Les albes de Segre
- 1982
- Óleo sobre lienzo
- 89 x 116 cm
- Cat. P_336
- Adquirida en 1985
La colección posee dos piezas de Joan Hernández Pijuan representativas de su producción en la década de 1960 y mitad de la década de 1980. La primera pertenece a su pintura de carácter más metafísico, unos trabajos en los que el catalán ya anunciaba el cariz minimalizador (como le gustaba denominar a su pintura en contraste con lo minimal) que marcaría como una seña de identidad su trayectoria plástica a partir de finales de los años ochenta. En estos bodegones, que sin duda recuerdan a la tradición barroca casi desnuda de un Sánchez Cotán, el pintor incluía un objeto solitario en una esquina del lienzo. En Pequeño bodegón azul (1969), además de un huevo, también se entrevé la sombra de una copa. Sin embargo, la forma ovoide es la que tiene el gran protagonismo de la pieza, un huevo que está a punto de caer hacia nuestro lado, la zona de lo inmanente: esta conexión espacial contiene también ecos del Barroco español de raíz caravaggiesca.
Les albes de Segre (1982) es una pintura que muestra la predilección del artista por el paisaje, en este caso el amanecer en una comarca de la provincia de Lleida. En los paisajes Hernández Pijuan aborda su reflexión estética a partir de la memoria del entorno, una memoria entendida también como experiencia y emoción. En este sentido, hace suya una frase de la canadiense Agnes Martin, pintora a la que admiraba profundamente: «Todo aquel que sea capaz de estar un rato en el campo, sentado sobre una piedra, es capaz de ver mi pintura». Hernández Pijuan defendía, en este sentido, la práctica de la pintura como forma de conocimiento, afirmando que cuando un artista ya conoce un camino debía abandonarlo en búsqueda de uno nuevo. En este amanecer, las formas, casi construyendo un horizonte que divide la superficie de la tela, se perciben sutilmente surgiendo de una bruma de grises, blancos, ocres y azules. Se desperezan a la mañana solo insinuadas.
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