Sin título
- 1989
- Gouache, carboncillo, lápices de colores sobre cartón adherido a tabla (contrachapado)
- 197,7 x 297,5 cm
- Cat. P_463
- Adquirida en 1992
Dice Luis Canelo que de niño jugaba a «hacer mundos» excavando hoyos en la tierra e introduciendo papeles de colores, semillas, hierbas y piedras para, posteriormente, taparlos con un cristal y cubrirlos de tierra, de manera que se convirtieran en tesoros ocultos. Lo que quizá no imaginó es que, al cabo de unos años y tras la lectura de textos de Anaxágoras, Kant, Hegel, Husserl, Bergson, Deleuze, Danto, Greenberg o Krauss, aquellos mundos serían el germen de los que crearía a través del personal lenguaje que, sobre lo orgánico, viene utilizando desde sus primeras exposiciones hacia finales de la década de 1960.
Consagrado a una interpretación de la realidad sobre la base a una mirada profundamente teórica, experiencial y vinculada a la memoria y al tejido sociocultural, Canelo es un artista cuya obra bebe tanto del entorno rural de Trujillo como de la pintura surrealista, la abstracción matérica de Antoni Tàpies, la poesía de Giorgio Morandi o la práctica pictórica de los expresionistas abstractos. Unos referentes que, junto a su pasión por la poesía y el pensamiento, han hecho que su obra se haya forjado en torno a los parámetros de la abstracción y de una naturaleza a la que se acerca alternando planteamientos minerales, orgánicos, descriptivos o metafóricos con lenguajes próximos a la fluidez biológica, la solidez mineral o la estructura geométrica del orden natural.
Estas cuatro obras de Canelo —realizadas sobre soportes orgánicos como el cartón, el papel y la madera y una paleta de color frío que, aplicada con la energética suavidad de un gesto, induce a interpretar sus resultados como parte de un estudio científico-intelectual en torno a los micromateriales que configuran un paisaje— nos hablan de un territorio formado por texturas, configuraciones y estructuras pobladas de figuras de orden cosmológico, etéreo, líquido o mineral. Son obras realizadas entre finales de los ochenta y principios de los noventa sobre la base de una abstracción estética que sirve tanto para estructurar el espacio como para incidir en el control conceptual de su obra.
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