El escultor catalán Josep Reynés i Gurguí realizó este busto femenino a su vuelta a la ciudad condal tras formarse en París con el artista Jean-Baptiste Carpeaux. No se trata de un retrato, sino de una de tantas esculturas decorativas que se colocaban para el divertimento público y que tenían una función de carácter ornamental. Esta escultura, apoyada en peana de base cuadrada, como otras del mismo artista fechadas también a finales de siglo, presenta un cuerpo femenino de cintura hacia arriba, dejando los brazos en su arranque siguiendo la tradición del busto. El vestido de la mujer, con escote de volantes y ajustado a la cintura, se desliza por sus hombros dejando entrever el inicio de sus senos, lo que confiere a la pieza un aire pícaro y atrevido. Continúa dicha insolencia y frescura en la expresión de su rostro, ya que la muchacha sonríe abiertamente, dejando que se vean sus dientes, lo que tensa toda su cara: la razón viene de más arriba, ya que su peinado, recogido en moño, se remata por un tocado formado por un pequeño nido en el que parecen vivir dos aves. La pieza se enmarca dentro del academicismo realista imperante en la época: una obra perfectamente acabada en cada detalle y de claras influencias francesas.
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