Con el fin de superar el lenguaje informalista y las tendencias figurativas que le precedieron, el pintor, crítico, teórico y conservador de museo Juan Antonio Aguirre designa en 1967 a un grupo de artistas cuya obra aboga tanto por un arte experimental de tendencia geométrica como por una práctica figurativa próxima a la línea defendida desde los frentes del pop art y, por consiguiente, cercana a los postulados de los países sajones. Como miembro destacado de este grupo conocido como Nueva Generación, Aguirre apostó por una pintura que, si en sus inicios coqueteaba con un lenguaje cercano al naíf y la abstracción, no tardó en evolucionar hacia composiciones neoconstructivistas que, con el tiempo, conformarán la personalidad de un estilo caracterizado tanto por el uso que hace del color como de las formas desdibujadas. Se trata de un lenguaje que, partiendo de Pierre Bonnard, Henri Matisse y Edvard Munch, será el que permitirá a Juan Antonio Aguirre abordar, desde una figuración más ecléctica, los temas recurrentes en su producción. Es decir, paisajes amables — especialmente jardines y estanques—, bodegones con flores y alguna que otra figura humana a través de un gesto nervioso, una paleta muy determinada y la búsqueda continuada de la belleza, la armonía y la concordancia entre los elementos que configuran cada una de sus telas.
Pintadas en tres décadas distintas, las obras de Aguirre pertenecientes a la Colección Banco de España son buenos ejemplos de la evolución que experimenta el artista, así como una mirada que, como la suya, se dirige hacia la búsqueda del mejor modo de captar la emoción — su emoción— frente a la tormenta que se genera a partir de cuanto ve y en función de lo que siente.
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