Juan José García-Carrasco Gómez-Benítez, I conde de Santa Olalla
- c. 1847
- Óleo sobre lienzo
- 125 x 93 cm
- Cat. P_271
- Adquirida en 1980
- Observaciones: El retratado porta en la mano derecha un papel doblado en el que se lee «Banco de Isabel II».
El modelo nació en Cáceres en 1799 y fue educado en Vergara e Inglaterra; pronto destacó como un comprometido político liberal, referente en su tierra natal, lo que le llevó a sufragar con sus propios fondos la Milicia Nacional. En 1823 se implicó en la organización de la defensa de Extremadura frente a las tropas del duque de Angulema, pero tras caer prisionero escapó a Portugal y de allí a Inglaterra donde pasó un breve exilio que le llevó también a Fráncfort y a París, y de allí a Londres. Regresó a España al año siguiente, y se instaló en Madrid, aunque como represalia fue enviado a Manzanares (Ciudad Real).
Tras la muerte de Fernando VII, tanto él como su familia desempeñaron un papel esencial en la consolidación del trono de Isabel II y en el partido liberal en Extremadura. Desde 1837 comenzó su trayectoria como diputado en Cortes, en la que destacó su papel como defensor de los intereses de su tierra, desde un plano fundamentalmente económico y a favor del final de la primera guerra carlista, moderándose paulatinamente su discurso. Desde 1840 fue senador por Badajoz, reelegido varias veces, hasta que en 1845 fue designado senador vitalicio. De la mano de su cuñado, Juan Donoso Cortés, estableció una relación intensa con la reina María Cristina en esos años, que coinciden con el final de su Regencia, de la que se convirtió en un defensor en el Senado.
Formó parte del primer gabinete moderado de González-Bravo, donde ocupó la cartera de Hacienda, puesto en el que se mantuvo diez meses y, entre otras importantes normas, dictó la creación del Banco de Isabel II, razón por la que se conserva su retrato en el Banco de España. Tras su paso por el ministerio recibió el condado de Santa Olalla, como agradecimiento a los servicios prestados a la Corona. Tiempo después, arruinado, perdió la cordura, y su familia lo trasladó a Extremadura, donde falleció en 1851.
En el retrato aparece de pie, ante un fondo arquitectónico cubierto por un cortinaje verde, junto a un sillón y con la mano derecha posada en un bufete, mientras sostiene con la izquierda el decreto fundacional del Banco de Isabel II, lo cual supone una precisa fecha ante quem para la datación de la obra. Tanto el modelo de representación como la concepción de la figura y del escenario —y el dibujo de la misma— confirman la autoría de Esquivel. Sin duda ha estado expuesta a algún maltrato histórico que ha dejado la pintura en unas condiciones capaces de hacer dudar de su autoría, sobre todo por la falta de veladuras que suele cerrar la conclusión de las obras del maestro sevillano. Sin embargo, tanto la propia concepción del retrato como una revisión pormenorizada de sus calidades técnicas aconsejan mantener esa atribución como segura. Particularmente característica del pintor andaluz es la forma de iluminar las carnaciones y los objetos, así como la gama entonada y terrosa de colores, que contrastan típicamente con los juegos de grises elegantes y sobrios que le hicieron conocido.
Desarrolló una importante carrera política. En 1817 contrajo matrimonio con María Teresa Ladrón de Guevara y Blázquez, de quien tuvo dos hijas y un hijo, Hipólito, que fue diputado por Cáceres en 1857. Su hermana Teresa se casó con Donoso Cortés.
Al finalizar la Guerra de la Independencia, su padre le envió a estudiar al Real Seminario de Vergara y posteriormente a Inglaterra, de donde trajo un nítido compromiso político con el liberalismo además de formación económica. Se convirtió en uno de los principales líderes de esta ideología en Extremadura, e incluso sufragó con sus bienes parte de los gastos de la puesta en marcha de la Milicia Nacional. En 1823 intentó organizar la defensa de Extremadura frente a las tropas francesas del duque de Angulema, pero cayó prisionero. Escapó a Portugal y de allí a Inglaterra, iniciando un corto exilio de Londres a Fráncfort, y de allí a París. A su vuelta a España en 1826, se instaló en Madrid y su hermano Rufino en Cáceres. Después de los sucesos de 1830 en Francia y los intentos militares de los liberales españoles, Fernando VII lo destierra y le fija residencia en Manzanares.
Los hermanos José y Rufino García-Carrasco tuvieron un papel importante en la consolidación del trono de Isabel II y en la del partido liberal. Tras la aprobación de la Constitución de 1837, fue elegido diputado por Badajoz, y senador en 1840, 1843 y 1844, en 1845 es nombrado senador vitalicio. Su actividad en el Senado se centró en cuestiones económicas. Durante esos años, y con su cuñado Donoso, inició una intensa relación con la reina María Cristina, llegando a actuar como transmisor de noticias con el Gobierno durante los sucesos de octubre de 1841. En el Senado se convirtió en defensor de la «reina gobernadora», restando legitimidad al gobierno de Espartero.
Ocupó la cartera de Hacienda en el gabinete presidido por Luis González-Bravo, el primero netamente moderado. En ese breve periodo, del 10 diciembre de 1843 al 3 de mayo de 1844, dictó disposiciones como la anulación de la suspensión, aprobada en 1841, de la asignación concedida a la “reina gobernadora”, y la creación del Banco de Isabel II. Un importante número de sus disposiciones estuvieron destinadas a acelerar la venta de los bienes desamortizados.
Al dejar el ministerio se trasladó a Francia a reponer su salud. En 1850, unas operaciones bursátiles le llevaron a la ruina, lo que le provocó la locura. Su familia lo llevó a Extremadura donde falleció poco después. Tenía diversas propiedades en Extremadura algunas de las cuales fueron adquiridas durante el proceso desamortizador. En 1844 recibió el título de conde de Santa Olalla para agradecer los servicios prestados a la reina.
Extracto de J.R. URQUIJO GOITIA, Diccionario biográfico español, Real Academia de la Historia, 2009-2013.
Más obras de Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina