La escultura La diferencia. Venus (1988) hereda el proceso creativo que Juan Luis Moraza había adquirido en su formación académica y que posteriormente había llevado a cabo en el colectivo CVA. La limpieza de los módulos que componen la pieza la presentan como un objeto minimalista cuya concepción solo se enturbia por la falta de pulcritud de la superficie de las láminas de cobre. Moraza induce con este tipo de piezas —de juegos volumétricos y vacíos espaciales—, las mismas reflexiones sobre la estética del objeto escultórico que mantendrá en su producción posterior. En este sentido, incide en la relación que existe entre la materia que compone la obra, la estructura de esta y los límites existentes con el espacio en el que se coloca o exhibe a los ojos del espectador.
La mirada de Moraza ante el objeto artístico reduce la capacidad evocadora y representacional de la pieza, en la que no hay una Venus que contemplar ni referencia o metáfora alguna a ella. Esto permite al artista señalar la paradoja del título y la paradoja misma del juego artístico en la que Moraza participa: aludir a una posmodernidad que asume que la importancia de la obra ya no está en la obra en sí, sino en lo que hay tras la obra misma, en el concepto que oculta y encierra.
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