Colección
La obra de Rosa Brun se caracteriza por una ampliación del ámbito de la pintura hacia formatos escultóricos, o viceversa, de la escultura como objeto pictórico o elemento cromático. Sus piezas de pared, aunque en apariencia presentan el aspecto de lienzos con meros campos de color monocromos netamente definidos, desafían la cualidad bidimensional de la pintura tradicional al avanzar hacia el espectador y delatar espacios entre el muro y el soporte pictórico y nexos de relación compleja entre las distintas piezas que lo forman. De ese modo, sitúa su práctica en un límite, una frontera entre disciplinas que aporta a su labor un aspecto de indagación radical. En palabras de la artista: «Mi obra siempre se ha situado en un territorio limítrofe, de difícil adscripción a clasificaciones determinadas [...] denotando su carácter polisémico mediante categorías antónimas, como las referidas a la gravedad, equilibrio-desequilibrio, color, luz-oscuridad, materia, objetualidad-incorporeidad, las fuerzas contrarias que permiten reflejar desde la misma estructura esa búsqueda “silenciosa” continua, hacia lo visible del acontecimiento, de la experiencia que como reflejo interno deseo proyectar».
Dextro (2003) expande el campo de la pintura de ese modo mediante dos extensiones cromáticas: la superior avanza sobre la inferior, generando una falsa perspectiva, una sensación de extrañamiento al convertirse a las tres dimensiones, lo que invita a un planteamiento acerca de los límites físicos que se imponen consuetudinariamente a la pintura. Con ello, Brun se vincula a un linaje que parte de la abstracción geométrica de las primeras vanguardias, pero lo actualiza desde aspectos relacionados con la percepción para acabar entablando una fina crítica a los dispositivos de exposición en cuanto espacio delimitado y condicionado. No en vano, el término que da título a la obra, dextro, se define como el «espacio de terreno alrededor de una iglesia, dentro del cual se gozaba del derecho de asilo y de algunos otros privilegios»; algo indicativo de ese interés por concebir el espacio generado alrededor de la pintura y la escultura como un témenos, una zona delimitada, protegida y sagrada en la que imperan normas diferentes a las del mundo exterior.
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