The Captive: Here’s a Heart for Every Fate
- 2019
- Jacquard (lana y algodón)
- 157 x 300 cm
- Edición 3/3 + I PA
- Cat. T_30
- Adquirida en 2022
The Captive: Here’s a Heart for Every Fate, de la artista Mercedes Azpilicueta, es una pieza realizada en 2019 en el TextielLab del TextielMuseum de Tilburg. La obra está compuesta por un tapiz de grandes dimensiones confeccionado en tejido Jacquard de algodón y lana, que se presenta sobre una estructura de madera. The Captive evoca así la escenografía teatral, y cuenta con dimensiones y elementos propios de un cuadro historicista. La artista teje en el tapiz una extensa constelación de referencias a la literatura, la historia, la mitología, la cultura popular y el arte. Todos estos recursos se combinan para cuestionar y subvertir los estereotipos arraigados en la construcción de la identidad nacional argentina.
La práctica artística de Azpilicueta, marcada por el sincretismo y la reinterpretación de estilos e iconos de la historia del arte, suele explorar figuras y trayectorias disidentes para narrar historias alternativas. En este caso, la artista propone una relectura del mito de Lucía Miranda –una mujer europea capturada por la población indígena argentina en el siglo XVI–, cuyo relato contribuyó a forjar el arquetipo de la mujer blanca cautiva, influyendo significativamente en la tradición literaria y cultural del país, especialmente a partir del siglo XIX. La figura de la cautiva adquirió así un estatus emblemático como símbolo de la propia identidad nacional argentina, representando de manera metafórica «el cuerpo de la patria». Azpilicueta juega con las imágenes para complicar la leyenda y advertirnos de que nuestra percepción de la historia es siempre una construcción, recordándonos la imposibilidad de una verdad única. Al mismo tiempo, la artista se propone rescatar y dar voz a otras figuras marginadas, como la de Eduarda Mansilla, una de las primeras novelistas argentinas, relegada a un segundo plano por el discurso histórico hegemónico. Para ello, recurre a la superposición de estilos y elementos de la historia del arte, adoptando un enfoque ecléctico que bebe del collage vanguardista y del surrealismo, pero también del barroco y la pintura historicista.
El tapiz se convierte en un lienzo donde convergen múltiples figuras y referencias históricas, desde aguadas barrocas hasta pinturas del siglo XIX, pasando por iconografías indígenas y mitológicas. Así, encontramos siluetas extraídas de Un viajero virreinal: Acuarelas inéditas de la sociedad rioplatense, catálogo que –como la exposición homónima llevada a cabo en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires entre 2015 y 2016– recoge un legado iconográfico datado en los siglos XVII y XVIII y perteneciente al género de la pintura de usos y costumbres, y una de las primeras representaciones de este tipo del Virreinato del Río de la Plata. Abundan asimismo las referencias a la pintura decimonónica naturalista y aparecen fragmentos del lienzo alegórico de Juan Manuel Blanes La cautiva, pintado alrededor de 1880 y que constituye una representación romántica del mito de Lucía Miranda, así como imágenes de indígenas a caballo extraídas de La vuelta del malón, del pintor Ángel Della Valle, otro ejemplo de pintura academicista que gira en torno a la misma leyenda y que se cuenta entre las primeras obras en utilizarla como exaltación nacional. A esta iconografía se suman animales y tipos mitológicos como el Ao Ao, un personaje legendario de la cosmogonía guaraní.
Azpilicueta se vale de estos recursos estilísticos para elaborar una pieza de estética abigarrada que evoca la complejidad del arte barroco y fusiona elementos de la Europa colonial con formas posmodernas. Este enfoque, que ella denomina transhistórico, refleja una concepción fluida y dinámica de la historia. La artista crea una escena de atmósfera onírica, donde los límites entre lo humano y lo no humano, lo real y lo mítico, se desdibujan. Inspirada en el realismo mágico latinoamericano, presenta animales con cuerpo de persona, un cielo que se confunde con la tierra y esquivos personajes que flotan entre las nubes. Las imágenes que componen The Captive: Here’s a Heart for Every Fate se fragmentan y combinan, cuestionando las dicotomías especistas, de género y de raza. A través de esta yuxtaposición, Azpilicueta no solo reconstruye y desdobla el relato de la cautiva blanca, sino que también imagina un espacio de resistencia y subversión donde conviven identidades disidentes y fluidas.
El título mismo de la obra, The Captive: Here’s a Heart for Every Fate (La cautiva: hay un corazón para cada destino), sugiere una multiplicidad de destinos y posibilidades, una invitación a explorar las contradicciones inherentes a la experiencia humana. Al evocar el mito de Lucía Miranda y las múltiples interpretaciones que ha generado a lo largo del tiempo, Azpilicueta abre un espacio para la reflexión crítica sobre la construcción de la identidad nacional y las narrativas coloniales que la sustentan. La reconfiguración de la cultura visual que la obra propone trasciende su contexto histórico y geográfico para plantear preguntas universales sobre la memoria, la identidad y la resistencia.
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