Edificio Banco de España
- 2000-2001
- Gelatina de plata sobre papel baritado
- 18 x 24 cm
- Cat. F_245
- Encargo al autor en 2000
La probada trayectoria de Javier Campano, destacado desde la década de 1970 en el ámbito de la fotografía urbana, centrada en interiores y exteriores desde un punto de vista subjetivo y fragmentario, llevó al Banco de España en el año 2000 a encargarle la realización de un amplio reportaje sobre la arquitectura de la sede central de la institución, en la plaza de Cibeles de Madrid, de la que nacería la publicación Arquitectura del Banco de España. Surgió precisamente en un momento en que la institución reflexionaba sobre su propia historia edilicia y su carácter de icono arquitectónico: por un lado, en 1999 el edificio fue declarado Bien de Interés Cultural; por otro, era inminente la demolición del adyacente palacio de Lorite para abrir espacio al antiguo proyecto de cierre de la manzana firmado por Rafael Moneo.
Campano ya se había enfrentado a encargos relacionados con la arquitectura, de los que habían surgido algunas de sus series más destacadas, como la dedicada al racionalismo arquitectónico en València o a diversas ciudades portuguesas. En el trabajo para el Banco de España, el fotógrafo descarta de manera explícita toda presencia humana en los interiores, en un intento de que la mirada descanse sobre el peso de la historia y las imágenes destilen el carácter protocolario y representativo, en el sentido más tradicional de ambos términos, de la institución. Ante tal decisión, la arquitectura emerge como presencia fantasmal, en ocasiones con un aspecto casi arqueológico e intemporal. Sin embargo, Campano también capta espacios de trabajo, accesos o zonas públicas en las que sí se percibe una memoria reciente de actividad cotidiana. De ese modo, la arquitectura queda anclada a un momento determinado de la institución, pero al tiempo retratada como un ente ahistórico y acumulativo de su propia memoria a través de los objetos. En ese sentido, no se fija solo en el detalle arquitectónico, sino también en el patrimonio mueble del Banco, desde el mobiliario hasta la colección de arte y sus usos institucionales y simbólicos. Su mirada escrutadora pero distanciada, en ocasiones se vuelve intencionalmente intrusiva en los entornos vedados del edificio, como la cámara del oro o los despachos de alta administración. En términos formales, mientras en algunas imágenes busca la asimetría de la composición y el toque snapshot, en otras subraya el empaque y la solvencia arquitectónica de determinados espacios mediante un encuadre clásico y estudiado.
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