Colección
Retrato de Francisco Cabarrús, vizconde de Rambouillet y I conde de Cabarrús
- c. 1895
- Carboncillo sobre papel verjurado
- 28 Ø cm
- Cat. D_80
- Encargo al autor en 1895
Excepcional dibujo en formato circular que reproduce, casi a tamaño natural, el busto de Francisco Cabarrús del retrato de cuerpo entero del financiero pintado por Agustín Esteve hacia 1798, pintura recientemente adquirida para la colección del Banco de España. El dibujo se halla firmado en el paspartú, y no hay razón para dudar de su autoría, ya que corresponde claramente con el modo de hacer de Maura quien, no en vano, está reconocido como uno de los mejores intérpretes de pintura de la escuela española, especialmente dotado como retratista. Además, estaba vinculado como segundo grabador a la Fábrica de billetes del Banco desde 1887, y la grafía de la inscripción es semejante a la firma que el artista incluía en las láminas de los billetes que grababa.
En este caso, el dibujo es muy similar a otros ejemplares conservados del grabador mallorquín: está realizado a carboncillo, resaltándose los contornos y ciertos elementos con el lápiz, mientras hace uso del clarión para conseguir pequeños toques de luz. Lo más destacado, sin embargo, es que, aparte de reproducir con absoluta veracidad la pintura de Esteve, le otorga al retrato una gracia y una delicadeza de los que carece el original.
La emisión de un billete de 1000 pesetas, con fecha del 1 de mayo de 1895, que incluye en el anverso la misma imagen de Cabarrús según el retrato de Esteve, lleva a relacionar el dibujo de Maura con el proceso creativo de dicho billete. No se ha localizado documentación en que se registre la decisión de incluir tal imagen en un nuevo billete aunque, sin duda, en la elección del retrato pesó el que entonces se creyese pintado por Francisco de Goya y que pareciese una imagen más oficial —pues aparece uniformado— que la que luce Cabarrús en el retrato que le hizo Goya en 1788 con destino al Banco de San Carlos (Colección Banco de España, P_136). El retrato de Esteve se encontraba entonces en poder de los descendientes de Cabarrús, por lo que se encomendaría a Maura la copia del busto con el fin de sacar, a partir de él, la lámina correspondiente para reproducirlo en el billete.
En la sesión de la Comisión de Administración del Banco del 30 de abril de 1895 se aprobó el dibujo presentado por la Fábrica de billetes, aunque no se mencionan asunto ni autor. Se ratificó en el Consejo de gobierno del 3 de mayo siguiente, acordándose que el billete llevase la fecha de emisión del 1 de mayo de ese año. En marzo de 1897 se informaba de que se iba a proceder al grabado y la preparación de las planchas, y el 21 de noviembre ya se habían concluido los trabajos necesarios de grabado, reproducción, clichés, tintas y moldes para el papel. Finalmente, el billete se puso en circulación desde el 17 de mayo de 1898.
A diferencia de otros billetes grabados por Maura, en este no se incluyó su firma, lo que hace pensar que no fue él quien abrió las láminas y que tal vez se encargase de esta operación Domingo Martínez Aparici, que era primer grabador de la Fábrica de billetes, quien, por el contrario, no solía incluir su firma. También tal vez por ello se decidiese conservar el dibujo de Maura con su firma en el paspartú. No obstante, cabe señalar que el modelo de putto que acompaña el medallón con la efigie de Cabarrús es muy similar a los que aparecen en los reversos firmados por Maura en los billetes de 50 y 100 pesetas de la emisión del 1 de junio de 1889, y del de 50 pesetas del 24 de julio de 1893.
La personalidad histórica de Cabarrús destacó durante los reinados de Carlos III y Carlos IV como uno de los escritores especializados en cuestiones de política económica en la segunda generación de los ilustrados españoles, y como proyectista financiero, por la creación de los vales reales en 1780, en plena guerra contra los ingleses, y por la creación del Banco Nacional de San Carlos, primera entidad con capacidad de emisión de billetes en España. En 1790 perdió su influencia política y social. Fue rehabilitado por Godoy después de años de graves dificultades que nunca se aclararon definitivamente, entre ellas procesamiento y cárcel.
Nació en Bayona en 1752, de familia de comerciantes y marinos originaria de Navarra. En 1771 viajó a Valencia para adiestrarse en la práctica comercial española en la casa de Antonio Galavert. Poco tiempo después, contrajo matrimonio secreto con su hija María Antonia, de catorce años, con la oposición de ambas familias. Tuvieron una hija, Teresa, y dos hijos varones.
En 1773 se traslada a Carabanchel de Arriba, un pueblo cercano a Madrid, donde Pierre Galavert, un familiar de su esposa, poseía una fábrica de jabón. Se sabe que pronto emprendió negocios, desde 1775 al menos con la casa de la Viuda de Lalanne e Hijos, consistentes en giros de letras y exportación de monedas de plata. Se asoció con Jean Aguirre, comerciante de lanas y cajero del Canal Imperial de Aragón; entre otros negocios llevaron a cabo actividades de exportación de lanas a Francia e Inglaterra. También se asoció con la casa Le Couteulx, una de las más importantes de las que participaban en el comercio entre Cádiz, Ruan y París.
Al mismo tiempo que prosperaba como comerciante y banquero, se introdujo en uno de los principales círculos de poder, el de los ilustrados. Ingresó en la Sociedad Económica Matritense en 1776; en la tertulia que se reunía en casa de Pedro Rodríguez de Campomanes, conoció a Jovellanos, con quien nació una relación de amistad que mantuvo hasta los años de la Guerra de la Independencia. Cabarrús poseía una cultura muy superior a la habitual en los comerciantes y banqueros de su época y se esforzaba por pasar del ámbito meramente comercial al de la élite ideológica y política.
En 1779, España y Francia se enfrentaron a Inglaterra, con motivo de la guerra de la independencia norteamericana. El Gobierno pronto se encontró con la necesidad de cubrir los gastos bélicos. Además, el bloqueo naval británico había disminuido las remesas de Indias, por lo cual el efectivo que circulaba en España había menguado sensiblemente. Es entonces cuando Cabarrús concibe la idea de los vales reales —un híbrido de deuda pública y de papel moneda— y convence al conde de Gausa, entonces ministro de Hacienda, de su emisión con una triple finalidad: allegar recursos para la Hacienda, servir al público de medios de pago —al menos en intercambios de cierta importancia— y proporcionar a sus propietarios un interés suficientemente atractivo, del cuatro por ciento anual. En el reinado de Carlos III se realizaron tres emisiones (1780, 1781 y 1782). Gracias a su capacidad de iniciativa y convicción logró involucrar en dicha operación a algunos relevantes intermediarios, en su mayor parte franceses con casas de comercio abiertas en Madrid y Cádiz.
La incertidumbre de los resultados de la guerra deterioró la cotización de los vales reales a finales de 1782. En junio de ese mismo año, ya se había creado el Banco Nacional de San Carlos. El banco fue el resultado del empeño personal de Cabarrús por erigir un instituto oficial de crédito en forma de sociedad por acciones, entre cuyas funciones se encontraba la emisión de billetes, la anticipación de recursos al Estado —principalmente con la administración de provisiones al Ejército—, el crédito para los gastos de la monarquía en el extranjero, y el descuento y la negociación de letras con particulares; un objeto adicional era la financiación de proyectos de obras públicas, pero el principal era el pago en plata de los vales reales. En 1784 le fue concedido al Banco de San de Carlos el monopolio de la extracción de la plata, que proporcionó sustanciosos beneficios a esta institución, y en 1785 consiguió otro proyecto financiero: la creación de la Compañía de Filipinas, en la que el Banco de San Carlos hizo una importante inversión. Ambos proyectos eran contradictorios con el liberalismo económico que defendía. En la década de 1780 a 1790, Cabarrús debió de convertirse en uno de los sujetos con mayor influencia social y económica en Madrid, fuera del círculo de la grandeza de España, pero también comenzó a gestarse su impopularidad. Diversos contratiempos se combinaron para anular su éxito.
En 1789, después de la muerte de Carlos III, el ministro de Hacienda Lerena, enemigo personal de Cabarrús, instigó a los accionistas a convocar una junta extraordinaria para examinar su gestión. Cabarrús fue destituido junto con los restantes directores del banco, y poco después encarcelado por un remoto delito de contrabando de metálico, supuestamente cometido en sus años jóvenes.
Las circunstancias políticas habían cambiado con la sucesión de Carlos IV y con la conmoción que significó la Revolución en Francia, situación que los enemigos de la tendencia ilustrada trataron de aprovechar. Cabarrús perdió apoyos en la corte, y el proceso en la jurisdicción civil siguió su curso. Estuvo cinco años en prisión sin que llegara a celebrarse juicio. En 1795 fue puesto en libertad y rehabilitado como director nato del Banco Nacional de San Carlos, después de que los magistrados constataran defectos procesales y de que el nuevo ministro de Hacienda —Diego de Gardoqui— retirara los cargos contra él. Este cambio de situación coincide con el final de la guerra contra la Convención francesa y la orientación dada por Godoy a la política interna, más proclive a los ilustrados.
Godoy cayó temporalmente en desgracia, pero cuando recobró el poder —apoyado por el partido más reaccionario—, destituyó y encarceló a los ministros ilustrados. Cabarrús fue desterrado a Burgos. Entre 1801 y 1807 permaneció en Barcelona dedicado a varios proyectos industriales. Al producirse el levantamiento popular contra los ejércitos franceses en 1808, se reencontró con Jovellanos en Zaragoza. Cabarrús declaró su apoyo a la causa legitimista; sin embargo, pocos días después fue víctima de un grupo de insurrectos por su origen francés o por su notorio antitradicionalismo. Al parecer, ese hecho fue decisivo para que modificara su postura, adhiriéndose a la causa de José Bonaparte, quien lo nombró ministro de Hacienda en julio de ese mismo año. En el desempeño de ese cargo, murió en Sevilla en 1810.
Extracto de: P. Tedde de Lorca: Diccionario biográfico español, Madrid: Real Academia de la Historia, 2009-2013.
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