de una parra que rodea la parte superior de la esfera y sobre la que se posan dos palomas.
Como en el ejemplar anterior, la máquina del reloj es de tipo París, en este caso con tren de sonería de horas y medias con campana. Las cifras horarias están representadas en números romanos y las agujas son de metal pavonado tipo Breguet. El conjunto se apoya sobre una peana de perfiles curvos adornada con diversos motivos vegetales y geométricos. El reloj está fabricado por Japy Frères, una de las firmas más prestigiosas de la relojería francesa del siglo XIX.
Reloj de sobremesa. El nacimiento de un príncipe francés. c. 1886. Colección Banco de España
Aunque no sea el motivo iconográfico central, la alusión alegórica a las estaciones del año está presente en otro de los relojes históricos que posee la Colección Banco de España. Se trata de un reloj de sobremesa de Estilo Luis XIV que data de finales siglo XIX y que la institución adquirió en 1969 de mano del anticuario madrileño Julio Bragado. En este caso, se representa el rostro del dios Apolo o Helios, rodeado de rayos y copiosas nubes, y la esfera del reloj está inserta en un globo terráqueo esmaltado en tonos azules. Cuatro puttis o amorcillos que simbolizan las estaciones flanquean dicho globo, cada uno de los cuales porta algún objeto que hace referencia a ellas (aunque el situado bajo el globo lo ha perdido). En la parte inferior de la caja vemos tres figuras femeninas que sostienen una guirnalda y que están contemplando a un niño sentado en el suelo. El hecho de que a sus pies haya un arco y varias flechas indica que probablemente es una representación de Cupido.