Sin título

Sin título

  • 2009
  • Fotografía b/n sobre papel baritado virado al sulfuro
  • 60 x 50 cm
  • Edición 2/15
  • Cat. F_463
  • Adquirida en 2021
Por:
Carlos Martín

Aplicando una suerte de poética surrealista según la cual los objetos se muestran de manera desnuda y transparente para generar efectos de extrañamiento, la fotografía de Chema Madoz desvela sin complejos toda la ficción de su puesta en escena, caracterizada por la alteración o la yuxtaposición de objetos. Sus obras parten de significantes reconocibles que acaban por generar nuevos significados, metáforas visuales. Su ámbito de trabajo bebe tanto de la poesía visual (con Joan Brossa como innegable referente) como de la greguería de Ramón Gómez de la Serna, géneros híbridos para los que Madoz ha abierto una veta fértil desde la fotografía. En su obra resuenan asimismo referencias a las poéticas del objeto y su funcionamiento simbólico del surrealismo, a la ruptura de las leyes naturales de la pintura de René Magritte, al ready-made asistido de Marcel Duchamp o incluso a la fotografía publicitaria.

Esta pieza es un caso singular, pues la imagen resultante de esa combinación de dos elementos cobra un aliento tautológico, ya que lo que opera en ella no es la conversión de un objeto en otro por desplazamiento o la de dos objetos en un tercero. Al contrario, la mirada bascula («pendulea», podríamos decir) entre dos referentes que comparten nombre y función: un reloj y otro reloj; uno de pared convertido en reloj de arena, o viceversa. Se diría que el paso de un tiempo (uno de los dos que se barajan en la obra) ha impedido del desarrollo de otro tiempo, ya que el péndulo ha sido detenido por el peso de la arena de ese otro reloj (¿acaso son los dos el mismo?) que, a su vez, oculta el origen de su mecanismo, pues la zona superior, de existir, habría quedado oculta tras la esfera. El hecho de que la arena quede inclinada evoca no obstante otro género, desplaza este objeto mixto al terreno del paisaje, pues la imagen evoca una duna encapsulada, sugerida por la curvatura natural que la arena adopta tras el cristal. Chema Madoz presentó recientemente, como introducción a su exposición individual En torno al tiempo” (Centro Cultural Gran Capitán de Granada, 2023), el objeto intervenido que protagoniza esta obra, señalando así la raíz de su trabajo en esa manipulación de lo cotidiano, pero también marcando la nítida diferencia entre la fisicidad de esos objetos que pueblan su estudio y su entrada en un terreno estetizante, intemporal y onírico a través de la fotografía en blanco y negro. Tal objeto desvela también la medida en que su obra penetra en el terreno de la escultura, pues se diría que, en toda su producción, esa orquestación de lo tridimensional (el espacio, el objeto) es tan relevante como el propio acto fotográfico, donde el tiempo es protagonista esencial.

La temática del tiempo y la presencia del reloj como objeto alterado o víctima de una apropiación irónica son recurrentes en el trabajo de Madoz. En ese sentido, es destacable su libro de artista Tempo Madoz, del que solo se realizaron quince ejemplares, introducido por un texto de Arturo Leyte, de título esclarecedor: «Can Time Be Photographed?». En otros casos, el tiempo cobra una presencia más sutil, a través de su efecto imaginario sobre algún objeto, con frecuencia desafiando las leyes temporales y de la física, que no parecen haber dejado la huella esperada sobre la escena fotografiada. En cuanto al objeto literal del reloj o de sus componentes (manecillas, esferas, calibres), son numerosas las fotografías de Madoz que, sin configurar una serie en sí misma, pues corresponden a distintas cronologías, acaban generando un mismo linaje temático; se trata de imágenes como Reloj de arena (1997), en la que una hormiga parece haber caído con el último grano de arena, concluido su fútil trabajo de construcción de un hormiguero; Reloj hucha (2000-2005), donde la ficha de la esfera de un reloj se convierte en una imaginaria moneda; Reloj lápida (2004), en la que las arenas se convierten, por la intervención de una pequeña cruz, en un discreto enterramiento; la imagen Sin título (2005) en que un reloj de péndulo se acomoda en una funda de violín que funge de caja de sonería; o, por último, aquella en la que las páginas de un libro entreabierto configuran una miríada de manillas que marcan de manera imprecisa la hora en un reloj.

La última citada reúne precisamente los dos objetos que protagonizan las dos fotografías de Madoz que integran la Colección Banco de España: la primera es ese doble reloj de pared y arena objeto de este texto; en la segunda, Sin título, de 2011, cuatro libros de Carlos Fuentes violentamente troquelados componen la palabra «BOOK»); uno de esos volúmenes (y es relevante su título, legible en la fotografía) es El mal del tiempo. Así, el conjunto de obras de Madoz incide en la presencia del tiempo en la Colección Banco de España, a partir de su icónico reloj de fachada y hasta los extensos fondos de otro tipo de relojes que atesora, que encuentran un irónico contrapunto en el tiempo detenido de la fotografía de Chema Madoz.

Carlos Martín

 
Por:
Carlos Martín
Chema Madoz
Madrid 1958

Con una formación cruzada de Historia del Arte y Fotografía, a principios de la década de 1990 comenzó a realizar un trabajo basado en una poética del objeto con claves genealógicas que se encuentran en el surrealismo —por ejemplo, la taza de pelo de Meret Oppenheim— y en los poemas visuales —con referencias al catalán Joan Brossa—. El salto que dan los paradójicos objetos de Madoz respecto a estos antecedentes es que se elaboran exclusivamente para ser fotografiados. Se trata de objetos de uso cotidiano que nunca se manipulan, aunque sí se descontextualizan y se presentan en un primer plano, convirtiéndolos en personajes retratados. Una de las estrategias visuales de este autor es fotografiar siempre en blanco y negro como fórmula para subrayar que la imagen sucede en otro espacio, el mental. Por otro lado, se trata de cruzar objetos aparentemente irreconciliables pero cuya unión se nos presenta asombrosamente natural, sirviéndose de metáforas y metonimias (una alcantarilla que se convierte en un escurreplatos; una pluma cuya caída rompe un estante de cristal; una copa de vino que es un pubis femenino; una nota musical que ocupa el sonido que sale de una garganta, etcétera). Este encuentro imposible entre objetos, siempre reconocibles, generan con la fórmula del collage un nuevo sentido: a veces problemas lógicos, en ocasiones paradójicos, para los que debemos decodificar el significado y el uso de cada objeto en una vuelta de tuerca anómala que suele culminar con el divertido «Eureka» del espectador.

Chema Madoz ha realizado exposiciones individuales en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (1988); el Museo Reina Sofía (Madrid, 1999); el Centro Galego de Arte Contemporánea (Santiago de Compostela, 1999); la Fundación Telefónica (Madrid, 2006); el Netherland Photomuseum (Róterdam, Países Bajos, 2011); la Fundació Miró (Barcelona, 2013); o la Sala Alcalá 31 (Madrid, 2015). Es Premio Kodak (1990) y Premio Nacional de Fotografía (2000).

Carlos Martín

 
«La tiranía de Cronos», Banco de España (Madrid, 2024-2025).