Artista plenamente inserto en el contexto de internacionalización del arte español durante los años ochenta y noventa, Juan Uslé está representado en la Colección Banco de España con cuatro piezas que permiten recorrer períodos distintos que transforman su obra hasta hallar los códigos personales que hoy lo identifican en diversas latitudes del mundo. Sus inicios en los años ochenta, asociado a un neoexpresionismo sombrío y enigmático, matérico y visceral, se materializa en El cañón de La Cavada o El corte (1983), óleo en el que la subjetividad se plasma a través de la evocación personal de un lugar, en este caso uno cargado de historia plena de violencia latente: la Real Fábrica de Artillería de La Cavada (en Cantabria, de donde procede Uslé), que desde el reinado de Carlos III surtió al Ejército español y que hoy se encuentra musealizada, con el icónico cañón como tótem protector, que Uslé recoge en la obra en un momento en que, ante todo, le interesan «aquellas emociones humanas básicas» aderezadas con un cierto aliento legendario, como el que se despliega en el texto que acompaña la obra en su dorso. La pieza sirve de contrapunto para comprender el salto de Uslé hacia lenguajes más abstractos, desde la experiencia directa y cercana, biográfica incluso, hasta la destilación y análisis de los lenguajes de la pintura, partiendo siempre de un «yo» que queda más o menos latente.
En ese contexto, Piel de agua (1990) representa un momento transitivo en el proceso que Kevin Power ha llamado «separación gradual de la piel de las cosas», utilizando precisamente el símil dérmico explicitado en el título, asociado en la obra a la nueva mirada al paisaje que define este momento del artista. Tal interés por las superficies, las tramas que forman una realidad subjetivada, es el que aparece en Red Works (1992), una obra temprana dentro de la definición más precisa de la gramática pictórica que lo hará reconocible en adelante. En cuanto superación tanto de la abstracción pospictórica de un Frank Stella como de las diversas declinaciones del conceptualismo, la retícula, con todas sus implicaciones en la modernidad desde Piet Mondrian, sirve no obstante a Uslé para dejar constancia de una grafía, de un gesto humano tangible en la irregularidad de su trazado. Es el tipo de obra que antecede directamente series futuras, como la extendida en el tiempo Soñé que revelabas, iniciada en esos años y en la que, como se intuye en Red Works, hay una atención a la estructura que, ante todo, funciona como interiorización de una experiencia íntima paradójicamente velada por los estratos pictóricos, convertida en enigma personal.
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