Príncipe del sueño

Príncipe del sueño

  • 1987
  • Bronce pintado
  • 23 x 20 x 19 cm
  • Cat. E_124
  • Adquirida en 2000
Por:
Beatriz Espejo

A Juan José Aquerreta se le ha definido como una persona profunda y solitaria, un artista dominado por las dudas cotidianas, el afán perfeccionista y el silencio. Maestro de la levedad, busca escapar de teorías y definiciones, como los personajes de Bailando por miedo (1938), pintura de Paul Klee muy apegada a su quehacer artístico. Una huida que está muy presente en sus paisajes, retratos, abstracciones y esculturas. De factura obsesivamente minuciosa, sus obras recuerdan el clasicismo arcaico marcado por el orden, el control y la medida, aunque su inspiración viene del caos, de un espacio vertiginoso que en múltiples ocasiones lo coloca frente a su propia imagen.

Tal vez por ello le ha gustado siempre la práctica del retrato. La escultura Príncipe del sueño (1987) es un ejemplo. La cabeza de bronce, pintada posteriormente de blanco, se erige neutra y fría, sin apenas detalles. Sin huir de cualquier fisonomía concreta, hace del retrato todos los retratos posibles, incluso el suyo. El autorretrato es, de hecho, un recurso habitual en muchas de las obras de esa época, que el artista traslada al lienzo con rostros desvanecidos, que sorprenden con una enorme intensidad en su mirada opaca. En el retrato, ha explicado el artista, encuentra la eternidad, en un plano en el que se diluyen las perturbaciones del transcurrir diario.

Beatriz Espejo

 
Por:
Roberto Díaz
Juan José Aquerreta
Pamplona/Iruña 1946

Cursó estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona en Dibujo y Pintura. En 1966 se trasladó a Madrid para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue alumno de Antonio López García. En 1983 comenzó a impartir clases en la Escuela de Arte de Pamplona. Su pintura desarrollada desde los años setenta ha sido vinculada a la llamada Escuela de Pamplona junto a artistas como Pedro Salaberri, Pello Azketa o Mariano Royo, pero su carácter solitario lo vincula más con ciertos aspectos que remiten a la pintura metafísica y a la obra de Giorgio Morandi, en el tratamiento sintético de sus composiciones, que parten de la linealidad del dibujo previo, de colores tenues y difuminados, en temas recurrentes en su obra: la figura humana y el autorretrato, los paisajes limítrofes entre el campo y la ciudad, usualmente solitarios, y las naturalezas muertas. En la década de 2000 su obra se vio influida por la temática religiosa y la técnica de los iconos bizantinos, que refuerzan su pintura hacia el camino de lo intemporal.

En 1973 realizó su primera exposición individual en la Galería Sen de Madrid, continuando una labor expositiva constante en el panorama galerístico español. Participó también en numerosas colectivas dedicadas al arte vasco y navarro y se sumó al XV Salón de los 16 (Madrid, 1995). En 2001 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas y dos años después el Premio Príncipe de Viana de la Cultura.

Roberto Díaz

 
 
VV. AA. Colección Banco de España. Catálogo razonado, Madrid, Banco de España, 2019, vol. 2.