La producción de Ferran García Sevilla es fácilmente identificable gracias a la factura y el léxico de un lenguaje inalterable en su deseo de experimentar y cuestionar el mundo de una forma irónica y poética. Es un artista tan difícil de clasificar como difícil es acotar su capacidad de transformar imágenes dadas, alterar permanentemente el sistema iconográfico que transita, superar el acercamiento a cualquier zona de confort y aliarse con zonas salvajes del pensamiento desde una mirada tan cósmica como mitológica o cotidiana.
A finales de los años sesenta abandonó la práctica artística conceptual —textos, cine, fotografía, body art, performance y obras experimentales y de crítica política— con la que se dio a conocer para adentrarse en el ámbito de la pintura de forma libre y ajena a cualquier dogmatismo que no fuera el suyo. Tras una etapa inicial de planteamientos radicales y reivindicación de lo primitivo, el impulso de lo original y el anticonformismo patente en obras de grandes dimensiones, García Sevilla evoluciona en la práctica de la pintura de forma visceral y continuada, y obtiene un gran éxito en el ámbito del mosaico entre 1988 y 1989.
Durante su consolidación como pintor, a finales de los años ochenta, realiza Poligon 32 (1988), un acrílico de evidente experimentación en torno al desarrollo de un vocabulario de imágenes geométricas a medio camino entre la imagen decorativa, el simbolismo, el tablero de juego y la evocación de mundos inconexos. Perteneciente a la serie de pinturas tituladas Bol, Ras o pic, GRA-6 (2003) es un acrílico sobre tela que basa su narrativa en la acumulación de puntos, manchas y formas geométricas de mínima expresión, es decir, limitada a la forma y al uso de colores planos. A pesar de su aspecto decorativista, esta obra parte de una investigación en torno al comportamiento del procedimiento del goteo con un trasfondo irónico por cuanto que critica a quienes consideran al artista como un adicto a la interpretación de la realidad. Es una pintura festiva que se imbuye del espíritu de Wassily Kandinsky o Jackson Pollock y que podría ser una representación simbólica del universo, un imaginario científico o, sencillamente, del paso del tiempo.
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