
El taller del Museo del Prado realiza trabajos de restauración de varias obras de la Colección Banco de España
Cuatro importantes piezas de nuestra colección clásica han sido recientemente restauradas por el Taller del Museo del Prado en virtud de un convenio que hemos firmado con esta institución. Se trata de la pequeña tabla Dos figuras femeninas, pintada en torno al año 1500 por el Taller de Pedro Berruguete; de sendos cuadros de "floreros", probablemente realizados por algún pintor activo en la Villa de Madrid entre 1660 y 1690; y de un retrato de Carlos III que llevó a cabo en 1783 el artista valenciano Mariano Salvador Maella.
Las cuatro restauraciones se han realizado para solventar algunas pequeñas alteraciones de carácter estructural que presentaban estas obras, así como para garantizar la estabilidad y condiciones estéticas de las mismas. El trabajo de restauración ha sido llevado a cabo, en el caso de los floreros y del retrato de Maella, por Eva María Martínez Morales, mientras que el de la tabla de Berruguete —cuyo problema fundamental estaba en que tenía un desajuste en el marco que podía implicar un factor de deterioro para el soporte (por lo que ha sido necesario realizar un nuevo montaje)— ha corrido a cargo de José de la Fuente Martínez, especialista de soportes del Taller del Museo del Prado.
Retrato de Carlos III (Mariano de Salvador Maella, 1783), antes y después del proceso de restauración
Adquirido en 1968, el retrato de Carlos III, durante cuyo reinado se fundó el Banco Nacional de San Carlos (considerado el primer antecesor del Banco de España), se atribuyó inicialmente a Anton Raphael Mengs
, porque en su representación del monarca, especialmente de su rostro, Mariano Salvador Maella sigue el modelo establecido por el artista alemán en el primer retrato
que le hizo en 1764 y que actualmente es propiedad del Museo del Prado. En el retrato de Maella, el soberano aparece vestido de terciopelo rojo con ricos bordados de oro y sosteniendo el bastón de mando de carácter militar. Frente a la austera presentación del rey en el original de Mengs, el artista valenciano opta por un fondo decorativo más suavizado, con la intención de subrayar la imagen de un "monarca cercano, padre de sus súbditos y ejemplo del buen gobierno". Las tonalidades cálidas empleadas por Maella hacen que el retrato resulte muy atractivo, algo que se ve reforzado, en palabras de Manuela Mena, por el uso de "una gruesa capa de pintura que produce relieves acentuados que enriquecen y animan la superficie del lienzo".
La restauración de esta obra ha posibilitado, entre otras cosas, solventar los problemas de tensado de su soporte textil, fijar su capa pictórica para estabilizar las zonas que se encontraban levantadas (y atenuar el efecto de craquelado) o realizar un proceso de reintegración cromática para que puedan apreciarse los colores en su tonalidad e intensidad originales.
Florero (anónimo español, 1660 y 1670), antes y después del proceso de restauración
Los dos cuadros de floreros restaurados datan de las décadas de 1660 y 1670. Cuando fueron adquiridos por el Banco de España, su autoría se atribuía a Gabriel de la Corte, un casi desconocido pintor madrileño que desarrolló su actividad en la segunda mitad del siglo XVII. Lo cierto es que no se puede afirmar con rotundidad que así sea, pues las otras obras que se conocen de este artista, aunque similares, presentan matices diferenciados de carácter, técnica y colorido. Sí parece claro que son lienzos realizados por algún autor que, como Gabriel de la Corte, estaba vinculado a la escena artística madrileña de aquella época, donde la influencia italiana fue muy fuerte. Según Alfonso Pérez Sánchez, esto explicaría la deuda estilística de estos dos cuadros, no demasiado bien tratados por las anteriores restauraciones a las que han sido sometidos, con la obra de artistas como el romano Mario Nuzzi, considerado como el maestro de todos los «floristas», o el napolitano Andrea Belvedere.
En este caso, con la restauración lo que se ha buscado es, sobre todo, corregir algunas alteraciones de carácter estético que, como nos explica Eva María Martínez Morales, constituían un elemento de distorsión en la lectura y apreciación de ambos lienzos, re-interviniendo, por ejemplo, sobre sus lagunas o perdidas de pintura, que en algunas zonas llegan a tener 4 cm. de ancho, o subsanado las desigualdades de su barnizado.
Marco de la tabla Dos figuras femeninas (Taller de Pedro Berruguete), antes y después del proceso de restauración. | Anverso de la tabla Dos figuras femeninas (Taller de Pedro Berruguete) tras el proceso de restauración
La pieza más antigua de las que se han restaurado es una pequeña tabla que retrata a dos figuras femeninas que, como escribe la escritora Marta Sanz en el Itinerario sobre el cuerpo que ha realizado con obras de nuestra Colección, "llevan a cabo la acción noble de la conversación". Con toda seguridad, la tabla es un fragmento de un retablo en el que se representaba alguna escena de la Virgen y que fue realizado en el Taller de Pedro Berruguete. Hay que tener en cuenta que tanto en términos de perspectiva y concepción del espacio como de tratamiento anatómico de las figuras y de su delicado lenguaje gestual, esta pieza incorpora las novedades renacentistas, estilo del que Berruguete, que pasó varios años formándose en Italia, fue el primer introductor en nuestro país. Es probable, en cualquier caso, que la tabla no provenga de la mano directa del maestro, sino de algunos de los colaboradores de su taller que en los años de madurez de este artista palentino contaba con numerosos encargos.
Como hemos señalado antes, esta tabla tenía un buen estado de conservación y el único elemento de alteración que presentaba se encontraba en el montaje. Por ello el proceso de restauración ha consistido, fundamentalmente, en la realización de un nuevo montaje "que evite la holgura de la caja del marco y que permita que la tabla quede bien sujeta, sin recibir un exceso de peso que podría fracturarla".