Iniciadas en los años noventa, las series Preludios / Interludios / Postludios constituyen uno de los corpus de trabajo más significativos de José María Yturralde. Piezas que forma una suerte de trilogía, aludiendo ya desde el título a los intercambios desplegados por el artista en su trabajo, en este caso en clara referencia a su interés por el arte sonoro y lo musical: «La mayor parte de mis exposiciones responden también a una escucha específica y repetida de una sinfonía».
Las nociones de lo absoluto y la belleza, el empleo del monocromo, el color puro, la geometría, el ritmo, la armonía y la «cita» a creadores como Mark Rothko, Barnett Newman y James Turrell —algunos nombres de una lista mucho más extensa que da cuenta de la erudición del artista— se superponen en unas imágenes sublimes que irradian una «luz interior». Una luminosidad inquietante que, por otro lado, parece ser producto de algún tipo de dispositivo industrial que permanece oculto.
En un juego de percepción sobre los límites de la visión, construido a partir de la indagación sobre la fisicidad e «interacción» del color heredada de Josef Albers, Postludio se estructura en una amalgama que combina y modula temperaturas, superposiciones, transparencias, contrastes y, finalmente, «ilusión». Del mismo modo, la serialidad y construcción del espacio pictórico, fundamentos de estas piezas, dan cuenta de la sensibilidad, la energía y la complejidad del lenguaje plástico de Yturralde, de su rigor analítico.
Será el crítico e historiador Daniel Giralt-Miracle quien se aproxime de modo certero a su práctica señalando que «la sutil y siempre debatida frontera entre el mundo y el trasmundo la refleja en una pintura que, sin renunciar a todo el bagaje teórico-práctico que ha llegado a adquirir a lo largo de su carrera, se sitúa en lo que podríamos denominar una ontopintura, lo que no deja de ser en el mundo del arte y en el mundo del pensamiento una opción radical, asumida con coraje y riesgo».
Con una exposición de sus Postludio-vacíos-Posludios, organizada por la Gering & López Gallery en Nueva York (1998-2007), Yturralde da por concluida una de sus investigaciones más extensas.
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