Inició su trayectoria artística como pintor en su ciudad natal, si bien pronto su trabajo derivó hacia la escultura y la fotografía. Este artista andaluz construye escenarios frágiles de cartón pluma, asépticos «incidentes», como le gusta llamarlos, que algunos personajes habitan temporalmente hasta que son fotografiados. Estas tramoyas de objetos se montan sobre —o se mezclan con— los bártulos que normalmente pueblan su propia casa o los espacios en los que imparte clases, lo que no deja de estar en consonancia con una de las metas del arte contemporáneo: la disolución de los límites entre el arte y la vida. Sus blancas arquitecturas, que tienen como antecedente los Merzbau de Kurt Schwitters, son sin embargo efímeras. Estos pequeños mundos encerrados en una habitación se ofrecen como la materialización de una idea que nunca permite ser interpretada y se construyen para ser habitados solamente el tiempo que dura la toma fotográfica; de esta manera se niega el propio concepto fotográfico de instantánea y, obviamente, de «verdad», ya que, como ha indicado José Lebrero Stals, su obra debe entenderse como un «documento-ficción». De hecho, en la obra de Puch lo que resulta más complicado es la clasificación, ya que finalmente el resultado es un encuentro de disciplinas como teatro, performance, fotografía, vídeo, etcétera, que se niegan a la adjetivación, un trabajo que busca nuevos límites para el lenguaje visual contemporáneo que paradójicamente se muestra irónico y frío a un tiempo.
Gonzalo Puch ha expuesto en la Fundación Antonio Pérez (Cuenca, 2002); la Universidad de Salamanca (1997); el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla, 2004); o en Jardín Botánico de Madrid en el marco del Festival PHotoEspaña (Madrid, 2006), entre otros.
Inició su trayectoria artística como pintor en su ciudad natal, si bien pronto su trabajo derivó hacia la escultura y la fotografía. Este artista andaluz construye escenarios frágiles de cartón pluma, asépticos «incidentes», como le gusta llamarlos, que algunos personajes habitan temporalmente hasta que son fotografiados. Estas tramoyas de objetos se montan sobre —o se mezclan con— los bártulos que normalmente pueblan su propia casa o los espacios en los que imparte clases, lo que no deja de estar en consonancia con una de las metas del arte contemporáneo: la disolución de los límites entre el arte y la vida. Sus blancas arquitecturas, que tienen como antecedente los Merzbau de Kurt Schwitters, son sin embargo efímeras. Estos pequeños mundos encerrados en una habitación se ofrecen como la materialización de una idea que nunca permite ser interpretada y se construyen para ser habitados solamente el tiempo que dura la toma fotográfica; de esta manera se niega el propio concepto fotográfico de instantánea y, obviamente, de «verdad», ya que, como ha indicado José Lebrero Stals, su obra debe entenderse como un «documento-ficción». De hecho, en la obra de Puch lo que resulta más complicado es la clasificación, ya que finalmente el resultado es un encuentro de disciplinas como teatro, performance, fotografía, vídeo, etcétera, que se niegan a la adjetivación, un trabajo que busca nuevos límites para el lenguaje visual contemporáneo que paradójicamente se muestra irónico y frío a un tiempo.
Gonzalo Puch ha expuesto en la Fundación Antonio Pérez (Cuenca, 2002); la Universidad de Salamanca (1997); el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla, 2004); o en Jardín Botánico de Madrid en el marco del Festival PHotoEspaña (Madrid, 2006), entre otros.