Colección
Federico Guzmán, un artista cuyo trabajo arrancó a mediados de los años ochenta, se caracteriza por el compromiso en los contextos en los que vive; a partir de su experiencia personal toma conciencia crítica, sensible y emocional de estos lugares, tanto como tejido social dotado de memoria, como de entornos naturales, realizando en ocasiones intervenciones colaborativas de carácter activista que cuestionan el concepto de autoría. De hecho, se considera a sí mismo, tanto como artista como ser humano, una extensión de la naturaleza, reflexión que se vislumbra de manera evidente en su producción de las últimas décadas.
Estas experiencias vitales se producen en lugares muy alejados antaño, pero que hoy, en un mundo globalizado, se encuentran a tan solo unas horas, como Sudamérica y el Sáhara Occidental. Podemos subrayar, especialmente por su buena representación en la Colección Banco de España, piezas que nacieron de sus vivencias en Colombia, país con el que mantiene unos vínculos muy estrechos desde los años noventa: una pintura que sigue los esquemas de la fotografía, Yagé (2000); un dibujo científico con tintes poscoloniales, Theobroma cacao (2000); el collage psicodélico La dueña de la yuca (2000); o Bacano (1998), dibujos y textos garabateados sobre un fondo con motivos que recuerdan a la selva y que hacen referencia a un lugar que para Guzmán estaba bacano, es decir, que era agradable.
En ocasiones, sus trabajos se basan en rituales indígenas propiciatorios para rogar a los dioses; por ejemplo, llevó a cabo una experimentación plástica que tenía como elemento central la yuca. Para conseguir una buena cosecha se sigue la siguiente liturgia: el «dueño de la yuca» invita a vecinos, amigos y familiares a la cosecha de este tubérculo y se encarga de dirigir la producción y de distribuirla; por su parte, la «dueña de la yuca», quien posee un papel parecido —si bien bajo la supervisión del marido—, actúa sobre las mujeres invitadas; el consumo del yagé también forma parte de este rito que conecta dos de las piezas de la Colección Banco de España.
Para el cacao, presente en esta exposición con la pieza Theobroma cacao, Federico Guzmán huye de la representación del fruto, reduciéndolo a una mera hoja de grandes dimensiones. El artista andaluz la sublima en su agigantamiento pero también al presentarla erguida, de forma frontal y ocupando la práctica totalidad del papel, como si fuera una divinidad, un pantocrátor románico. Este trabajo de Federico Guzmán hace también un guiño a los libros de botánica cuyas ilustraciones, en muchas ocasiones, estaban realizadas por mujeres.
Se tiene conocimiento del uso del cacao desde hace al menos tres mil quinientos años en la actual América del Sur, lo que lo identifica con la historia misma de la humanidad, de forma similar a alimentos de consumo mundial como la cerveza o el pan. El recetario del cacao está muy diversificado: desde artículos bío, chocolates que gozan de un amplísimo formulario, a pura basura en la que el producto manufacturado tiene del fruto casi solo el nombre. Pero en las culturas precolombinas, el cacao formaba parte de numerosos ritos religiosos y pócimas embriagantes y amargas (lo de endulzarlo con caña de azúcar sería posterior, ya en la colonización, siendo denominado por su color «agua de puerco»). También se consideraba que tenía propiedades medicinales, lo que hoy no es baladí ya que sigue siendo un saciante del alma que ayuda en situaciones estresantes. Además, llegó a ser usado, al igual que la sal, como moneda de intercambio comercial. Bajo la producción del cacao se entretejen desde hace siglos millones de viajes intercontinentales entre América, Asia, Europa y África (continente que es hoy el mayor productor del mundo); de hecho, en algunos lugares, no es una huella de tiempos pasados, sino que pone en evidencia que la colonización persiste con fórmulas modernizadas y que el cacao continúa recolectándose con contratas rayanas en la esclavitud. El cacao es una materia prima que mueve millones de euros al año en una industria de exportación que como producto manufacturado se elabora, no obstante, mayoritariamente, en los países de la escena occidental. En este sentido Theobroma cacao asume las posturas críticas de los discursos poscoloniales.
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