Colección
Miguel de Múzquiz y Goyeneche, I conde de Gausa y I marqués de Villar de Ladrón
- c. 1783
- Óleo sobre lienzo
- 200 x 114 cm
- Cat. P_542
- Adquirida en 1993
- Observaciones: Goya realizó otro retrato de tres cuartos de Miguel de Múzquiz entre 1783 y 1785 que perteneció a José Lázaro Galdiano hasta poco después de 1913. Procedencia: Colección Casa Torres
En carta a su amigo Martín Zapater del 22 de enero de 1785, Goya le informaba de la muerte de Miguel de Múzquiz, conde de Gausa (Elbete, Navarra, 1719 - Madrid, 1785), que había sido ministro de Hacienda de Carlos III desde la caída de Esquilache en 1766. El conde de Fernán Núñez, en su biografía de Carlos III, valoró su actuación financiera: «Si la España hubiera tenido la fortuna de conservar por más tiempo al ministro Múzquiz, que, con el señor conde de Floridablanca, trabaja de común acuerdo por el bien, esta Compañía [de Filipinas] y el Banco de San Carlos hubieran prosperado infinito y hubieran consolidado en el reino el espíritu de circulación y comercio...» (t. II, pág. 23). Hombre de gran sencillez y buen corazón, navarro de origen y procedente de la baja nobleza de comerciantes de su región, apasionado de la literatura clásica, lector de Tácito y que podía recordar de memoria la poesía de Virgilio y Ovidio, no era, sin embargo, considerado tan positivamente por los embajadores extranjeros en la corte. El embajador de Austria en 1767 decía que dirigía el ministerio según los viejos usos y sin capacidad para reformar las cosas; y de la misma opinión fue su sucesor, el príncipe Lobkowitz, para quien Múzquiz «no parece que posea una especial inteligencia y sagacidad». El embajador francés Jean-François Bourgoing, autor del memorable Tableau de l’Espagne Moderne, publicado en 1797, lo consideraba «tímido y desconfiado, y enemigo de los cambios»; la desconfianza la subrayó también el conde de Cabarrús en su Elogio fúnebre, leído en 1786. La existencia de una estampa del grabador Fernando Selma como frontispicio del Elogio, publicado ya en 1787, ha hecho pensar que el retrato del Banco de España fuera póstumo y tardío, ya que la estampa lleva la inscripción «Goya dibujó» en lugar de «Goya pinxit» y existe un dibujo de mano del artista preparatorio para aquella. Sin embargo, el encargo de un retrato después de muerto no era frecuente, mientras que hacerse retratar tras la obtención de honores por el rey era lo habitual. Múzquiz había recibido de Carlos III el título de conde de Gausa en 1783 y la Gran Cruz de su Orden, cuya banda y cruz ostenta aquí junto a la encomienda de caballero de Santiago que había obtenido en 1743.
Los honores regios y el hecho de que el retrato sea aún temprano en la obra de Goya indicarían que se pintó en 1783. Existen, además, dos copias contemporáneas del conde de medio cuerpo o de tres cuartos, en una con la casaca azul claro, lo cual indica que el original fue retrato oficial para un sitio relevante con réplicas para otras instituciones o su familia. En esta se lee en el papel que porta Múzquiz: «Al Ex.mo Sr. Conde/ de Gausa cava/llero gran cruz de la.../ Ex.mo Sr....», de la que aún quedan huellas de trazos borrados en el original del Banco. El dibujo de Goya, por otra parte, es distinto del cuadro al ser de medio cuerpo y tener algunas variantes significativas, como el nuevo pliegue del documento, que lo alarga, ocupando ese ángulo decisivo del primer término de la composición estampada. Y tiene otro cambio con respecto al cuadro, que indica estar hecho a partir de este y no después: el perfil ampliado del hombro a la derecha, que sirve para que adquiera una posición más frontal, y no como en el lienzo en que el personaje, de cuerpo entero, gira ligeramente hacia la derecha y aparece casi de medio perfil.
Múzquiz conocía a Goya con anterioridad a 1783, ya que había firmado las facturas de cartones entregados por el artista entre 1775 y 1779 a la Fábrica de Tapices, por lo que pudo haberlo elegido él mismo para que ejecutara su retrato oficial. El colorido del cuadro, de profundos tonos verdes o dorados, y lo marcado del suelo de baldosas de tonalidad cálida están muy cerca del primer retrato conocido de Goya, el de Antonio Veián y Monteagudo (Museo de Bellas Artes, Huesca), de 1782. Allí también la figura estaba sola en el espacio, con un ligero giro del cuerpo que le daba algo de movimiento, pero con un naturalismo menor que en el de Floridablanca, en que Goya resolvió con mayor elegancia las figuras. Su pincelada fuerte y precisa revela la personalidad sólida y tranquila del conde, así como una cierta melancolía reflejada en la sutil inclinación de su cabeza. Los detalles precisos del rostro y sus tonalidades ajustadas evidencian que lo pintó del natural, y no de un dibujo y de memoria. La confianza que Gausa producía en todos se capta además por el modo en que Goya ha situado los pies, bien plantados en el suelo, unidos el uno al otro por la pincelada blanca que define su forma y peso a la perfección. Los detalles de ejecución de los bordados y las hebillas afirman la presencia de la figura en el espacio, fuertemente iluminada, mientras que algunas zonas, como en los brillos de la seda de la casaca, Goya revela esa maestría y rapidez de toque de su pintura más avanzada.
Nació en el lugar de Elvetea, valle del Baztán, en 1719. De acuerdo con las leyes troncales y no siendo heredero ni de familia rica, fue a buscar su futuro en la corte. Joven y con formación, viajó a Madrid donde existía un núcleo de cortesanos y financieros navarros —entre ellos, su primo carnal José Ignacio Goyeneche— que le facilitaron el acceso a su primer empleo en la Secretaría de Hacienda en 1738. En 1739 ingresó en la Congregación de San Fermín de los Navarros, institución pía que une a los navarros residentes en Madrid. Continuó su formación, que, junto a su valía personal, le permitió el ascenso en la carrera administrativa. También ascendió en su posición social al ingresar en la Orden de Calatrava en 1749 de la mano de Juan Francisco de Goyeneche, marqués de Ugena, socio del comerciante Ignacio Clemente y Ugarte. En 1749 se casó con su hija Javiera Ignacia Clemente Leoz.
En su ascenso en la Secretaría de Hacienda, se fue distanciando del círculo de los navarros y de los intrigantes cortesanos reunidos en torno a Isabel de Farnesio. Tuvo excelentes maestros y protectores, especialmente el marqués de la Ensenada, por lo que participó en las reformas y la recuperación económica que inició Felipe V tras la Paz de Aquisgrán. A la muerte de Fernando VI, tenía prestigio en la Secretaría de Hacienda. En 1760 fue nombrado ayudante del marqués de la Ensenada en la Secretaría del Supremo de Hacienda, y en 1763 del marqués de Esquilache, impulsor del programa reformista de Campomanes. En 1765 acompañó y trajo de Parma a Madrid a María Luisa de Parma, casada por poderes con el príncipe de Asturias, y acompañó y entregó a la infanta María Luisa a la corte de Viena con motivo de su boda con el futuro archiduque Leopoldo II. Por esta causa, la emperatriz de Austria, María Teresa de Habsburgo, le concedió el título de marqués de Villar de Ladrón.
En 1766, tras el Motín de Esquilache, fue necesario un nuevo equipo que diera satisfacción a las demandas que habían motivado las revueltas y que continuara las reformas emprendidas. Carlos III se rodeó de personas incondicionales. Esquilache fue sustituido por Múzquiz en la Secretaría de Hacienda y por Muniaín en la de Guerra; el conde de Aranda sustituyó a Floridablanca como titular del Consejo de Castilla, y Floridablanca fue su fiscal. El nuevo equipo mantuvo una línea continuista que dio como resultado las llamadas «realizaciones» de Carlos III.
En la Secretaría de Hacienda introdujo la Lotería para incrementar los ingresos al Estado, promovió la agricultura, el comercio (franquicias y exenciones) y la industria. Apoyó a Pablo de Olavide en la colonización Sierra Morena, cuyo plan había diseñado con Campomanes. La colonización de estas tierras constituye uno de los proyectos de mayor envergadura de la política agraria del XVIII. La Carolina lo nombró alcalde honorario en 1767, costumbre que se mantiene con cada uno de los ministros de Hacienda. Impulsó la creación de sociedades económicas y participó personalmente en la subvención de proyectos financieros y de desarrollo económico, como la promoción de la morera en las propiedades que poseía en Sueca (Valencia) donde todavía persiste la acequia y el molino denominados de «Múzquiz». Por su relevancia, merece destacar su intervención en la expulsión de los jesuitas por Pragmática Sanción de 29 de enero de 1767 y su mediación en la compra de la nueva sede para la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El 4 de julio de 1776, se proclamó la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con la oposición de Inglaterra. Francia, muy pronto, apoyó a los insurrectos mientas España mantuvo una postura vacilante por las consecuencias que pudiera tener en sus colonias. Finalmente, en 1779 España entró en guerra contra Inglaterra, pero sin aliarse con los insurrectos americanos ni reconocer el nuevo estado, aunque colaborase con ellos. En 1778, continuando con las reformas, se publicó el Decreto de Libertad de Comercio con América, que supuso un gran desarrollo para Cádiz y Barcelona. Barcelona triplicó el volumen de comercio y llegó la nueva industria del hilado.
En 1779, apoyó la creación del futuro Banco Nacional de San Carlos. Junto con Floridablanca y Gálvez, redactaron el Reglamento provisional de su Majestad para la fundación y dirección de un banco nacional de España y América justificado principalmente por el apoyo financiero al Estado, además de satisfacer la demanda de liquidez mediante la creación de papel moneda para colmar los desfases con las llegadas de metal americano en plena época de enfrentamiento naval con Inglaterra.
En 1780 fue nombrado secretario de Guerra y consejero de Estado. El intento de recuperar Gibraltar fracasó, y las crecientes necesidades del Ejército y la Armada llevaron al Estado a emitir un nuevo tipo de deuda, los vales reales, para respaldar el empréstito de nueve millones de pesos de vellón adelantado por un consorcio de banqueros. Su regulación y amortización —junto a la bondad del proyecto— determinaron la creación del Banco Nacional de San Carlos por Real Decreto de 15 de mayo de 1782. Una vez más, Múzquiz puso interés personal adquiriendo acciones. Con la Paz de Versalles, en 1783, finalizó la guerra; España recuperó Menorca, pero perdió definitivamente Gibraltar y Florida.
Múzquiz, agotado y envejecido, con 64 años, cesó como secretario de Hacienda y secretario de Guerra. Sus servicios le fueron reconocidos con la Gran Cruz de Carlos III (1781) y la concesión del título de conde de Gausa en 1783. Las muertes de familiares y amigos, ese mismo año, arruinaron su salud. Murió en el Real Sitio de El Pardo el 21 de enero de 1785. Su amigo y protegido Cabarrús, leyó su Elogio al Excelentísimo Señor Conde de Gausa en la Junta General de la Real Sociedad de Amigos del País de Madrid. En este documento destaca su sólida formación, prudencia, honradez, neutralidad, eficacia, capacidad de trabajo y don de gentes. Canga Argüelles, en 1825, lo sitúa como uno de los más importantes ministros de Hacienda, junto a Ensenada, Colbert, Necker y Pitt.
Extracto de: S. Alcalde de Oñate: Diccionario biográfico español, Madrid: Real Academia de la Historia, 2009-2013.
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