Colección
Painting #24
- 2007
- Óleo sobre lienzo (Políptico)
- 92 x 70 cm c/u
- Cat. P_751
- Adquirida en 2010
En Painting #24, Pieter Vermeersch presenta una reflexión sobre el espacio y el tiempo que emplea el color como herramienta principal. La obra consiste en siete paneles verticales que forman un políptico, con transiciones tonales sutiles de colores claros a oscuros, incluyendo verdes luminosos y marrones apagados. Este degradado dota a la pieza de una cualidad atmosférica, e invita al espectador a una experiencia que trasciende la mera visualidad, y lo sumerge en una aprehensión inmersiva.
La práctica artística de Vermeersch está marcada por un profundo interés por la tradición del ilusionismo barroco, la abstracción pura y el realismo fotográfico. Así, sus obras oscilan entre la representación y el informalismo, traduciéndose a menudo en intervenciones espaciales de gran formato. Dentro de la producción de Vermeersch, Painting #24 se inscribe en lo que el artista denomina «Gradaciones»: pinturas monumentales —representadas frecuentemente en conjunto, a modo de composiciones— que se caracterizan por una difuminación gradual del color extremadamente precisa, casi científica. Vermeersch emplea esta gradación cromática como medio para explorar la temporalidad de una manera fenomenológica. El proceso de creación de la obra implica una aplicación minuciosa del color que hace que el aspecto resultante se aproxime al de una fotografía impresa. No obstante, la práctica de Vermeersch es puramente pictórica, una técnica que analiza y visualiza rigurosamente los cambios producidos por la luz, los captura en fotografías y finalmente los traslada a la pintura. A través de este método, Vermeersch transforma la obra en un registro del tiempo y de las condiciones que circundan la ejecución de la pieza, que también quedan incorporadas en el lienzo. El resultado son campos de color degresivos que evocan la idea de ciclos naturales, como el paso de las horas, el crepúsculo y el anochecer, o la transición de las estaciones.
La labor lenta y deliberada del artista culmina con la experiencia del espectador, que requiere de una mirada pausada. Al desplazarse frente a los paneles de Painting #24, la percepción del color cambia, requiriendo una contemplación prolongada y cierto compromiso físico. La obra no puede ser aprehendida en su totalidad de una sola vez, demanda tiempo de observación y participación del espectador, situándolo en un aquí y ahora cambiante. Cuando se observa el tiempo suficiente, la composición parece metamorfosear ante los ojos del que mira. Algunos autores han descrito esta vivencia estética de las piezas de Vermeersch como una «vibración intrusiva y agradable»[1], una experiencia que trasciende la simple visualidad y se torna relacional, dando lugar a una suerte de interacción física y emocional con la pintura. Esta particular experiencia estética, junto con el enfoque analítico y racional del artista, coloca la idea de temporalidad en el centro. Como resultado, Painting #24 emplaza al espectador en un marco visual que se transforma a medida que uno se mueve, y refuerza la idea de que la obra de arte es un evento temporal y cambiante más que un objeto estático.
[1] Guy Bovyn: «The Work of Art, Folded Between Two Colours» https://www.perrotin.com/artists/Pieter_Vermeersch/142#pres
La colección Banco de España cuenta con dos piezas de Pieter Vermeersch, artista belga destacado en las últimas décadas por aproximarse al lenguaje de la abstracción desde el doble punto de vista de la tradición del ilusionismo barroco y de la herencia de la fotografía en su término más absoluto: el de la captación de la luz y los efectos degradados que produce sobre el papel en formatos como el de Polaroid. Ambas obras reflejan una de las marcas de identidad más significativas de Vermeersch, fijada en el sutil degradado de campos de color. El políptico de siete piezas Painting # 24 (2007) presenta, en el sentido de lectura occidental de izquierda a derecha y de arriba abajo, el paso por diversas gradaciones del verde en un tránsito cuidadoso pero en última instancia expresivo, capaz de crear una cierta atmósfera de fugacidad, como en el rápido cambio de luz que se produce en las horas periféricas del día; de hecho, estas obras surgen precisamente de ese momento: el artista toma fotografías de cielos al atardecer o al amanecer, de cuya conversión meticulosa a pintura surge la obra pictórica.
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