Es muy escasa la representación de obras tempranas de Alfredo Alcaín en colecciones públicas. La tapia del gas (1966) es por tanto un caso peculiar que representa las primeras tentativas del pintor, asociado posteriormente y de manera algo apresurada con la versión hispana del pop, que indaga aún en los años sesenta en distintos modos de representación siempre en una línea figurativa. Datada en 1966, años antes del renacimiento de la figuración madrileña que alteraría el panorama en la década siguiente, la obra está relacionada con una tentativa de recuperación de un realismo urbano y sucio asociable con su formación cinematográfica: Alcaín acabó sus estudios en Decoración Cinematográfica en la Escuela Nacional de Cinematografía en 1964, inserto en una generación que vivió la recepción tardía del neorrealismo italiano, su revuelta contra los sistemas de estudios y su utilización del escenario natural en entornos periurbanos, con frecuencia tardoindustriales, como el que presenta La tapia del gas.
El lienzo aparece acreditado como el número 7 del total de 35 obras que se presentaron en la exposición individual de Alcaín (del 1 al 15 de septiembre de 1967) en la Galería Sur de Santander, una miscelánea de su obra inicial en la que ya aparecen algunos de los temas de que se ocupará en décadas posteriores (como el bodegón o las vistas frontales de escaparates de establecimientos comerciales) junto a otras obras, en su mayoría «postales» y planos generales de lugares tan diversos como Orio, Venecia o Campo de Criptana, así como otras toponimias indeterminadas como La fontanería, La calle del convento o esta, La tapia del gas. A pesar de que el artista no ofrece la localización expresa de la escena, se puede identificar en ella con bastante probabilidad la Fábrica del Gas de Madrid, que estuvo situada desde su fundación en 1848 entre la ronda de Toledo y la actual calle Gasómetro, en un solar ocupado en la actualidad y desde 2007 por una promoción de viviendas y un parque público que convierten en irreconocible la vista de Alcaín de cinco décadas atrás. En la medida en que recoge un lugar que ya no existe, es destacable el breve texto para la plaquette publicada con motivo de la citada exposición de 1967. Firmado por Víctor Nieto Alcaide, subraya la mirada «etnográfica» de este primer Alcaín y afirma algo aplicable a La tapia del gas como plasmación de un modelo económico en declive ante la «terciarización» de la economía que sigue al desarrollismo franquista, como una imagen de los restos moribundos de un cierto tipo de arquitectura industrial y de todo un mundo asociado a ella: «La temática de sus cuadros es un mundo condenado a desaparecer, asfixiado o destruido por las mismas estructuras sociales que lo produjeron. Alcaín lo sabe y ha querido fijarlo, grabarlo, con arte aparentemente ingenuo en el que la ingenuidad solo radica en las mismas cosas que nos cuenta [...]. Son elementos difíciles de situar cronológicamente porque tienen todos ellos el determinante de una larga tradición y la espontaneidad de las cosas surgidas sin deseos de exhibicionismo, lujo o novedad».
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