De entre los diversos «personajes» que configuran la serie intermitente de lienzos homónimos de Rafael Canogar, numerados de manera consecutiva y fechados entre 1960 y 1962, Personaje n.° 7 es el que presenta un carácter más abiertamente antropomorfo, con claro aspecto de perfil humano desdibujado por rápidos brochazos y toques de dripping, distinto por tanto de su precedente y su relevo inmediato, Personaje n.° 6 y Personaje n.° 8 (1960 y 1961 respectivamente, ambos en la Colección Fabio Sargentini, Roma) y más cercano al icónico Retrato de Óscar Domínguez (1960, también en la Colección Sargentini). Representa un momento clave de transición dentro de la carrera de Canogar cuando, disuelto el grupo El Paso en mayo de 1960, comenzó la expansión internacional de su trabajo, en especial en Francia e Italia. Es de hecho en la galería romana donde expone regularmente Canogar, L’Attico, donde se celebró la última exposición colectiva del influyente grupo fundado en 1957; allí, Canogar entró en contacto con la pintura italiana y la crítica del país, desde Emilio Vedova a Gillo Dorfles o Achille Bonito Oliva.
Los Personajes de Canogar son, para Paloma Esteban Leal, «los primeros atisbos de figuración», cuando «coincidiendo con el comienzo de la década de 1960, el pintor había tomado conciencia de que una practica tan intensa como el informalismo se iba a consumir muy pronto víctima de su propio arrebato». Es entonces cuando aflora una cierta estructura compositiva, deudora de la corporeidad y sentido del volumen aprendido de su formación junto a Daniel Vázquez Díaz. En ese sentido, de entre sus obras del período informalista puro, Personaje n.° 7 es la que de manera más clara anticipa su giro posterior hacia un realismo más descarnado, centrado en figuras humanas sometidas a impúdicas formas de violencia política en un sorprendente cambio de registro del artista hacia la figuración y la literalidad. Lo que serán desmembramientos, torturas, efectos de cargas policiales, cuerpos mutilados, están anunciados ya en este rostro anónimo desfigurado por la intencional virulencia del gesto pictórico informalista en el que puede verse aún el modo en que los estilemas visuales de Antonio Saura, Luis Feito y Canogar se retroalimentan de manera sorprendente; de este modo, la obra de Canogar parece llegar, en ciertos momentos, a confundirse con la de sus compañeros en este período inicial de la década de 1960. Por otro lado, Personaje n.° 7 recuerda cómo el rostro humano se convertirá, entrados los años ochenta y con el abandono de esa pintura de protesta, en el signo de identidad, casi en el emblema reiterado de la obra del Canogar de plena madurez a su ingreso en el relativo manierismo que acusó parte de su generación.
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