Colección
Entre 1992 y 1993 Berta Cáccamo se encuentra en Roma disfrutando de una beca en la Academia de España. Supone un cambio de escenario tras los años de París, ciudad en la que se había instalado a finales de 1989. Durante su etapa parisina, y a través de sus viajes por otros países europeos, Berta Cáccamo había consolidado su lenguaje pictórico desde una madurez inusual para una artista tan joven. Fueron aquellos, años de intensa actividad, plasmada a través de telas de formato medio y grande, pero también de experimentación con otros soportes textiles, como lonas, sacos y otros materiales reutilizados, y sobre todo de una incansable producción de dibujos, tintas y acuarelas sobre papel. Una práctica que entiende desde la plena autonomía con respecto a su producción pictórica. Sus cuadernos y libros de artista de la época dan buena cuenta de su intensa actividad artística, pero también del tiempo dedicado al estudio y a la reflexión sobre los principios esenciales de la pintura.
QNJ es posiblemente el cuadro más importante realizado por la artista en Roma. Al igual que en las pinturas acrílicas y en las series de papeles parisinos, los tonos negros, grises y blancos configuran toda una serie de grandes manchas dúctiles, cada vez más orgánicas, aunque organizadas desde una cierta estructuración geométrica. El cuadro está constituido por una gran protuberancia gris que se recorta sobre un fondo blanco níveo, y que nos hace pensar en una forma aumentada que pudiese emanar del cuerpo o de la naturaleza. Como en otras pinturas de esa época, las formas poseen una condición líquida, fluida, que da lugar un tipo de corporeidad evanescente. Aunque la obra de Berta Cáccamo se ha vinculado tradicionalmente a la observación de la naturaleza y a la cualidad contingente de sus elementos, no es menos relevante, como QNJ parece sugerir, una vocación asociada al cuerpo femenino y a lo germinal: a lo que se presenta en ciernes.
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