Colección
Personaje desconocido
- 1864
- Óleo sobre lienzo
- 84 x 67 cm
- Cat. P_216
- Adquirida en 1988
El retrato tiene como modelo a un hombre de mediana edad, que está representado de medio cuerpo y mira directamente hacia el espectador. Se encuentra sentado, lo que afecta a la posición que adquiere su brazo derecho y a la manera como entrelaza sus manos, que ocupan un lugar importante en la retórica expresiva del cuadro. En el dedo corazón de la mano izquierda luce un anillo. Viste levita, chaleco y camisa, y adorna su cuello una pajarita. Sobre el chaleco asoma una banda de color amarillo y blanco, que corresponde a la orden de Isabel la Católica. Una cruz de esa misma orden adorna la parte izquierda de su pecho, acompañada de dos cruces más, una de las cuales (a juzgar por la flor de lis) es la de la orden de Carlos III. El personaje lleva bigote y barbas bastante pobladas, al igual que el cabello, que se abre para mostrar una frente ancha y despejada.
Se desconoce la identidad del retratado. Se ha especulado con la posibilidad de que se trate de un autorretrato, dada la franqueza de la mirada o el hecho de que Contreras tuviera la cruz de Isabel la Católica. Sin embargo, como también se ha señalado, esa posibilidad está contrarrestada por el hecho de que cuando firmó esta obra, Contreras tenía treinta y siete años, y la edad que aparenta el modelo es superior, como sugiere su cabello ligeramente entrecano, o las arrugas que surcan su rostro, especialmente junto a las cuencas oculares.
En 1864, cuando se hizo esta obra, Contreras se encontraba trabajando en València, adonde había llegado como catedrático de Colorido y Composición. Tres años antes había cosechado un Segundo Premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y ese mismo año ganó una Segunda Medalla de Oro. Se trata de una de las épocas más dulces de la carrera y la vida del pintor, cuando todavía no había muerto su mujer y veía reconocidos sus méritos. Este retrato, del que se ha llamado la atención acerca de la capacidad del pintor para transmitir un sentimiento de empatía, demuestra que era también un artista versátil, que a pesar de que se orientó principalmente hacia la pintura de historia y los temas religiosos, supo acercarse con soltura a este género. Y lo hizo siguiendo la senda que estaba señalando desde hacía varias décadas Federico de Madrazo, que fue maestro de Contreras en Madrid. Con las obras de Madrazo comparte una fórmula compositiva que busca transmitir una imagen del modelo a la vez elegante y relajada; el gusto por una descripción precisa, que permite identificar los detalles; y una unidad tonal, que en este caso se resuelve a base de pardos y que funde de manera convincente al retratado con su entorno.
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