Colección
Tejados
- 2012-2016
- Impresión en papel RC Mate de Fuji químico
- 50 x 74,7 cm
- Edición 3/3
- Cat. F_178
- Adquirida en 2017
Las cinco fotografías de la serie La Rinconada (2012-2016) forman parte de un proyecto concebido por Magdalena Correa como una aproximación fotográfica a la población homónima, un municipio peruano situado a unos 5600 metros sobre el nivel del mar, considerado el asentamiento humano más alto del mundo. De las 40000 personas que lo habitan, atraídas desde los años ochenta por el trabajo ofrecido en la mina de oro localizada en un antiguo glaciar, aproximadamente el 20% son expresidiarios procedentes de los países colindantes con Perú. Se trata de un ambiente en el que la riqueza potencial representada por el mineral contrasta con las precarias condiciones laborales de quienes lo extraen. La Rinconada es un lugar donde el sistema de trabajo y el modelo de explotación del terreno generan peculiares formas de arquitectura, convivencia, conflicto y alteración del paisaje.
En conjunto, la serie La Rinconada se plantea como una secuencia de narración discontinua en la que el terreno, los desechos y la fauna crecida al abrigo de los desechos humanos, los espacios provisorios para el ocio o la peculiar arquitectura doméstica indican cuáles son las condiciones materiales reales sobre las que se sustentan determinados sistemas económicos, con el oro como gran talismán que respalda de manera más simbólica que real el capitalismo financiero, cuyo flujo y conversión en plusvalía o cultura del lujo se desarrolla lejos de La Rinconada. Correa enlaza así con la propia memoria del país y de todo el Cono Sur al destapar al fantasma de la tensión entre colonia y metrópoli y exhumar, mediante imágenes, las legendarias fantasías sobre la existencia de El Dorado que albergaron los explotadores de aquellos territorios durante el período colonial. En palabras de Correa: «Mi interés se dirige a explorar aquellos territorios que se encuentran en situación de aislamiento, precariedad y olvido. Lugares donde se desarrolla una forma de vida humana “en precario” que además ha de soportar las fuertes condiciones que impone una naturaleza de gran poderío. Me mueve mirar y detenerme en aquellos espacios geográficos humanos aislados y desconocidos que coexisten de manera real y habitual a nuestra vida cotidiana, pero que no son objeto de nuestra preocupación, quizá por su falta de presencia en los medios de comunicación, porque vivimos instalados en la comodidad y no necesitamos preocuparnos por su existencia y porque, en muchos casos, dada las dificultades para acceder a ellos, simplemente no figuran en los mapas».
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