Pedro Salaverría

Pedro Salaverría

  • c. 1881
  • Óleo sobre lienzo
  • 188 x 114 cm
  • Cat. P_205
  • Encargo al autor en 1877
Por:
Javier Portús

Una inscripción identifica al retratado con don Pedro Salaverría y Charitu (Santander, 1821 - Donostia / San Sebastián, 1896), destacado político español que, por su gran especialización en cuestiones económicas, fue secretario de Estado del Ministerio de Hacienda en 1854 y ministro en cuatro ocasiones entre 1856 y 1876. De octubre de 1857 a enero de 1858 ocupó la cartera de Fomento. Estrechamente vinculado al Banco de España, fue gobernador entre enero y octubre de 1877.

El retrato de Federico de Madrazo no fue realizado durante el tiempo en que dirigió el Banco, sino unos años después. En la relación de obras propias del pintor, entre 1881 y 1882, figura el «retrato cuerpo entero, del Sr. Salaverría, para el Banco de España (1883) [sic]», y que le fueron pagados treinta mil reales, una de las cantidades más altas de ese inventario. Esa anotación avala la sugerencia de Julián Gállego de que el cuadro fue concebido en relación al retrato de Ramón de Santillán realizado por José Gutiérrez de la Vega, con quien coincide en tamaño y en esquema compositivo. Y el que sea una obra encargada con posteridad al momento en que desempeñó el cargo en el Banco ayuda a explicar la presencia de dicha inscripción. Aunque en la anotación de Madrazo figura 1883, hay que adelantar algo su ejecución, pues el 26 de octubre de 1881 ya se cita en la documentación del Banco de España y se dice que su encargo se debió a una resolución de su Consejo. Probablemente esto tuvo que ver con la propuesta del marqués de Casa-Jiménez de creación de una galería de retratos de gobernadores a partir del de Ramón de Santillán. Dada la importancia que Salaverría había tenido en la política económica española, resultaría lógica su elección para continuar esa colección iconográfica.

En 1881, cuando fue pintado este retrato, Salaverría cumplió sesenta años y llevaba varios retirado de los asuntos públicos, en buena medida debido a problemas de salud. Aparece con el uniforme y las insignias de su cargo: los bordados dorados en los que se repite la representación de ojos eran los propios de los trajes de personajes con altas responsabilidades políticas y administrativas; le cruza el torso y le cuelga del pecho y la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, que aparecen también en los retratos de otros gobernadores: Francisco Santa Cruz, Martín Belda, Antonio Romero Ortiz, Juan Francisco Camacho, Manuel Aguirre, Manuel de Eguilior, etcétera. Los elementos alusivos a su dignidad se completan con el sombrero sobre la mesa y con el bastón que tiene junto a su mano izquierda, objeto ya presente en retratos de personajes con mando en el Banco y las instituciones que lo precedieron, como el citado Santillán, Larumbe o el marqués de Tolosa.

Compositivamente, la obra se relaciona con el retrato realizado por Gutiérrez de la Vega y con el del conde de Altamira por Goya: el retratado viste su traje oficial, está sentado junto a una mesa y ha desviado su atención para posar para el pintor. En los casos de Salaverría y el conde de Altamira, mantienen un brazo extendido sobre la mesa, junto a papeles con los que estaban trabajando; mientras que Santillán sostiene un libro cuyo super libris sugiere un carácter oficial. En todas las composiciones se subraya el carácter «civil» de la actividad del modelo y su retórica conjuga los honores con las responsabilidades. Madrazo ya había empleado esta fórmula compositiva desde al menos la década de 1840, como atestigua su retrato del marqués de Miraflores (colección particular), firmado en 1843, así que el de Salaverría es una obra de madurez de un pintor con cuatro décadas de experiencia. Conserva las cualidades que le aseguraron el éxito: precisión descriptiva —más relajada y natural respecto a épocas anteriores del pintor— y uso de poses y de un lenguaje gestual que acentúan la elegancia de los retratados; además, en esta obra el autor ha hecho un alarde de su capacidad para manejar una gran variedad de tonos y compaginarlos entre sí. Por esto es muy interesante la ocasión que ofrece el Banco de estudiar en una misma colección dos obras importantes de la trayectoria de Madrazo y compararlas entre sí: los casi cuarenta años que median entre los retratos del duque de Osuna y de Salaverría se tradujeron en un estilo pictórico más fluido.

Es probable que Salaverría no posase para Madrazo como aparece en el cuadro. Así lo sugiere la existencia de un retrato en formato oval que solo reproduce el busto del personaje y que muy probablemente sirviera como punto de referencia para que el pintor «construyera» el retrato de cuerpo entero. La relación entre ambas obras es innegable, pues las dos muestran al personaje de la misma edad y hasta con la boca igualmente entreabierta. En el caso del retrato de busto, su factura más libre y espontánea sugiere que es previo a la efigie del Banco de España.

Javier Portús

 
Por:
Javier Portús
Federico de Madrazo y Kuntz
Roma 1815 - Madrid 1894

Fue uno de los miembros más activos e importantes de la familia y controló el panorama artístico madrileño durante casi todo el siglo XIX. A la misma pertenecieron importantes pintores como José, Ricardo o Raimundo, el historiador Pedro e, incluso por vía política, Mariano Fortuny. Su formación temprana tuvo como escenario Madrid, y más concretamente el taller de su padre José y la Academia de Bellas Artes, de la que llegó a ser académico de mérito antes de cumplir veinte años. En esa época realizó algunos cuadros para la casa real, cuya calidad le granjeó el título de pintor supernumerario de cámara en 1833, año en el que pasó unos meses en París trabajando en el taller de Ingres. Hombre de acusadas inquietudes intelectuales, a su vuelta a Madrid aglutinó a un grupo de amigos con aspiraciones comunes, entre los que figuraban Valentín de Carderera o Eugenio de Ochoa, y fundaron en 1835 la revista El Artista, una de las publicaciones emblemáticas del Romanticismo español.

Entre 1837 y 1842 su vida transcurrió en París y Roma, donde asentó las bases de un prestigio internacional que le acompañó hasta su muerte y completó su formación al amparo de Jean-Auguste Dominique Ingres y Johann Friedrich Overbeck, que se convirtieron en los principales puntos de referencia de su estilo; el primero por la elegancia y hábil composición de sus retratos, y el segundo por el tratamiento del color y de las masas, especialmente en lo que se refiere a las composiciones de carácter religioso.

Tras la experiencia romana regresó a Madrid en 1842 con la intención de dedicarse a la realización de grandes cuadros de tema histórico o religioso, a través de los cuales pudiera mostrar sus grandes dotes técnicas y su preparación intelectual. Pero el mercado para este tipo de obras ya estaba copado y tuvo que dedicarse fundamentalmente al retrato. Su extraordinaria habilidad técnica, su enorme capacidad de trabajo, su elegancia y su inteligencia para embellecer la realidad física de sus modelos sin necesidad de alterar sustancialmente la realidad lo convirtieron en el retratista más solicitado por la alta sociedad madrileña y en uno de los mejores cultivadores del género que ha habido en España en ese siglo. Por lo mismo, su obra es un documento excepcional para conocer no solo las efigies de los principales miembros del mundo de la política, las artes o la economía del país, sino también sus ideales y aspiraciones, que se reflejan tanto en el estilo de las obras como en su puesta en escena o en los elementos de ajuar e indumentaria.

A partir de 1842 vivió fundamentalmente en Madrid, aunque realizó numerosos viajes al extranjero, llegando a residir durante dos años (1878-1880) en París. Esa parte de su vida está jalonada por los éxitos artísticos y el reconocimiento oficial, que lo llevó a ocupar importantes cargos en las instituciones culturales de la corte. Así, en 1843 fue nombrado director de pintura de la Academia de San Fernando; en 1857 la reina Isabel II lo nombró primer pintor de cámara; y entre 1860 y 1868 y 1881 y 1894 fue director del Museo del Prado.

Javier Portús

 
Por:
Elena Serrano García
Pedro Salaverría y Charitu (Santander 1821 - Donostia / San Sebastián 1896)
Gobernador del Banco de España 1877

Nacido en el seno de una familia vasca emigrada en Santander, se decantó políticamente hacia posiciones conservadoras. Comenzó su carrera en la Administración siendo muy joven y recorrió todo el escalafón del Ministerio de Hacienda hasta llegar a su cúspide. Fue cuatro veces ministro de Hacienda y una ministro de Fomento. Tras un primer brevísimo período al frente de la Hacienda en 1856, su segundo mandato tuvo lugar en el Gobierno largo de la Unión Liberal (1858-1863), presidido por el general Leopoldo O’Donnell, donde pudo desarrollar una política hacendística propia en un período que económicamente se caracterizó por su crecimiento y su confianza en el progreso y, desde el punto de vista de la Hacienda Pública, por la abundancia de recursos. Salaverría se convirtió en «el financiero de O’Donnell», como lo llamó José Larraz, en un gabinete que fue uno de los más estables del siglo XIX. Entre 1863 y 1864 fue subgobernador del Banco de España.

Durante su tercer mandato, en el Gobierno formado por Alejandro Mon en marzo de 1864 —que duró solo unos pocos meses— Salaverría realizó la reforma monetaria que consagraba el escudo como unidad de referencia en el sistema español. Su último mandato como ministro de Hacienda tuvo lugar durante el primer Gobierno de la Restauración presidido por Cánovas del Castillo, encontrándose Salaverría en una situación crítica con una Hacienda cercana a la bancarrota. Aunque solo permaneció en el cargo un año y medio, de diciembre de 1874 a junio de 1876, antes de dimitir dejó presentados el nuevo presupuesto y las leyes complementarias y se puede afirmar que en los siguientes años, en general, sus objetivos y previsiones se vieron cumplidos. Dimitió porque el agotamiento y las preocupaciones habían minado su salud. Cuando se repuso fue nombrado gobernador del Banco de España, cargo que ocupó entre enero y octubre de 1877 y que abandonó también por problemas de salud. Se retiró entonces de la vida política, de la que no quiso saber nunca nada más. Murió muchos años después, en 1896, en Donostia / San Sebastián.

Elena Serrano García

 
«El Banco de España. Dos siglos de historia (1782-1982)», Banco de España (Madrid, 1982). «1883. Federico de Madrazo y Kuntz», Museo Nacional del Prado (Madrid, 1994). «2328 reales de vellón. Goya y los orígenes de la Colección Banco de España», Banco de España (Madrid, 2021-2022).
VV. AA. El Banco de España. Dos siglos de historia. 1782-1982, Madrid, Banco de España, 1982. Julián Gállego Banco de España. Colección de pintura, «Catálogo de pintura del siglo XIX», Madrid, Banco de España, 1985. Carlos Reyero Colección "Los genios de la pintura". Federico de Madrazo, Madrid, Sarpe, 1988, nº 21. Julián Gállego y María José Alonso Colección de pintura del Banco de España, «Pintura de los siglos XIX y XX en la colección del Banco de España», Madrid, Banco de España, 1988. José Luis Díez Federico de Madrazo, Madrid, Museo del Prado, 1994. VV. AA. Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Madrid, Ediciones El Viso, 1994. VV. AA. Colección Banco de España. Catálogo razonado, Madrid, Banco de España, 2019, vol. 1. VV. AA. 2328 reales de vellón. Goya y los orígenes de la Colección Banco de España, Madrid, Banco de España, 2021.