Pilar Insertis siempre se ha interesado por la profundidad de un paisaje en el que la presencia humana se circunscribe a una función casi actoral. En consecuencia, más que apelar a la realidad, sus paisajes creados a la manera de intrigantes escenarios evocan estados de nacimiento o renovación que parecen surgidos de la imaginación y que se presentan ante nosotros como la ilustración de narraciones literarias. Desde sus inicios, Insertis empieza a dar muestras de su interés por la temática mitológica y la representación de faunos u homus antiquus, personajes surgidos de los relatos clásicos y que la artista inserta en inquietantes parajes, incidiendo en la reflexión en torno a las civilizaciones y el paso del tiempo.
Cenobio (1986) es una suerte de escenario construido a medio camino entre la figuración y la abstracción, presidido por una escalera de orden ascendente hacia lo que podría ser el hueco de un tronco. La obra pertenece a la primera etapa de la producción de Insertis, y es testigo de un momento en el que fueron muchos los artistas que abogaron por la libertad artística y reaccionaron en contra de la abstracción, enfrentándose al lienzo con la mente abierta a influjos que, como en el caso de Insertis, proceden de la mitología.
Se trata de una obra de poética austeridad cromática en la que la escalera, como elemento constructivo, evidencia el interés de muchos artistas de los ochenta por la figuración urbana y arquitectónica en tanto que reacción al exceso de imagen rural tan presente en las prácticas pictóricas desde el final de la Guerra Civil. Una especie de respuesta posmoderna que, tomando la ciudad como símbolo de lo nuevo, considera que la arquitectura es el mejor signo referencial de esta suerte de renovación.
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