Tartaruga e papagaio estranho
- 2011
- Copia cromógena en color
- 45 x 60 cm
- Edición 1/6
- Cat. F_165
- Adquirida en 2014
La obra de João Maria Gusmão (1979) y Pedro Paiva (1977), dúo portugués constituido en el año 2001 en la Universidad de Lisboa, invita al espectador a cuestionarse su capacidad de percepción y recepción, presentándole escenas y elementos cargados de misterio que obligan a trabajar la imaginación, a pensar en los posibles sentidos que esconden sus piezas a partir de nuestra memoria colectiva e individual. Esta interpretación debe hacerse a partir de las pocas referencias que la fotografía, en este caso, deja entrever. Sus esculturas, cortometrajes en formato de 16 mm, fotografías e instalaciones son, como ellos mismos las denominan, «ficciones poético-filosóficas» que muestran su fascinación por lo inexplicable e incluso lo paranormal.
Gusmão + Paiva arrancaron ya en sus primeros trabajos tocando temas relativos a la percepción, lo que han denominado «percepción diferida», siguiendo el acercamiento que hizo a la metafísica el filósofo francés Henri Bergson. Les fascinaba especialmente el fenómeno de la paramnesia, no recordar el sentido de las palabras o las imágenes, la distorsión de los recuerdos y lo que popularmente se conoce como déjà vu, una experiencia que nos resulta extraña y que, de manera inexplicablemente ajena y algo descorporeizada, conecta la memoria, el tiempo pasado, el instante y la experiencia vital. Sus últimos proyectos profundizan en estas cuestiones al fundamentarse en la «abismología», un neologismo acuñado por el escritor René Daumal (1908-1944) para denominar una ciencia inventada acerca del «abismo». Esta persigue redefinir la espiritualidad mediante el estudio de los límites de la percepción y la magia de las cosas. De esta manera se busca, a través de la creación visual, aunar elementos aparentemente irreconciliables como son la ciencia y el misterio. En las obras de Gusmão + Paiva podemos ver situaciones y objetos cotidianos reales sobre los que se superponen capas de ficción con sutiles golpes de humor, que convierten artefactos de nuestro día a día en mundos extraordinarios.
En Tartaruga e papagaio estranho (2011), los dos artistas portugueses construyen cuidadosamente la escena representada. Todo sucede en un espacio interior: podría ser un museo de ciencias naturales o también uno de sus posibles antecedentes, los gabinetes de curiosidades, aquellos fascinantes lugares en los que primaban las taxonomías populares no consensuadas anteriores a la aparición de las ciencias positivas. Por delante de una especie de estantería alta, poco iluminada, un papagayo parece haber dejado caer una pequeña tortuga en pleno vuelo. El gabinete alberga objetos de naturaleza muy dispar y difícilmente reconocibles en su conjunto (se aprecia algún fósil, documentos, huesos animales y algún aparato de carácter electrónico).
Al igual que en la mayoría de las piezas de este dúo artístico, esta fotografía genera y muestra un microcosmos en el que se puede visualizar lo inimaginable, en este caso una escena de caza improbable, ya que los papagayos, aunque omnívoros, se alimentan de verduras, frutas, semillas e insectos; es decir, que una tortuga no estaría entre sus intereses alimenticios. A esto se añade lo arduo que resultaría para este pájaro —que los mismos artistas califican en el título de la pieza como de «extraño»— agarrar al reptil tanto por su peso como por la lisura y dureza de su caparazón. Álvaro de los Ángeles ha calificado de cinematográfica esta imagen, subrayando una suspensión del tiempo que parangona el movimiento violento congelado del primer término y la estática presencia de estas huellas del pasado vivo del que solo quedan restos materiales. La conexión entre fotografía y muerte teorizada por Roland Barthes está servida. También la capacidad de la imagen fotográfica para generar ficción y engaño, ya que, aunque lo que vemos no existe materialmente, no podemos negar que se encuentra ante nuestros ojos.
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