Colección
Matemática demente
- 1988
- Acrílico y cargas sobre lienzo (Díptico)
- 140 x 250 cm
- Cat. P_795
- Adquirida en 2014
Pedro G. Romero toma el título de la edición española de una recolección de cuentos de Lewis Carroll para un díptico que asocia dos imágenes en relieve, de contenido solo aparentemente antitético. En el cuadro de la izquierda, el retrato de Leopoldo María Panero, poeta fetiche del malditismo literario español —convertido en icono de la pulsión creativa del demente, chivo expiatorio de toda una generación poética y de una saga familiar— y editor de la citada Matemática demente de Carroll en 1983. En el de la derecha, unos sencillos cuadrados concéntricos que citan un conocido modelo repetido por el pintor y profesor de la Bauhaus Josef Albers, asociados a las ideas utópicas planteadas por el confiado constructivismo de las primeras décadas del siglo XX. Panero, plasmado en los años en que se inicia su decadencia física y se agrava el diagnóstico mental que lo recluye en diversos psiquiátricos durante las últimas décadas de su vida, se enfrenta desde las arrugas prematuras de su piel a una imagen especular de la perfección ideal e inamovible de la modernidad: el cuadrado. Pedro G. Romero juega así con la paradoja del loco y el cuerdo, la paranoia y la lógica (Panero y Albers) para ilustrar un replanteamiento de los límites entre el pensamiento racional y el delirio que, en opinión del poeta en sus comentarios sobre Carroll, son una misma cosa.
La obra está concebida de modo que el espectador solo perciba lo que dibujan esos relieves una vez situado ante la obra, de manera que la aparición de las figuras tiene un efecto epifánico, como el de un aura doble: la de una distopía vital, un spleen (el rostro de Panero), y la de una utopía social, un ideal (la geometría de Albers), respectivamente plasmados en azufre y en acrílico amarillo que imita el azufre. Mediante este alarde técnico, Romero consigue que con el paso del tiempo el retrato envejezca y se altere más rápidamente por la reacción del azufre, mientras las figuras geométricas permanecen inalteradas gracias a la mayor durabilidad del acrílico. El interés de Romero por esa paradoja entre lucidez y locura, aspectos distintos de raíz común, lo llevó a realizar una versión paralela en la que la obra de Albers convive con Antonin Artaud, pieza inicial, como esta Matemática demente, de una carrera en la que más tarde demostraría su interés por otros marginados u olvidados del campo literario como José Bergamín o Juan Larrea.
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