
Rogelio López Cuenca, galardonado con el Premio Nacional Artes Plásticas 2022
Rogelio López Cuenca (Nerja, 1956) ha sido galardonado con el Premio Nacional de las Artes Plásticas que concede el Ministerio de Cultura y Deporte. El jurado considera que la trayectoria de este artista malagueño es "imprescindible para hilar la historia crítica del arte español desde la década de 1980 hasta el presente”, subrayando el alcance y profundidad de su indagación artística en torno tanto a "las violencias y las dislocaciones que conllevan la globalización", como a las "memorias silenciadas del pasado" y la manera en la que esos "silencios impuestos ordenan el espacio real y simbólico en el presente”. Con motivo de la concesión de este galardón, hacemos un recorrido por las obras que tenemos de este artista en nuestro fondo patrimonial.
Rogelio López Cuenca: Uomo (Maiakovski) (1992) y Uomo (Eisenstein) (1992)
Comenzamos dicho recorrido con las piezas Uomo (Maiakovski) (1992) y Uomo (Eisenstein) (1992), la primera de las cuales ha formado de parte de la recién finalizada exposición (un)common values, donde se reunía una selección de obras de las colecciones artísticas contemporáneas del Banco Nacional de Bélgica (NBB) y el Banco de España en el espacio expositivo que la primera entidad tiene en su sede de Bruselas. Se trata de dos piezas que se encuadran dentro de una serie de trabajos basados en las cubiertas de conocidas revistas relacionadas con la sociedad de consumo que el artista realizó a principios de la década de 1990. En este caso toma como punto de partida la revista masculina Uomo, cuyos contenidos tienden a la construcción de una determinada imagen del hombre occidental, atractivo, poderoso y triunfador. Jugando con el carácter polisémico de la palabra "uomo", López Cuenca, interesado desde los inicios de su carrera en explorar la potencialidad crítica del desplazamiento sígnico y el efecto de extrañamiento, recrea la portada de la revista poniendo como protagonistas a dos figuras claves de la cultura revolucionaria soviética de principios del pasado siglo: el poeta Vladímir Maiakovski y el pionero del cine Serguéi M. Eisenstein.
Cabe, además, precisar, que estas falsas cubiertas, al igual que otras que realiza con personajes como el pintor Alexandr Ródchenko o el artista conceptual Joseph Beuys, son producidas justo en el momento en el que se había precipitado la disolución de la Unión Soviética. De este modo, su crítica adquiere una doble dimensión: la más evidente tiene que ver con su desenmascaramiento de la naturaleza ideológica de productos aparentemente neutrales, como las revistas de moda, que consumimos de manera cotidiana; pero también hay una más sutil que alude a la relación fetichista que mantiene la cultura pequeñoburguesa occidental con ciertos símbolos revolucionarios y que hace que estos queden despojados de su potencial transformador.
Rogelio López Cuenca: Odessa (1992)
El imaginario revolucionario soviético también está presente en otra obra de Rogelio López Cuenca que conservamos en la Colección Banco de España. Se trata de Odessa, fechada, como las dos anteriores, en 1992, un pequeño collage vinculado al grupo de trabajos en los que el artista malagueño se apropió del diseño de identidad de la Expo’92 de Sevilla, entre los que se incluye su controvertido —y censurado— proyecto Décret n.º 1, donde intervenía la señalética institucional del evento. López Cuenca superpone sobre un fotograma de la célebre secuencia de El acorazado Potemkin (Serguéi M. Eisenstein, 1925) que narra la matanza de civiles en la escalera de la ciudad ucraniana de Odesa por parte del Ejército blanco del Estado zarista, una serie de réplicas de la esfera armilar que sirvió de logo para la Expo’92, de modo que estas se convierten en proyectiles rodantes que ayudan a los militares en su carga indiscriminada contra el pueblo levantado. Según Carlos Martín, en un contexto en el que tras la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS se hablaba del «fin de la historia», el logo devenía en un icono del capitalismo triunfante que, en su implantación de un nuevo orden mundial, no solo arrasaba con los últimos vestigios simbólicos de la utopía revolucionaría soviética, sino que también sugería una suerte de "victoria post mortem del antiguo régimen, décadas después de su desaparición".
Rogelio López Cuenca: Copyright (White/Blue) (2012)
Por último, la obra más reciente que conservamos en nuestro fondo patrimonial es Copyright (White/Blue) (2012), un lienzo donde sobre un fondo azul de óleo aplicado con paleta aparece escrita en color blanco la frase «Picture cannot be displayed due to copyright restrictions» [La imagen no se puede mostrar debido a restricciones de copyright]. El artista se vale de una compleja estrategia de inversión conceptual para denunciar la censura de imágenes por motivos surgidos de las dinámicas del mercado y la consecuente especulación en torno a las reproducciones de obras de arte, cuestión que ha adquirido una gran centralidad en su trabajo de los últimos años. Hay que tener en cuenta que confecciona, con los medios y texturas propios de un tradicional óleo sobre lienzo, una pintura que niega la posibilidad de acceder a la imagen que supuestamente debería contener, dándole la vuelta, como nos subraya Carlos Martín, "a la lógica de la reproducción técnica de la obra de arte, en la que contamos con la imagen (en forma de postal, camiseta o abanico), pero no con su valor tangible". López Cuenca, pionero dentro del contexto del arte español en la utilización de las licencias Creative Commons, incide así en su crítica de la creciente mercantilización de los productos culturales en la sociedad tardo-capitalista. Crítica en torno a la que se han articulado algunos de sus proyectos recientes más emblemáticos, por ejemplo Ciudad Picasso
, donde muestra cómo dicha mercantilización va aparejada a otros procesos de desposesión del común, como la gentrificación y la turistificación.