Fiesta de la trashumancia 2020
- 2020
- Tapiz de alto lizo. Lana, seda, tinte, oro y algodón
- 112 x 160 x 2 cm
- Edición única
- Cat. T_29
- Encargo al autor en 2020
- Observaciones: Confeccionado en la Real Fábrica de Tapices. Calidad 60 hilos/dcm de algodón. Hecho en lana, seda y oro con forro de algodón. Colores tintados en la RFT. Maestro tejedor: José Ignacio García. Ayudantes: José Luis Sánchez y Cristina Hurtado.
Un tapiz es una pieza textil elaborada en un telar con la técnica del entrecruzamiento regular de hilos. Posee, desde antiguo, un carácter tanto práctico, derivado del abrigo que ofrece ese tejido amplio y grueso a las paredes de las estancias, como decorativo y comunicativo. Los tapices constituyen un soporte ideal para plasmar un mensaje. Su superficie plana, la facilidad para transportarlos y la posición vertical en la que se cuelgan favorecen su uso propagandístico.
En el trabajo de Patricia Esquivias todo significa. El tapiz Fiesta de la trashumancia 2020 (2020), un paño suelto que funciona como elemento conmemorativo, contiene varios relatos. En el campo, o espacio central, se representa a un pastor que guía ovejas por la calle de Alcalá, por donde transcurre la Cañada Real Galiana. En la escena se aprecia también la entrada del rebaño al Patio de Operaciones del Banco de España, ejemplo de arquitectura bancaria. Este espacio está cubierto por una gran vidriera art déco, que lleva la firma de la casa Maumejean y que apuesta, en su iconografía cargada de simbolismo, por las bondades del trabajo, tanto del sector fabril como del agrario, como base de la economía y del progreso moderno. En diálogo, los motivos del tapiz: las alusiones a la Fiesta de la trashumancia, a la tradición agropecuaria y al aún vigente valor social, cultural, medioambiental, ecológico y económico del pastoreo.
Las piezas de Esquivias acumulan, en sus múltiples capas, los rastros de investigaciones del pasado. En su propuesta vuelve a estar presente el interés de la artista por estudiar los modos en que se transmite la ideología a través de las formas culturales, por la recuperación del saber popular y por la articulación de relatos a partir de la amalgama de hechos históricos, episodios anecdóticos e invenciones. Siguiendo el proceso empleado en trabajos anteriores, Esquivias crea con lo dado. Suele involucrar a personajes u objetos preexistentes, cuyo rastro persigue en un proceso detectivesco, en el que van surgiendo las conexiones. El hacer de albañiles, antropólogas, arquitectos, tejedoras, pastores y todos aquellos que la precedieron es la base de las nuevas narraciones, que construye afectivamente al hilar retazos de realidad con las leyendas y ritos de la tradición oral.
En esta ocasión, la artista parte de la alegoría del pastoreo, que asoma en uno de los cuatro ángulos de la vidriera. La representación es sencilla: un pastor en tres cuartos, sus ovejas, su zurrón y su bastón; todo con un estilo que recuerda al arte de temática social y al cartel propagandístico de exaltación del trabajo de la época. Hablamos de la década de 1930, cuando la agricultura ocupaba a una gran parte de la población activa en una España que, por eso mismo, rezagada del progreso industrial, sufrió de forma menos dura la crisis económica mundial derivada de la Gran Depresión. Patricia Esquivias aprovecha la bordura del tapiz para incluir la leyenda que conmemora el centenario de la publicación de Julius Klein The Mesta: A Study in Spanish Economic History 1273-1836 (Harvard University Press, 1920), un estudio fundamental sobre el Honrado Concejo de la Mesta de Pastores, la institución que gobernó la ganadería ovina trashumante castellana desde el siglo XIII hasta el inicio de la industrialización española, en el XIX. Cien años después, ese libro constituye aún el más amplio estudio sobre la materia, lo que avala la pertinencia de su análisis sobre el impacto de la ganadería en el desarrollo económico ibérico durante las épocas medieval y moderna. Si nadie lo ha planteado antes, ¿por qué no hacerle un homenaje?
Por tanto, la trashumancia y el mundo rural, el libro sobre la Mesta y el programa iconográfico de la vidriera art déco de Maumejean conforman algunos de esos pequeños relatos que, junto con todos los significados que se desprenden del tapiz como objeto cultural, enseñan que la historia no es esa crónica única, simple y objetiva que se transmite desde las instituciones. El trabajo de Esquivias se enmarca, precisamente, en una crítica de esa pretendida linealidad del progreso, y teje un ejercicio de invención narrativa en el que simultanea varios tiempos. Arranca del pasado para imaginar, desde un planteamiento especulativo, otros mundos posibles.
El último de los elementos de la morfología de Fiesta de la trashumancia, además del campo y de la bordura, es el orillo, la franja que encuadra el textil en su perímetro externo. Aunque tradicionalmente es el lugar reservado para las marcas, en esta ocasión el distintivo que llevan los trabajadores y trabajadoras de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, donde se fabricó el tapiz, aparece en la chaqueta del pastor representado en el espacio central. Esquivias sigue abriendo bifurcaciones, pues la elección del taller ofrece otro significado más: una Real Fábrica donde también se tejieron las ovejas de los cartones de Goya, artista pilar de la Colección del Banco de España.
Patricia Esquivias elige el tapiz como soporte narrativo para formalizar ese homenaje a la trashumancia que comenzó a partir del detalle de la vidriera que cubre el Patio de Operaciones. Para comprender la complejidad del trabajo, es necesario conocer las diferentes capas que lo componen y el carácter performativo, acumulativo y procesual de las investigaciones que lleva a cabo la artista. El boceto, a escala —Esquivias había trabajado previamente con tapices y conocía las fases anteriores a la fabricación del tejido: la de elaboración del dibujo y la del cartón a tamaño real que sirve de guía durante el proceso de tejedura—, trazado con bolígrafo Bic sobre una servilleta de papel, nos sitúa en el aquí y ahora, el tiempo desde el que narra la artista, el presente de 2020. Un año de confinamientos y de fiestas de la trashumancia canceladas, pero en el que las labores del campo no deben aplazarse si pretendemos suministrar alimento y cumplir los ciclos naturales.
Un breve relato, en el que Robert Walser (1878-1956), el gran escritor de lo humilde, describe un paseo por el campo, nos ofrece la visión tan diferente que tienen de algunos animales los niños del mundo urbano frente a los del mundo rural: «Los chicos campesinos solo pensaban en la despiadada conducción de las ovejas, mientras que a los muchachos de ciudad únicamente les llamaba la atención la belleza conmovedora y el encanto de los pobres animales». Y continúa: «La escena me emocionó sobremanera y mientras me dirigía a casa me propuse no sepultarla en el olvido». También Patricia Esquivias es una artista de lo sencillo. No necesita un dibujo elaborado para fijar en su tapiz conmemorativo la reivindicación de la ganadería. El bosquejo es la traza primera y la definitiva a la vez, traducida al cartón que los tejedores de la Real Fábrica copian con el vellón merino de las ovejas trashumantes y con el hilo de oro, que vinculan directamente la tradición lanar con la economía castellana y española. Atraídas por la llamada del pastor de la vidriera —quien, en un presente de cierto retorno al campo, alza su voz sobre la de la industrialización que prometía progreso—, las ovejas —el oro blanco— cruzan el Patio de Operaciones. Bajo este, a treinta y cinco metros de profundidad, las reservas de oro del Banco de España se custodian en una cámara acorazada.
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