
Actualizamos la sección "Destacados de la Colección" de la web con tres obras que llevan el género del bodegón a nuevos territorios
La relación que los tratadistas barrocos ya establecían entre la representación de frutos y flores y el estatuto de la imagen ha adquirido un renovado protagonismo en la creación artística contemporánea. De ello dan cuenta muchas de las obras incluidas en Flores y frutos, una exposición en la que tomando como punto de partida piezas pertenecientes a la Colección Banco de España se examina la historia y derivas experimentadas por el género del bodegón desde sus orígenes, en el Barroco, hasta el momento actual.
Tres de estos trabajos —New L. A. Still Life [Wolfgang Tillmans, 2001], Gabinete nº 43 (Tillmans) [Sandra Gamarra, 2006] y Le Corbusier con piña (Gonzalo Puch, 2005)— protagonizan la última actualización de "Destacados de la Colección", apartado de la web en el que vamos presentando periódicamente algunas de las obras más significativas de nuestro fondo patrimonial. Los tres forman parte del bloque Flores y frutos para pensar la imagen: bodegones inimaginables, uno de los cinco en torno a los que se articula la muestra que puede visitarse hasta el 24 de febrero de 2023 en la sala de exposiciones de nuestra sede de Cibeles, con entrada gratuita previa reserva de invitaciones.
Wolfgang Tillmans: New L. A. Still Life (2001)
La primera de estas obras, New L. A. Still Life, es un bodegón en el que Wolfgang Tillmans se inspira en la naturaleza muerta del Barroco español para crear una suerte de "vanitas contemporánea". En ella, el artista alemán nos muestra un espacio doméstico anónimo donde vemos, en primer plano y sobre un fondo levemente desenfocado en el que se adivina una silla con una sábana blanca en su respaldo, una mesa con una bolsa de plástico negro con restos de comida y un florero de cristal que tiene una larga vara de la que cuelga, en equilibrio precario, una piña. Tillmans parece buscar, en palabras de Isabel Tejeda, la "belleza en la mugre", presentando una serie de objetos perecederos —"[objetos] que poco antes fueron deseados y bellos"— en pleno proceso de descomposición.
Desde la convicción de que, citando al propio artista, la "observación precisa de la superficie de las cosas es la clave para entender algo en este mundo", busca ofrecer una "representación cruda y voraz de la realidad". Aspiración que, según Tejeda, le conecta tanto con pintores como Gustave Courbet como con creadores pop, ligados a los neodadaísmos, como Andy Warhol, Robert Rauschenberg o Sigmar Polke. Autores con los que comparte el afán por reflejar lo contingente, por mostrarnos el mundo, y lo que en él acontece, en su pura materialidad. Aunque desde presupuestos muy diferentes, ese afán también se aprecia en 6407-19 (2007), la otra obra de este artista que tenemos en la Colección. Obra monocromática perteneciente a su serie Silver, donde somete fotografías digitales a los procedimientos de positivado de la fotografía analógica —la luz, los líquidos, las sales de plata...—, lo que da lugar a imágenes de resultado azaroso.
Sandra Gamarra: Gabinete nº 43 (Tillmans) (2006)
Galardonado en el año 2000 con el prestigioso Premio Turner, Wolfgang Tillmans se ha convertido en una de las figuras más icónicas de la renovación contemporánea del género del bodegón. De esa relevancia da testimonio el segundo de los trabajos, Gabinete nº 43 (Tillmans), que hemos seleccionados en esta actualización de la sección "Destacados de la Colección". Se trata de un óleo de la artista peruana Sandra Gamarra que recrea en pintura una de las fotografías de bodegones de Tillmans, en lo que podemos describir como un complejo e incisivo ejercicio de desplazamiento artístico. Hay que tener en cuenta que Gamarra no solo traduce al lenguaje de la pintura la fotografía de un bodegón, motivo tradicionalmente pictórico, sino que además lo hace combinando la pericia técnica de los bodegonistas tradicionales con una acción conceptual aparentemente simple pero de gran eficacia disruptiva: dos franjas horizontales de color blanco separan la escena de sus respectivos marcos superior e inferior. Acción que cortocircuita el efecto de realismo de la pintura, haciendo visible, literal y simbólicamente, sus propios límites y, por extensión, los límites que, en última instancia, tiene cualquier intento de representación mimética de lo real.
Cabe recordar aquí que, como nos señala Maite Méndez Baiges, la "pintura figurativa suele adoptar en sus proyectos la forma de una estrategia especular al servicio del cuestionamiento de los formatos y discursos expositivos". Con esta estrategia, según Baiges, lo que la artista pretende es poner en evidencia la "carga colonial de la mirada que la tradición de la pintura occidental contribuye a perpetuar", sometiendo a un profundo proceso de resignificación y recontextualización no solo el género del bodegón, sino también otros "géneros legitimados dentro de la historia del arte occidental", como el autorretrato o el paisaje. Ejemplo de esto último sería Recurso I (paisaje), la otra pieza de Gamarra que forma parte de nuestro fondo patrimonial.
Gonzalo Puch: Le Corbusier con piña (2005)
La tercera y última obra que hemos destacado es Le Corbusier con piña, registro fotográfico de una de las escenografías arquitectónicas que Gonzalo Puch suele montar con bártulos que pueblan su propia casa o los espacios en los que imparte clases. En este caso recrea una ciudad blanca e impoluta de grandes edificios y cruzada por autopistas voladas. Lo hace con frágiles estructuras de cartón pluma que giran en torno a un frigorífico abierto (donde podemos ver varios alimentos perecederos) y una voluminosa piña apoyada en un estante, como si de un monumento se tratase, transformando así irónicamente la utopía urbanista de Le Corbusier, el gran icono del Movimiento Moderno en la arquitectura, en un abigarrado y surrealista paisaje doméstico. Paisaje que también funciona como un inusitado bodegón que nos recuerda la caducidad de los sueños utópicos del ser humano.
Se alquilan, se venden, países, regiones, carreteras, la otra obra que conservamos de Gonzalo Puch en la Colección Banco de España, también es un ejemplo de sus arquitecturas efímeras que tienen como claro referente los Merzbau de Kurt Schwitters. Estos pequeños mundos encerrados en una habitación se construyen para ser habitados solamente el tiempo que dura la toma fotográfica, constituyendo lo que José Lebrero Stals describe como "documentos-ficción". En este sentido, Isabel Tejeda considera que Puch lo que busca con sus proyectos, de marcado carácter interdisciplinar —a caballo entre la performance, el vídeo / fotografía y la instalación— e inequívoca vocación crítica, es contribuir a expandir los límites del lenguaje visual contemporáneo.