Nº 34. De la serie: La mercantilización del arte

Nº 34. De la serie: La mercantilización del arte

  • 1975
  • Acrílico sobre lienzo
  • 82 x 104 cm
  • Cat. P_822
  • Adquirida en 2021
Por:
Isabel Tejeda

En 1975, año de la muerte del dictador Francisco Franco, la pintora Isabel Oliver (Valencia, 1946) inicia su serie La mercantilización del arte tras los trabajos de clara filiación feminista que había llevado a cabo desde principios de la década y que se agrupaban bajo el título genérico de La mujer. En estas primeras pinturas de 1970, aunque se aprecia el débito lingüístico al Equipo Crónica, grupo de realismo crítico valenciano muy cercano al Pop Art para el que había trabajado como asistente, la pintora había elegido un camino propio desde un punto de vista iconográfico y político; una vía ligada a su mirada «encarnada» por el hecho de ser una artista mujer que, además, militaba en el brazo feminista del Partido Comunista de España, el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM). Oliver denunciaba, sin perder el carácter irónico que atravesaba el arte valenciano de aquellos años, la situación de marginación de las españolas bajo una dictadura que era especialmente misógina y machista. Desde luego, esta perspectiva política no se encuentra en el ideario del Equipo Crónica, aunque sí en Joan Antoni Toledo y, sobre todo, en el Equipo Realidad, compañeros de estudios de Isabel Oliver en los años 60.

La mercantilización del arte está conformada por tres piezas (una de las cuales, la central o intermedia, pertenece a la Colección del Banco de España) y nace de otras dos series de paisajes realizadas entre 1972 y 1975: Paisajes pop y De profesión, sus labores. Como la artista nos indicaba en una entrevista de 2014: «[en 1972] dejé el tema de la mujer; aquello fue un tremendo fracaso... y entonces me dediqué a pintar paisajes». No obstante, y aunque Oliver cambió de género pictórico, mantenía el discurso político con el que había arrancado su trayectoria. La mercantilización del arte se compone de tres paisajes feministas, continuación de los cuadros de gran tamaño expuestos en Zaragoza (en la Galería Atenas) en 1973, hoy desaparecidos.

La intención de Oliver era crítica. Se servía de uno de los géneros pictóricos que más éxito había tenido desde el 800 en la pintura valenciana, el paisaje, pero lo hacía con un lenguaje pop —no olvidemos la influencia aplastante que Sorolla, o más bien los sorollistas, tuvo en San Carlos, escuela en la que ella se forma en los años 60—. Oliver elige una imagen estereotipada de lo que se entendía popularmente como paisaje y se difundía en calendarios y postales: una gran montaña con la cumbre nevada rodeada de abetos gigantes y un pequeño lago en el que todo se refleja. Frente a los huertos de naranjos y el mar Mediterráneo de Sorolla, la pintora opta por una naturaleza lejana con la que no guarda ningún sentido emocional de pertenencia. Casi siempre se servía del mismo paisaje en diferentes tamaños y con distintos lenguajes: «Para poner en evidencia que no me interesaba en realidad el tema, sino el lenguaje, pinto siempre el mismo paisaje».

En esta pieza superpone dos imágenes. Como base, utiliza una trama que realiza con tinta y rotring y que imita el espacio pautado de la tela que se suele utilizar para bordar en punto de cruz, la cual en ocasiones viene ya estampada para solo seguirla, si bien en este caso esa trama coincidía como imagen con el papel reticulado de los libros de contabilidad. La obra posee tres estados distintos que van in crescendo y en los que la trama del «debe» y el «haber» es cada vez más visible mientras el color queda encerrado en una celda que se convierte en un corsé que limita la pincelada, la forma misma. Oliver realiza una crítica a la especulación y a las condiciones precarias de producción de los artistas, si bien respecto a las artistas mujeres esta situación resultaba un canto al sol al ser casi imposible entrar en el mercado y por tanto vivir profesionalmente de pintar. Por ello, sobre esta retícula de hojas de balance superpone su paisaje alpino, estableciendo un paralelismo entre las exigencias formales del mercado y las restricciones creativas que para ella había supuesto la formación modelada por la Sección Femenina de Falange en las clases de bordado. Lamentablemente, la imaginación poco tenía que ver con bordar un mantel, más bien al contrario: en este último caso, se copiaba de modelos, no se creaban nuevos. Con ello criticaba, además, la presunta originalidad y el aura de la obra de arte.

Esta pintura se expuso en la retrospectiva de la artista llevada a cabo en 2019 en la sala La Nau de la Universitat de València (comisario Pascual Patuel), así como en la individual de tesis Isabel Oliver. Discursos feministas 1970-2022 de la UMH en Elche (comisaria Isabel Tejeda).

Isabel Tejeda

 
Por:
Isabel Tejeda
Isabel Oliver
Valéncia 1946

En 1966, Isabel Oliver iniciaba con 18 años la carrera de Bellas Artes en la Escuela de San Carlos de su ciudad natal con la oposición de su padre. La artista contacta con Equipo Crónica casi al final de sus estudios, en 1970, y comienza a ejercer labores de asistente en el taller junto a la también pintora Rosa Torres. Oliver siempre lo ha considerado un encuentro afortunado, ya que tenía acceso a una biblioteca de arte contemporáneo (sobre todo catálogos) y viajó en numerosas ocasiones con los artistas que conformaban aquel grupo a sus inauguraciones. Como podía utilizar un espacio del estudio de los Crónica para pintar su propia obra, gestó allí su primera serie de relevancia, el trabajo feminista que podemos considerar como el arranque de su carrera profesional, La mujer (1970). En estas pinturas Isabel Oliver denunciaba el estereotipo de feminidad burgués del ángel del hogar con una influencia lingüística de Equipo Crónica que con el tiempo se irá suavizando. Donde los Crónica denunciaban la falta de libertades en un Estado totalitario, Oliver señalaba de forma irónica a un grupo aún más atenazado por el régimen: las mujeres españolas.

Al mismo tiempo que pintaba esta serie, militó en el brazo universitario del Movimiento Democrático de Mujeres (el MDM), la facción femenina y feminista del Partido Comunista. Su militancia en la clandestinidad encontró una trinchera en la pintura política que denunciaba la marginación legislativa y el control de las mujeres y de sus cuerpos por parte del Estado franquista. La serie La mujer fue ignorada, como sucedió con el resto de su pintura de los años 70. Jamás se llegó a exponer completa hasta que la obra de Isabel Oliver fue recuperada por mis investigaciones a partir de 2012. Así, este trabajo y los que lo siguieron entre 1972 y 1975 (El juego, Paisajes pop, De profesión, sus labores y La mercantilización del arte) han ido exponiéndose en recientes muestras de tesis como The World Goes Pop (Tate Modern, 2015) y A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (IVAM, 2018) o en sus individuales en la UV, la UMH y el Museu de Vilafamés entre 2019 y 2023. Asimismo, sus pinturas han entrado a formar parte, por ejemplo, de las colecciones del MNCARS, el IVAM o el Banco de España.

Isabel Tejeda

 
«A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (1929-1979)», Institut Valencià d’Art Modern. IVAM (València, 2018). «Quaranta anys d'art compromés (1970-2009)», Centre Cultural La Nau. Universitat de València (València, 2019).
Isabel Tejeda y Ma Jesús Folch A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (1929-1979)., València, Instituto Valenciano de Arte Moderno IVAM, 2018. Pascual Patuel Quaranta anys d´art compromés (1970-2009), València, Universitat de València, 2019. Isabel Tejeda Isabel Oliver. Discursos feministas 1970-2022, Isabel Oliver. Discursos feministas 1970-2022, València, UMH, 2022, pp. 9-43.