Pintor y grabador catalán, nacido en Barcelona, en 1931, Hernández Pijuan es una de las figuras más destacadas de la pintura española de la segunda mitad del siglo XX. Aunque desarrolla un lenguaje muy personal, de una singular parquedad de elementos, su obra se puede emparentar con las grandes corrientes artísticas de su tiempo. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de la Llotja y en la Reial Acadèmia Catalana de Belles Artes de Sant Jordi en Barcelona, entre 1952 y 1956. En 1955 fue uno de los fundadores del Sílex, el grupo artístico aglutinado por su interés en el arte abstracto y sus conexiones con el «primitivo». Entre 1957 y 1958 vivió en París, en cuya École des Beaux- Arts asistió a clases de grabado y litografía. Su estancia también le permitió familiarizarse con el informalismo en boga en ese momento. Pinta a partir de entonces algunas obras de estilo expresionista, que evolucionan hacia planteamientos cercanos a la pintura de acción, con amplias pinceladas gestuales en blanco y negro. A mediados de los sesenta, adopta una figuración geométrica dominada por campos de color y desarrolla un interés creciente por las superficies vacías, por el objeto y el espacio que lo envuelve, que encontrará en el género de la naturaleza muerta su mejor acomodo. Es en este momento cuando incorpora los motivos de la manzana, la copa, el huevo y sus útiles de trabajo, que conferirán una dimensión metafísica al espacio. A partir de los setenta y los ochenta incorpora a sus obras elementos y referencias matemáticos como cuadrículas o cintas métricas sobre fondos lisos y franjas de colores grises y verdes. La celosía se convierte en una presencia constante en su pintura, la pincelada se abandona a la inmediatez, vuelve a paisajes con alusiones a plantas y flores y acabará por recalar de nuevo en el informalismo. Como él mismo reconoció, sus temas fueron siempre el espacio, la quietud y el silencio. Transformó la pintura en un ejercicio de espiritualidad y contemplación interior.
Otra faceta relevante de su trayectoria fue la de profesor. Enseñó en la Reial Acadèmia Catalana de Belles Artes de Sant Jordi y fue director de varios talleres de arte de la EINA, Centro Universitario de Diseño y Arte de Barcelona. De ahí que también sea significativo su legado en forma de textos que condensan su reflexión sobre la pintura y la enseñanza de las artes. Desde 1980 formó parte de la comisión de actividades de la Fundació Miró. En 1981 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 2004 el Premio Nacional de Arte Gráfico.
Su obra forma parte de numerosas colecciones, eventos y museos de todo el mundo, incluyendo la participación en la LI Bienal de Venecia, en 2005. Entre sus antológicas destacan: «Espacios de silencio, 1972-1992», comisariada por Elvira Maluquer en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid, 1993), que itineró al Museo de Monterrey de México; «Volviendo a un lugar conocido, 1972-2002», comisariada por María de Corral en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) (Barcelona, 2003), que viajó al Musée d’art et d’histoire de Neuchâtel (Suiza), la Malmö Konsthall (Malmo, Dinamarca) y la Galleria d’Arte Moderna de Bolonia (Italia); y la última gran revisión de su trabajo desde los años setenta, que se recogió bajo el título «Farben der Erde. Colores de la tierra», en Altana Kultur Stiftung (Bad Homburg, Alemania, 2011) y en el Museo de Arte Moderno de Moscú (MMOMA) con el título «Retrospective» (2012).
Su obra se encuentra en colecciones como las del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York, el Museo Guggenheim de Nueva York, el Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni en Vilafamés (MACVAC), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Palais des Beaux-Arts de Bruselas, la National Gallery de Montreal, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el MACBA.
Pintor y grabador catalán, nacido en Barcelona, en 1931, Hernández Pijuan es una de las figuras más destacadas de la pintura española de la segunda mitad del siglo XX. Aunque desarrolla un lenguaje muy personal, de una singular parquedad de elementos, su obra se puede emparentar con las grandes corrientes artísticas de su tiempo. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de la Llotja y en la Reial Acadèmia Catalana de Belles Artes de Sant Jordi en Barcelona, entre 1952 y 1956. En 1955 fue uno de los fundadores del Sílex, el grupo artístico aglutinado por su interés en el arte abstracto y sus conexiones con el «primitivo». Entre 1957 y 1958 vivió en París, en cuya École des Beaux- Arts asistió a clases de grabado y litografía. Su estancia también le permitió familiarizarse con el informalismo en boga en ese momento. Pinta a partir de entonces algunas obras de estilo expresionista, que evolucionan hacia planteamientos cercanos a la pintura de acción, con amplias pinceladas gestuales en blanco y negro. A mediados de los sesenta, adopta una figuración geométrica dominada por campos de color y desarrolla un interés creciente por las superficies vacías, por el objeto y el espacio que lo envuelve, que encontrará en el género de la naturaleza muerta su mejor acomodo. Es en este momento cuando incorpora los motivos de la manzana, la copa, el huevo y sus útiles de trabajo, que conferirán una dimensión metafísica al espacio. A partir de los setenta y los ochenta incorpora a sus obras elementos y referencias matemáticos como cuadrículas o cintas métricas sobre fondos lisos y franjas de colores grises y verdes. La celosía se convierte en una presencia constante en su pintura, la pincelada se abandona a la inmediatez, vuelve a paisajes con alusiones a plantas y flores y acabará por recalar de nuevo en el informalismo. Como él mismo reconoció, sus temas fueron siempre el espacio, la quietud y el silencio. Transformó la pintura en un ejercicio de espiritualidad y contemplación interior.
Otra faceta relevante de su trayectoria fue la de profesor. Enseñó en la Reial Acadèmia Catalana de Belles Artes de Sant Jordi y fue director de varios talleres de arte de la EINA, Centro Universitario de Diseño y Arte de Barcelona. De ahí que también sea significativo su legado en forma de textos que condensan su reflexión sobre la pintura y la enseñanza de las artes. Desde 1980 formó parte de la comisión de actividades de la Fundació Miró. En 1981 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 2004 el Premio Nacional de Arte Gráfico.
Su obra forma parte de numerosas colecciones, eventos y museos de todo el mundo, incluyendo la participación en la LI Bienal de Venecia, en 2005. Entre sus antológicas destacan: «Espacios de silencio, 1972-1992», comisariada por Elvira Maluquer en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid, 1993), que itineró al Museo de Monterrey de México; «Volviendo a un lugar conocido, 1972-2002», comisariada por María de Corral en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) (Barcelona, 2003), que viajó al Musée d’art et d’histoire de Neuchâtel (Suiza), la Malmö Konsthall (Malmo, Dinamarca) y la Galleria d’Arte Moderna de Bolonia (Italia); y la última gran revisión de su trabajo desde los años setenta, que se recogió bajo el título «Farben der Erde. Colores de la tierra», en Altana Kultur Stiftung (Bad Homburg, Alemania, 2011) y en el Museo de Arte Moderno de Moscú (MMOMA) con el título «Retrospective» (2012).
Su obra se encuentra en colecciones como las del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York, el Museo Guggenheim de Nueva York, el Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni en Vilafamés (MACVAC), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Palais des Beaux-Arts de Bruselas, la National Gallery de Montreal, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el MACBA.